Combatiendo al capital
Por Alfredo Ignacio Alonso*
Desde Córdoba
Cantar, tararear o simplemente silbar la Marcha Peronista es expresión de felicidad y liberación. Es un sello distintivo de un sentir popular y que importa, así, identidad. Es el canto a “ese gran argentino que se supo conquistar a la gran masa del pueblo combatiendo al capital (…) para que reine en el pueblo el amor y la igualdad”.
Son estas estrofas citadas, también, y que inconfundiblemente se reconocen en la voz de Hugo del Carril, las banderas que nutren al Peronismo.
Combatir al capital está en la esencia de esta filosofía social y política que se hizo expresión cultural y, consigo, canto.
Un capital que dominaba, sometía, explotaba e imperaba, sin conocer de restricciones. Un capital que servía a pequeños, densos y concentrados grupos que, respondiendo a intereses foráneos –principalmente británicos-, detentaban el poder y trazaban la suerte de estas latitudes. Así transitó nuestro país, casi ininterrumpidamente y por decenios e incluso, por más de un siglo, su suerte al servicio del capital. Mientras que la gran masa del pueblo se encontraba sometida y sin poder cantar, tararear o silbar… Sin libertad, dominado, abatido. Oscuro. Infame.
La contienda contra el capital la dio con gran decisión Juan Domingo Perón. Fue él quien recoge la experiencia de reconocer a la propiedad privada una función social, imprimiéndole como exigencia que esté al servicio de la economía nacional y tenga como principal objeto el bienestar social.
Aquel canto que es bandera, aquel combatir al capital, se hizo presente en el reconocimiento de especiales derechos al trabajador, tales como: a trabajar; a una retribución justa; a capacitarse;a condiciones dignas de trabajo; a la preservación de la salud, del bienestar, de la seguridad social; a la protección de la familia, al bien de familia; a la defensa de los intereses profesionales; al mejoramiento económico; a la protección contra la explotación –en jornadas de sol a sol- del peón rural, de niños y de mujeres; del viejo y del pobre.
Son estas, hoy, expresiones comunes del constitucionalismo social que conforman un abanico de derechos constitucionales catalogados como de segunda generación. Son derechos por todos conocidos actualmente y que, por su carácter y contenido, entran en la categoría de Derechos Humanos, juntamente con el derecho a la vida, al honor, a la salud, a la previsibilidad (en condiciones dignas), al desarrollo en un ambiente equilibrado, a la felicidad; a la autodeterminación de los pueblos.
Combatir al capital es trabajar para que no existan concesiones ni privilegios a grupos económicos de poder, a destructores del ambiente, del suelo y sus recursos; a especuladores inmobiliarios y financieros, a quienes propician reducir el costo laboral, a quienes lucran con el Estado y la cosa pública; a quienes estigmatizan todo aquello que tenga expresión popular. Combatir el capital, es un acto de conciencia y despojo de ataduras. Es rebelarse al indiscriminado y sin sentido consumo e individualismo; es (re)acción.
Es por eso que resulta necesario mantener la vigencia permanente de estas banderas que se hacen canto, que se refugian en lo popular y sus organizaciones, para que vigorosa y permanentemente actúen ante las expresiones cambiantes –pero en esencia únicas y mantenidas- de elites y oligarquías dadas por el privilegio, el dinero y el poder concentrado.
Se resume así una histórica batalla que, comprendiéndola, hace posible comprender a la Argentina; su devenir, su transitar.
Para poder seguir cantando, sin que enmudezcan nuestra identidad, en pos de una verdadera felicidad y plena realización en comunidad, hay que resistir y combatir al capital.
*Abogado. Profesor Adjunto de Derecho Constitucional, Cat B. Facultad de Derecho y Cs. Sociales de la Universidad Católica de Córdoba.