Mariano Pacheco: "El 2001 significó la puesta en movimiento de una sociedad que había resistido al menemismo"
Por Juan Borges
El periodista y escritor, Mariano Pacheco, dialogó con AGENCIA PACO URONDO sobres su reciente libro reeditado “Darío Santillan, el militante que puso el cuerpo”. En el marco del aniversario n° 20 de la Masacre de Avellaneda, el autor propone una serie de reflexiones y balances sobre aquel periodo.
AGENCIA PACO URONDO: ¿Si tuviera que realizar una reseña sobre su último libro “Darío Santillán, el militante que puso el cuerpo" cómo lo abordaría?
Mariano Pacheco: Es un libro que escribimos con Juan Rey y Ariel Hendler, fue publicado por primera vez en 2012 para el primer aniversario de los diez años de la masacre de Avellaneda. Después fue editado nuevamente en una edición de bolsillo cinco años después nuevamente por editorial Planeta. Ahora después de veinte años del asesinato de Darío Santillán y Maxi Kosteki hemos decidido reeditarlo por editorial Sudestada, un poco rescatando nuestra historia reciente desde las luchas de los noventa hasta los sucesos de junio de 2002 centrándonos en la figura de Darío Santillán.
Por lo tanto, el libro es una biografía que aborda la vida breve de un militante que es asesinado a los veintiún años. Tuvo una intensa vida desde adolescente como militante en el centro de estudiantes en el colegio Piedra buena en San Francisco Solano, de allí se vincula a una “Agrupación juvenil 11 de julio”, un espacio de jóvenes donde se compartían actividades culturales y políticas. No solo la intervención en los centros de estudiantes de los colegios contra la Ley Federal de educación que en aquellos tiempos se libraba contra el menemismo. Un proceso de intensas marchas estudiantiles y docentes.
La Agrupación 11 de julio desarrollaba una gran actividad artística con festivales artísticos y radios abiertas. Desarrollando en aquellas luchas una articulación con los sectores populares y el incipiente movimiento piquetero. Varios militantes de aquella agrupación íbamos a ser parte de una organización llamada “La patria vencerá”, una organización del nacionalismo revolucionario llevando a cabo una resistencia al menemismo y ligándonos con los nuevos fenómenos que surgían como el zapatismo mexicano o el movimiento piquetero en Argentina.
Ese recorrido de vida de Darío desde los centros de estudiantes hasta conformar un movimiento de trabajadores desocupados que enlaza con las luchas de 2001 y 2002 en el MTD de Almirante Brown y la experiencia de Monte Chingolo. Allí Darío se trasladaría para hacer una experiencia territorial más fuerte confluyendo con otras organizaciones hasta conformar la Coordinadora Aníbal Verón que será una de las protagonistas de aquellos años que confluirán en las acciones del 26 de junio de 2002. En aquella jornada Darío tiene una participación muy activa y lamentablemente se encontraría con la muerte fusilado por la espalda por miembros de la Policía Bonaerense.
APU: ¿Qué elementos de aquella coyuntura permanecen vigentes actualmente?
M.P.: La vigencia del libro podemos pensarla a partir del trabajo teórico desarrollado y de crónica y reconstrucción históricas en torno a las memorias de la resistencia delos sectores populares. En los últimos años la lucha de los movimientos territoriales cobro nuevamente fuerza a partir de la CTEP (Confederación de los Trabajadores de la Economía Popular) donde confluyeron muchos militantes que venían de la experiencia del movimiento piquetero en lo que se conoció con el nombre del triunvirato de San Cayetano (CCC, Movimiento Evita y Barrios de Pie). Esta experiencia se cristalizó en aquella marcha del 7 de agosto de 2016 que recupera la demanda de trabajo y la religiosidad popular en una marcha a la basílica de Lujan buscando visibilizar una situación de crisis en pleno macrismo. Consideramos que a veces la crisis es momento de creación política. El 2001 significo la puesta en movimiento de una sociedad que había resistido al menemismo abriendo caminos alternativos a la ofensiva neoliberal que se condensa en aquella experiencia insurreccional del 20 de diciembre de 2001. Nació con las puebladas en la Patagonia y después en el norte del país, Jujuy y Salta hasta llegar al centro del país y concentrarse en el conurbano bonaerense y finalmente explotar en la capital federal los días 19 y 20 de diciembre.
Aquella experiencia de Darío Santillán expresa lo que nosotros denominamos la generación 2001, hoy podemos ver la vigencia de algunos reclamos y la experiencia organizativa acumulada de aquella etapa. Buscamos entrelazar puentes entre aquella experiencia del movimiento piquetero y las luchas que hoy lleva la economía popular en su proceso de sindicalización, de institucionalización para tratar de conquistar derechos en el marco de un capitalismo neoliberal que deja a la mitad de la clase trabajadora sin empleo. De esta manera, los sectores populares se ven obligadados a generarse su propio trabajo, buscando un ámbito de organización que ya no es el sindicato clásico del movimiento obrero, sino que surge un canal de organización alternativo diferente expresado en los movimientos sociales.
APU: ¿Qué elementos de resistencia popular podemos vislumbrar actualmente?
M.P.: En la actualidad podemos pensar la resistencia de una manera muy diferente de lo que fueron los años 90. Hoy en día no hemos logrado una victoria de los procesos populares, pero estamos en un camino de revertir las relaciones de fuerza adversas que se han instalado en Latinoamérica y en nuestro país también en los últimos cuarenta años con la excepción de algunos años donde surgieron procesos de corte progresista y populares como los de la revolución Bolivariana en Venezuela y el de Evo Morales en Bolivia.
Esos procesos modificaron sus constituciones y transformaron sus estados apoyados en una intensa movilización popular, por otro lado tuvimos gobiernos progresistas más moderados como en Argentina, Uruguay, Brasil y el Ecuatoriano que de conjunto marcaron una década donde la correlación de fuerzas se revierta pero después sufrió un retroceso a manos de un auge neoliberal que nos lleva a la situación actual que estamos transitando donde hay una especie de ida y vuelta entre proyectos que tratan de instalar cierta idea de igualdad. Y esos proyectos se enfrentan a proyectos que buscan pasar a una ofensiva conservadora sin que ninguno de los dos pueda consolidarse finalmente de manera duradera.
Hoy podemos pensar procesos de resistencia donde las relaciones de fuerza se puedan revertir en nuestro país y en Latinoamérica. Se puede dar que surjan gobiernos progresistas para marchar a horizontes de mayor Justicia Social, pero sin embargo en la lógica cotidiana hay un sentido común neoliberal instalado y extendido por toda la sociedad que es necesario combatir desde los barrios. Esto implica desarrollar procesos de resistencia con el sentido de ir gestando otras formas de entender el mundo y habitarlo desde nuevas prácticas populares. Hay un neoliberalismo desde abajo que está presente más allá de quien gobierne y con el cual debemos confrontar permanentemente. El proceso de resistencia debe ser fundamental. Para eso es vital también revertir las derrotas históricas infligidas en la década del 70 por las dictaduras genocidas y pensar en verdaderos proyectos populares.