Se puso de moda demonizar a La Cámpora
Por Juan Soriano*
En redes, por lo bajo y por todo lo alto, se impone en este verano de derecha (de cuatro años empezando el 10/12) demonizar a La Cámpora como los artífices de todos los males que reptan bajo el sol. ¿Sabemos todos (y todas) que para cualquier persona que simpatiza con el proyecto pero que no milita, incluso enérgicos comentaristas de redes que hicieron campaña por Daniel y que dan “la vida”(SIC) por Cristina, que La Cámpora es sinónimo de "la militancia"?
Me temo que sí pero no siempre ésta boca es mía. Imaginate entonces qué pensarán desde enfrente, entendiendo por “enfrente” a la oposición que hoy es oficialismo y que nos ha convertido a nosotros en oposición. El juego de las sillas. ¿Te acordás? Lo que difícil viene, fácil se va. Y es muy fácil pegarle al que está más arriba, más alto o más visible: así con Dios, con Cristina y con quien sea que tenga visibilidad y poder.
¿Se equivocó la dirigencia de La Cámpora? Millones de veces. Algunas muy graves y muchísimas otras veces no. En la recta final de ésta elección, se visibilizaron los errores habituales, y bajo ese pretexto se culpa de una derrota a esa agrupación. ¿Es La Cámpora un ente automático en el que cada persona que la constituye habla por un todo? Ni un poco, y eso también lo sabemos. Como también sabemos que los que tienen que cuidar los platos de comida que van a faltar, van a ser ellos en los cargos a los que accedieron con el voto popular y nosotros en la calle.
Yo, Juan Soriano, referente de “Agrupación Pingüinos”, un para nada humilde jugador de Playstation 4, y ellos, saben las enooooooooormes diferencias que tuve, tengo y tendré con un montón de cosas que vienen al caso en otros ámbitos y que oportunamente las hablamos cuando fue pertinente, con respuestas positivas a veces, negativas otras tantas y silencios odiosos otras en las que me tocó sentir que monologueaba contra un monstruo gigante que me miraba sobre el hombro con tanto desdén.
Así las cosas, la fiera más fiera está enfrente, ahora calentita en un calor que supo ser nuestro. Esperando ver cómo nos matamos entre nosotros. Sonriendo.
Cada pibe y piba, hombre o mujer que lleva esa remera, de La Cámpora o de cualquier agrupación, los militantes, lo hacen (lo hacemos) por amor al proyecto, igual que vos, pero multiplicada por mil la exposición pública y el futuro escarnio en ellos y ellas de “la orga”: fíjese que cuando me tocó armar, pensar y construir Vatayón, me tocó ser el sacapresos que sacaba reclusos para actos kirchneristas.
¿Sabía usted cuánto duraron aquellos talleres hace tantos años? Cuatro, cinco meses. ¿Sabía usted cuánto tiempo estuvimos “resistiendo con aguante” en el Borda que lo demolieran junto a los trabajadores del TP 19 y las compañeras del Picado Nac & Pop? Mucho tiempo más. El día de los gomazos y la represión, de la demolición del símbolo de lucha, en ningún lugar salió quienes eran las agrupaciones que estaban ahí, y eramos poquísimas. Porque en lo malo brillás en los medios, y en lo bueno o cuando te toca ser “víctima”, los medios te dan la espalda.
A nosotros nos pasó, de un lado y del otro: jamás en todos éstos años nos tocó la milagrosa varita mágica de tener apoyo mediático ni cuando nos operaron desde Clarín a toda mostaza, ni cuando fuimos víctimas de Macri en el Borda. Jamás fuimos invitados a ningún programa televisivo de amigos, jamás tuvimos una oportunidad de devolver un jab en 678 ni en ningún medio del Estado. Ninguno, jamás.
Y sin embargo, las patadas volaban, el estigma explotaba y tuvimos que cambiar el nombre de la agrupación porque decidimos regalarles a ellos, los malos, el término “Vatayón” para que lo relacionen ad eternum con la delincuencia. Nunca fuimos presos, nunca en mi vida vi un arma salvo en un policía, y sólo armamos un evento fuera de los penales, firmado por un montón de jueces, uno por cada individuo que salió durante tres horas. Lo repito por si no quedó claro en aquel entonces, y para que sepan que quien habla, recibía llamados de noche y le cortaban, recibía amenazas de todo tipo, leía en medios enemigos su dirección y su DNI, veía su cara en la tele en notas que no habían sido ni acordadas y vislumbraba con tristeza cómo muchos “cumpas” creían que en realidad, en el fondo, nosotros eramos los malos, y Clarín no mentía, y yo era el Jefe de una banda de cacos que salían a bailar en la cara de sus víctimas.
Yo no me sentaría a la mesa de Alfredo Leuco. Creo que no me sentaría a la mesa de Massa. Dudo mucho de saber si compartiría una Pepsi con Del Caño (me aburrirían sus construcciones retóricas y me hartaría de que me interrumpa) y no podría sentarme a comer nada con alguien de “Resistiendo con Aguante” porque me echaron de ese grupo del Facebook. Pero no tengo dudas de que me podría comer un terrible asado con Máximo, el Cuervo o Cabandié, porque sé que como siempre pasó, podría decirles lo que se me cantaran las dos ganas, malo, bueno o peor y ellos a mí también.
La velocidad para echar culpas habla bastante mal de nosotros y de la necesaria autocrítica que algunos venimos haciendo hace años, y cuando dijimos que somos la AUH, Tecnópolis, los trenes, YPF, y tanta cosa que no fue magia que la usamos y abusamos para decir que eramos los más grandes del mundo y ganar sonrisas, sepamos que también somos todas las agrupaciones que responden a un Proyecto de país (que inevitablemente no se va, y volverá de nuevo a la Rosada) en las buenas y en las malas, en los aciertos y los errores.
Sea bien nacido y no sea mala leche. Milite, súmese a una agrupación política o arme la suya (y gane las elecciones). La patria es el otro. Para siempre.
* Juan Soriano es el referente de la agrupación Pingüinos.