Política botonizada o militancia organizada, por Juan Martin Chippano
Por Juan Martin Chippano
La política botonizada
“Vivimos una época donde ustedes apretan [sic] un botón y escuchan música, apretan [sic] un botón y ven una película, una serie, apretan un botón [sic] y arreglan una cita con el Tinder este nuevo que tienen, entonces todo en un botón. Y la democracia, apretan [sic] un botón y no pasa nada, porque necesitás horas y músculo para convencer y acordar y eso ha puesto en crisis severa a todos los sistemas democráticos. Se está viendo cómo resolver esa tensión”.
Frente a un auditorio juvenil, en Mendoza, con la brutalidad (en sus varias acepciones) que lo caracteriza, Macri, en un párrafo, diagnosticó nuestro tiempo y, a la vez, señaló el lugar que les jóvenes deben ocupar en la política según su proyecto político.
Mauricio, que es Macri, acostumbrado a la lógica del patrón de estancia (consistente en dar órdenes, sin necesidad de justificarlas, y en su acatamiento inmediato) pretende extrapolarla a la política democrática. Durante su gobierno lo intentó en reiteradas oportunidades. Alcanza con recordar la mañana del lunes 12 de agosto del 2019 cuando, enojado por los resultados electorales, destruyó lo poco que quedaba en pie de la macroeconomía argentina. Le fastidia que la democracia no sea apretar un botón, le molesta que le demande tiempo que podría dedicar a mirar series o películas en Netflix. A Macri no le gusta que lo cuestionen.
No obstante, hay que reconocer cierta verdad en su afirmación. Efectivamente, nuestro tiempo, el tiempo de las redes sociales y las apps, se caracteriza por la satisfacción inmediata de nuestras demandas a partir de hacer un clic. La mediación entre el deseo y la satisfacción del deseo es prácticamente inexistente. La democracia liberal, emergente del Siglo de las Luces y, por lo tanto, surgida de la creencia absoluta en la racionalidad humana, requiere tiempo, requiere diálogo, requiere mediación entre el planteamiento de una demanda, su expresión, y la respuesta a la misma.
La caducidad de este tipo de democracia fue señalada por Perón en reiteradas oportunidades. En La hora de los pueblos se puede hallar un análisis minucioso del estado del sistema de representatividad demoliberal e indicaciones de las transformaciones necesarias para que la política sea capaz de acompañar los cambios ocurridos en la realidad económica, social, cultural, material. A partir de repasar las nuevas configuraciones institucionales que emergen en el comunismo, el fascismo y el nazismo (que abandonan los partidos políticos liberales), y también en Gran Bretaña y Estados Unidos (que se organizan en dos grandes “partidos” pero que responden al mismo centro de poder), señala que, en Europa, al hablar de democracia, ya no se entiende lo que se entendía cincuenta años antes. Solo en América Latina y el Caribe se cree que la democracia burguesa y capitalista es algo actual y se continúa con la simulación.
Los sucesivos crímenes ordenados y efectivizados por los imperialismos, en connivencia con los entreguistas locales, en nuestro continente, nos impidieron realizar las transformaciones que los tiempos demandaban. Sin haber podido dar respuesta definitiva a aquellos cambios, hoy, nuevamente, el mundo nos plantea desafíos que ponen en cuestión a la totalidad de un sistema político caracterizado por la búsqueda del diálogo y consenso con el objetivo de tomar las mejores decisiones y ejecutar las mejores acciones para garantizar el bienestar de la población. Pareciera que el mandato del momento es que, si las cosas no son ya, que no sean nunca.
La propuesta de Macri para les jóvenes es clara: hay que alentar y profundizar la búsqueda de inmediatez; hay que gobernar apretando un botón; hay que “botonizar” la política. En la botonización de la política hay un triunfo absoluto del status quo: solo las demandas que se pueden satisfacer inmediatamente, esto es, las demandas “permitidas” y “reconocidas”, son válidas. Las demandas que no están al alcance de un botón no existen.
Muchas veces Cristina planteó la necesidad de construir nuevas respuestas para nuevos tiempos. La formulación más reciente es la del “Nuevo Contrato Social de Ciudadanía Responsable”. También nos advirtió que esta es nuestra última oportunidad, porque “una nueva frustración […] sumergiría a la Argentina en el peor de los infiernos”.
Estamos ante una encrucijada: si no somos capaces de dar respuesta a lo que nuestro pueblo requiere, demanda, necesita, el abismo está a la vuelta de la esquina. Pero, como ya señalamos, la satisfacción inmediata de demandas es posible solo en el marco del sostenimiento del status quo. Y nuestro objetivo militante es, justamente, derribar ese status quo.
La respuesta militante
“Vivid. Pues, y sed dichosos, hijos queridos de mi corazón, y no olvidéis nunca que hasta el día en que Dios se digne descifrar el porvenir al hombre, toda la sabiduría humana estará resumida en dos palabras: ¡Confiar y esperar!”. Esta es la última lección de Edmundo Dantés en el final de El Conde de Montecristo.
La militancia es el ejercicio de la espera y la confianza. De la espera en el tiempo que transcurre entre las acciones que se realizan y los objetivos que se persiguen. De la confianza en les compañeres y la conducción.
Esperamos porque confiamos. Y confiamos porque esperamos. Sabemos que, tarde o temprano, alcanzaremos el objetivo que nos propusimos porque confiamos en el camino que nuestra conducción nos señala y en el trabajo inclaudicable de nuestres compañeres para recorrer ese camino. En el tiempo que transcurre entre la realización de una actividad y su éxito aprendemos a confiar.
En la noche del 24 de septiembre del 2020, llegada la medianoche, en la Cámara de Diputados, mientras se debatía la ratificación del Acuerdo de Escazú y los palcos estaban llenos de jóvenes militantes del ambientalismo apoyando esa ratificación, Máximo Kirchner hizo un llamado a la militancia y a la organización: la cuestión ambiental es central para la vida de los pueblos y hay que construir los consensos necesarios para lograr la justicia ambiental. Estos consensos no se logran de la noche a la mañana, apretando un botón, sino dando las discusiones que haya que dar, organizándose, militando, convocando, persuadiendo, participando.
Pero “es muy difícil querer transformar la realidad si no nos transformamos a nosotros mismos”. Y una de las grandes transformaciones que tenemos que hacer es aprender “lo que significa la construcción en el tiempo, para no frustrarse, porque muchas veces la velocidad de los deseos es mucho más rápida que la velocidad de la construcción de lo que se quiere lograr”. Mientras Macri ¿convoca? a les jóvenes a exigir la solución inmediata, sin mediaciones, de los deseos (de los sectores dominantes), nuestro proyecto político nos convoca a construir, en el tiempo, involucrándonos, las condiciones de posibilidad para alcanzar un país en el que la felicidad del pueblo sea moneda corriente. A hacernos responsables de nosotres mismos, de les otres, del presente y del futuro.
Nadie llega a la militancia sabiendo esperar ni confiar. Cuando entramos a la organización queremos todo ya: queremos que en las primeras reuniones o actividades ya reconozcan nuestra capacidad (la que creemos que tenemos), queremos que lo que pensamos que es lo mejor se realice inmediatamente, queremos ver los resultados de lo que hacemos enseguida. Y solamente confiamos en nosotres mismes: yo confío en mí. La militancia nos enseña que todo requiere tiempo. La militancia nos enseña a confiar en nuestres compañeres y en nuestra conducción. Militar nos transforma.
Fascismo o democracia
En la botonización de la política podemos observar una herramienta que las opciones conservadoras utilizan como táctica de forma recurrente: el encubrimiento, a través de artilugios lingüísticos, de la complejidad. Detrás de apretar un botón y ver una peli hay un complejo entramado de relaciones sociales, culturales y económicas: desarrolladores de aplicaciones, directores, productores, actores y actrices, los empleados y las empleadas que sostienen el funcionamiento de la plataforma que usamos, nuestro trabajo (que nos permite pagar el abono mensual). Al botonizar el mundo buscan, intencionalmente, eliminar simbólicamente la vida relacional compleja que lo constituye y reemplazarla por un universo de usuarios cuyos deseos son satisfechos de forma inmediata, sin intermediarios, objeciones ni discusiones: “el cliente, el usuario, siempre tiene la razón”. Si no hay complejidad, la disonancia no existe y lo que no existe no puede ser nombrado. Quien pone en palabras lo que no puede ser nombrado es un paria, un loco, un hereje, y como tal debe ser perseguido, excluido, encerrado, eliminado. La botonización es el nuevo camino al fascismo.
Frente a esto, como opción posible y real, está la militancia. La militancia es el arte de lo complejo. Les militantes sabemos que cada paso que damos, cada actividad que realizamos, cada palabra que decimos, contienen en sí historias e Historias, debates, intercambios, relaciones. Por ejemplo, si llevamos adelante una olla popular, tenemos que conseguir los alimentos, los utensilios de cocina, el fuego, decidir el lugar en el que se concreta, contar con compañeres que puedan garantizar el éxito de la actividad, ordenar en una fila a quienes se acercan por su plato de comida y, a la vez, dotar de contenido político la actividad. Seguramente debamos realizar una campaña solidaria para poder garantizar los recursos, conocer el territorio para definir el lugar, tener bien en claro nuestros objetivos políticos (no hacemos beneficencia, militamos), y todo esto lleva tiempo y requiere discusión (¿es mejor en esta esquina o en aquella? ¿en el flyer ponemos esta consigna o aquella otra?), participación y compromiso. En la militancia lo complejo no se oculta, sino que se muestra, se expone, se devela. Si alguien desea colaborar, sabe que no se trata de apretar un botón y nada más: compra unos paquetes de fideos, se acerca a una Unidad Básica donde también otres se acercan a llevar sus donaciones y en la que hay militantes recibiendo esas donaciones, anotando lo que hay, registrando lo que falta, encendiendo el fuego, calentando la olla, picando cebolla, revolviendo la salsa. Al hacer que todes percibamos que somos parte de lo complejo, que nuestras acciones sostienen a y a la vez son sostenidas por les otres, que somos muches y cada une es a la vez responsable del todo, la militancia radicaliza la democracia.
Frente a la política botonizada, la militancia organizada. Cuando Cristina habla de “ciudadanía responsable”, ¿no se está refiriendo acaso a un pueblo militante? Convocar cada vez a mayores sectores de la población a militar es compartir el aprendizaje de la espera y la confianza, es evitar las frustraciones de la imposibilidad de la satisfacción inmediata de demandas, es invitar a la realización de un mundo profundamente democrático, ya que todes somos responsables de y participamos en la construcción del presente y futuro que nos merecemos. ¿Por qué nos contentaríamos con lo que un botón puede ofrecernos si podemos aspirar al logro de los mayores objetivos de todos: la felicidad del pueblo y la grandeza de la Patria?
Vamos a volver a ser felices. Todes, militantes, responsables
“Vamos a andar
Con todas las banderas
Trenzadas de manera
Que no haya soledad
Vamos a andar
Para llegar
A la vida”