El autogobierno militar en la protección civil
Por Redacción APU
Pizza, polenta o arroz. Aún en pleno pico de calor porteño, el nuevo menú del comedor de empleados del Ministerio de Defensa es austero e hipercalórico. Entrada, postre, carne y verduras del Mercado Central ralean en el nuevo magro presupuesto. La cartera liderada por el radical riojano Julio Martínez comenzó la poda de gastos encomendada por su par de Modernización con el morfi de la prole. A la hora del almuerzo, en el nivel cero del Edificio Libertador, reina una cultura verde oliva. Sin embargo, no es el único recinto del Ministerio de la calle Paseo Colón donde se percibe un cambio en la voz de mando interna en la convivencia de edificio siempre fría entre el Estado Mayor General del Ejército y la prolongación ministerial del Ejecutivo.
En la era Macri, por ejemplo, dos Subsecretarías y una Dirección del MinDef pasaron a ser conducidas por tres coroneles retirados, uno de ellos -Osvaldo Hipólito Jesús Tosco, nuevo Director General de Política Internacional de Defensa- señalado como partícipe activo del Operativo de Independencia por varios organismos de derechos humanos del NOA. Evidentemente, las Fuerzas Armadas buscan descolgar el cuadro doctrinario de la conducción civil impulsado los ex ministros Nilda Garré y Agustín Rossi. Éste desplazamiento se evidenció, por ejemplo, cuando pachorra Martínez (así lo llaman en off puertas adentro del Ministerio por su actitud cansina y displicente), apenas asumido, se encontró con que las negociaciones internas en su cartera daban por acabada la Secretaría de Coordinación Militar de Asistencia en Emergencias (SCME), para transformarla en una mega Secretaría con nuevas atribuciones en logística y patrimonio cultural, en manos del puntano radical Walter Ceballos, que no oculta su ambición por llegar en dos años a una banca en el Congreso Nacional y ni disimula su carrera para disputarle el protagonismo mediático y político a su correligionario nombrado como Ministro.
En mayo de 2013, post trágica inundación en la ciudad de La Plata, que encontró al ex intendente Pablo Bruera chapoteando en las playas de Brasil, y a las autoridades políticas y militares naufragando en un desconcierto operativo mayúsculo, el gobierno de Cristina Fernández creó dicha Secretaría en pos de coordinar el despliegue territorial de los recursos y la logística de las FFAA que se necesitan para capear una emergencia climática –evacuación aérea, potabilización del agua, reconstrucción de caminos- bajo las órdenes, eso sí, de un patrón guionado desde las necesidades políticas de la Casa Rosada.
En ese momento, la idea del cristinismo era tomar un tópico en ascenso de la nueva agenda global –la gestión del riesgo de desastres; es decir, las políticas que se da un Estado para prevenir, socorrer o reconstruir una ciudad colapsada por un evento natural atípico –como los recientes aludes sanjuaninos- o un accidente antrópico de envergadura – como el caso del edificio rosarino que explotó en agosto de 2013 por una negligencia. Así, se reforzaba la mística conjunta que militantes de La Cámpora y de Madres de Plaza de Mayo, luego, siguieron tejiendo con soldados del Ejército haciendo trabajo social conjunto en zonas del conurbano. Es decir, un Neo Operativo Dorrego de la protección civil, aupado por la problemática del cambio climático.
Pero, todo cambia con Cambiemos. Las inundaciones de este verano en el litoral argentino tuvieron, como suele suceder, muchos damnificados. Pero, también hubo un gran ganador. En este caso, la ola de coroneles retirados empoderados con el macrismo se prolongó con el nombramiento de Emilio Renda al frente del SIFEM (Sistema Federal de Emergencias) bajo la tutoría ministerial de Patricia Bullrich. Renda, ,un hombre de la pingüinera en tiempos del ministro Arturo Puricelli (de buenos vínculos con el Comando Sur), estuvo a cargo durante varios años de la Dirección de Protección Civil del Comando Operacional de las FFAA (COPERAL), en el Estado Mayor Conjunto. Esa Dirección coordinaba la realización de dos Ejercicios anuales en los que se ponían en práctica las capacidades de respuesta de las FFAA ante situaciones de emergencia. “La gran dificultad de esas operaciones derivaba de su misma concepción: las Fuerzas sobredimensionaban su rol mandando a las autoridades civiles como interactuar en una emergencia, ignorando la delimitación de roles y las responsabilidades de cada uno”, advierte Agustina Brea, ex subsecretaria del SCME en Defensa y referente del naciente Laboratorio de Políticas de Gestión del Riesgo.
El SIFEM, que nació con el menemismo para trabajar la protección civil con plata y bajada de línea de la FEMA (su símil estadounidense), fue durante las dos últimas décadas un organismo kafkiano: en permanente mudanza ministerial o freezado en recursos. “El SIFEM es un sistema sin estructura que cambió de lugar más de diez veces en el organigrama del ejecutivo nacional y que, según su decreto de origen, compromete a aproximadamente cincuenta áreas del Estado, la mayoría de las cuales ya dejaron de existir o cambiaron de nombre y objetivo”, se quejaba hace algunas semanas el alma mater del entretejido kirchnerista en gestión del riesgo, Cecilia Rodríguez, ex número uno del SCME y luego ex ministra de Seguridad, en el matutino Página 12.
Neo intervencionismo Yankee
El Comando Sur, el instrumento militar del Pentágono cuyo radio de acción es el tablero interamericano, parecería tener a muchos creativos trabajando en sus oficinas por su notable esfuerzo de encontrar siempre nuevas ideas para decorar narrativamente su intervencionismo. Durante décadas, los altos mandos estadounidenses entrenaron a sus pares del sur en la Escuela de las Américas bajo los ejes de la Doctrina de la Seguridad Nacional. Derrotados el socialismo real y la subversión guevarista, el reaganismo impulsó con fuerza la guerra contra las drogas como marco colaborativo entre las Fuerzas Armadas de las Américas.
¿Es demasiado conspirativo pensar a la protección civil en emergencias climáticas como el nuevo puente doctrinario sur del Pentágono? Alfredo Forti, ex Viceministro de Defensa, ex director del Centro de Estudios Estratégicos Sudamericanos y actual asesor del Secretario General de la OEA en temas de defensa, responde definiendo el interés permanente del Comando Sur con sus pares interamericanos con una palabra clave del diccionario tuitero: “interacción”. “La política de EE.UU. para nuestra región en el ámbito militar es, ha sido y será establecer la mayor cantidad posible de acuerdos que promuevan el contacto entre las distintas estructuras militares a partir de políticas de cooperación en materia, por ejemplo, de equipamiento pero, también, en entrenamiento y de formación. Y, detrás, del entrenamiento y la formación, siempre está la doctrina”, ejemplifica Forti.
Recapitulando, el reinicio del SIFEM podría ser el aeropuerto institucional doméstico perfecto para que aterrice la ayuda solidaria del Comando Sur. En Paraguay, dos años atrás, el director de Planificación del Comando Sur, el contraalmirante George Balance, y el embajador estadounidense en Paraguay, James Thessin, viajaron hasta la pequeña localidad de Santa Rosa del Araguay, en el nororiente paraguayo, para inaugurar junto a la cúpula policial y militar local un modesto edificio denominado Centro de Operaciones en Emergencia y un Depósito de Suministro de Emergencias que permitiría, según los comunicados oficiales del evento, socorrer “a la población civil afectada por desastres naturales”. Balance no es un cuatro de copas. En el año 2008 firmó uno de los documentos madres del intervencionismo verde, titulado U.S. Southern Command Strategy 2018: Partnership for the Americas (Asociación para las Américas), donde Washington coloca a las emergencias climáticas y sus consecuentes crisis humanitarias como uno de los escenarios estratégicos territoriales donde intervenir.
“Si necesitas el traslado urgente de medicinas y de equipamiento para atender a víctimas de una inundación, naturalmente, requerís de aviones e helicópteros. Eso hace que estemos todos de acuerdo en Latinoamérica que el instrumento militar es necesario para cooperar y asistir en este tipo de situaciones. Pero, el riesgo es la militarización de las políticas de gestión de riesgo”, analiza Alfredo Forti, desde una escala continental, el debate sobre cómo administrar las políticas de protección civil. “Ahora, ¿Qué pasa? Los gobiernos cuando se confrontan a crisis en materia de desastre, requieren y están obligados a dar soluciones inmediatas a la población civil. Entonces, como los gobiernos necesitan ejecutar soluciones rápidas, es muy fácil recurrir a los militares porque poseen una estructura verticalista de mando y por su capacidad de movimiento, transporte y logística. Entonces, por una necesidad, se cae en la tentación de jerarquizar a las FFAA en el ámbito de una temática cuya misión es o, debería ser, subsidiaria del poder político”, concluye el asesor de Almagro.
Evidentemente, el descabezamiento de la conducción civil en las políticas de gestión de riesgos visibiliza el drástico giro operado por el macrismo en materia de defensa. Por lo pronto, la conducción política del MinDef está en manos del radicalismo federal riojano y puntano (la Casa Rosada los premió por su ascendente caudal electoral en territorios PJ clásicos), que administra una de las pocas cuotas de poder ministeriales cedidas por el Pro a sus socios electorales. En paralelo, puertas adentro del Ministerio, pesa mucho la voz del militar retirado y actual Director General de la Dirección General de Aduanas Juan José Gómez Centurión, a cargo del capítulo de defensa en el laboratorio de ideas macrista Pensar y, en consecuencia, fugaz primer candidato de Macri a ser el número uno del MinDef; cargo que no ocupó, finalmente, porque el alfonsinismo objetó su nombramiento por su pasado carapintada.
En ese triple comando, entonces, personificado por el triángulo Martínez- Ceballos-Centurión, los dos primeros se ocupan de cuidar el orgullo partidario en la interna de Cambiemos, y el segundo de anudar las políticas estratégicas del Ministerio. Según la especialista Rut Diamint: “Gómez Centurión comandaba en la Fundación Pensar un equipo de 28 personas. Entre ellos había cuatro militares retirados: el contralmirante Carlos Ernesto Cal, el brigadier Vicente Luis Autiero y los coroneles Hugo Patricio Pierri y Jorge Raúl García Mantel. Este equipo trabajaba sobre siete comisiones temáticas: presupuesto, personal, producción para la defensa, logística, equipamiento y legislación. O sea, administración del instrumento militar. De política de defensa, nada. Pierri, ahora nombrado Subsecretario de Planeamiento Estratégico y Política Militar del MinDef ,y Jorge García Mantel, designado Director de Planeamiento, tienen cercanía con el enfoque del ex ministro de defensa Horacio Jaunarena, propulsor de la policialización de los militares (involucramiento de las FFAA en la lucha anti- narcóticos)”.
“El soldado del futuro de la OTAN lleva en su uniforme sistema de comunicación satelital, traje de titanio, armas reconvertibles, lujos que no nos podemos dar en esta región. El definir las misiones de las Fuerzas Armadas es, actualmente, más complejo pues se está en un escenario global y zonal incierto. Algunos especialistas aconsejan dotar a las Fuerzas Armadas de misiones secundarias, subsidiarias, complementarias y temporales que no pertenecen al campo de la defensa. (Pero) La historia latinoamericana demuestra que la politización del ejercito desencadena inevitablemente conjugas palaciegas y sediciones militares”, advirtió Diamint cuando fue panelista del Seminario “Contribución del sistema de defensa en situaciones de emergencias y desastres”, organizado por el MinDef a fines de la gestión Rossi. No sabemos si Centurión escuchó o leyó dicha ponencia. Pero, evidentemente, la sedición o las intrigas palaciegas militares no son un problema a resolver para alguien con conocimiento en la materia. Además, porqué el sector hegemónico del instrumento militar local alzaría su voz contra un poder político que se supone partícipe de su visión de país. En todo caso, si se desploma un fuerte aguacero va a ser necesario abrir más de un paraguas.