Una despedida al militante popular y periodista Mario Quintana
Por Santiago Asorey // Fotografía Alejandro Covello
Falleció ayer (20 de febrero), a los 102 años de edad, en el Hospital Central de San Isidro, el militante popular y periodista Mario Quintana. Después de varios años de idas y vueltas entre Suecia y Argentina, donde se exilió tras lograr sobrevivir a la última dictadura militar, permaneció sus últimos años viviendo en Buenos Aires. Empezó a militar a los 14 años en la FORA (Federación Obrera Regional Argentina). En 1941 pasaría al Partido Comunista y luego a la resistencia peronista, tras el golpe de Estado de 1955. Durante la última dictadura militar fue secuestrado y torturado por su militancia política vinculada al PRT-ERP. A partir de marzo de 1978, permaneció secuestrado en el Centro Clandestino de Detención Puente 12, luego trasladado a la Unidad 9 de La Plata y a la cárcel de Sierra Chica y, finalmente a la Cárcel de Rawson, Chubut. Pudo viajar al exilio en Suecia, junto a su hijo y su mujer.
Mario o “Pepe”, como lo llamaban sus amigos y familiares más cercanos, fue parte de la trama cultural y política de la Argentina del siglo XX. Tuvo cercanía con algunas de las figuras culturales y políticas más relevantes del siglo. Entre ellos: Federico García Lorca, Pablo Neruda, Blanca Luz Brum, Raúl González Tuñón, Alejandra Pizarnik, Roberto Arlt, Adolfo Bioy Casares, los hermanos Discépolo, Roberto Goyeneche, Violeta Parra, Leopoldo Marechal, Aníbal Troilo, Humberto Costantini, Javier Villafañe, Juan L. Ortiz, Rodolfo Walsh, John William Cooke y Alicia Eguren, entre otros. Así lo destacó el poeta y coordinador de Políticas Culturales del Centro Cultural de la Cooperación, Juano Villafañe, en sus redes sociales.
El diario Crítica, Siqueiros y Blanca Luz Brum
Comenzó en la decada del 30 su trabajo periodístico en el diario Crítica del empresario Natalio Botana, que estaba casado con su tía Salvadora Medina Onrubia. Durante esos años fue testigo de la llegada del muralista David Siqueiros a la Argentina, a quien conoció en la quinta de los Botana en Don Torcuato, donde fue creado el mítico mural envolvente Ejercicio Plástico (1933). Allí fue testigo de las tertulias que reunían a múltiples artistas como Pablo Neruda, Federico García Lorca y Siqueiros, entre otros. En una entrevista audiovisual realizada por el portal Hamartia en el año 2011, Quintana recordó a la poeta uruguaya Blanca Luz Brum, pareja de Siqueiros: “Era una mujer bellísima. Ella venia de la izquierda y después se hizo peronista. En una manifestación en el obelisco en el 45, el embajador de Estados Unidos en la Argentina Spruille Braden y Blanca Luz Brum se enfrentaron. Ella le revoleó todos los panfletos en la cara a Braden. Esto es mucho más importante que los amores compartidos entre Siqueiros y Botana” -en referencia a la película el Mural (2010) de Héctor Olivera-.
Roberto Arlt, Leopoldo Marechal y Raúl González Tuñón
En ese mismo reportaje, recordó su relación con el escritor Roberto Arlt a quien conoció trabajando en el diario Crítica siendo él muy joven: "Un día me invitó a ir su laboratorio, quedaba en el barrio de Once. Era un barrio de conventillos. Me llevó un día para mostrarme la experiencia de la rosa de cobre. Se había mandado hacer una pileta metálica y ahí hacia el baño de cobre para eternizar la belleza de la rosa. Su personalidad me encantaba. Sobre todo, la convicción con la que hablaba. Yo no sabía que era un genio. Después me di cuenta que lo era cuando pude leerlo”.
En otro reportaje realizado con AGENCIA PACO URONDO, en 2014, se refirió a su relación con el escritor Leopoldo Marechal y señalaba: “Teníamos amigos en común. Él era muy buen anfitrión y hacía reuniones muy lindas en su casa. La primera vez que fui a verlo fui acompañado de José María Castiñeira de Dios, con quien yo tenía una muy buena amistad. Era un gran poeta. Lo conocí cuando trabajaba en el Banco Central. Un día me invitó para ir a la casa de Leopoldo, era un tipo con un enorme sentido del humor. Marechal tenía una gran capacidad de afecto hacia los amigos. Era conmovedor verlo como nos trataba”.
A su vez, añadió sobre la obra literaria de Marechal: “La aparición de Adán Buenosayres fue increíble. Conmovió totalmente y fue un llamado de atención para todos. Leopoldo Marechal le dio un sacudón a la sociedad argentina. Quien lee el Adán Buenosayres comprende que ahí él estaba el germen de lo mejor del peronismo que vendría después”.
También el poeta y periodista Raúl González Tuñón vivió durante un tiempo en la casa de Mario Quintana. “Con Raúl teníamos una relación distinta. Él había sido compañero de una prima segunda de mi padre. Él era muy paternal y yo era mucho más joven que él. Estuvo viviendo un tiempo en casa cuando volvió de Chile. Era muy tímido, le costaba hablar y siempre daba posibilidades de mejorar al interlocutor lo que decía. Pero era muy distinto a Marechal, que era puro dinamismo. Raúl era un hombre melancólico. Tenía sentido del humor, pero su actitud era nostálgica. Un hombre que llevaba la poesía con él y la ejercía en todo momento. Su conducta, su forma de ser, sus opiniones iban en esa dirección. Tenía una orientación política completamente firme. Fue un gran marxista. Yo lo conocí siendo pibe, cuando estaba en la redacción de crítica. Después lo visite en Córdoba donde habían alquilado una casa junto a Petit de Murat, Darío Quiroga y su hermano Enrique”.
La vida a Mario Quintana lo llevó atravesar el siglo XX como una lanza de punta a punta, testigo y actor de la Historia: revoluciones, luchas populares, intrigas palaciegas, golpes de Estado, exilios y el desarrollo de la trama literaria y política de Latinoamérica a flor del piel; todas esas vidas vividas por un solo hombre durante más de cien años. Fue así un eslabón que unió a las antiguas generaciones con las nuevas. Tal vez como lo sintetizó con perfección su joven sobrina nieta Sol Quintana para despedirlo: “Te admiro como a nadie, te agradezco por todo lo que me enseñaste. Fue un lujo tener en mi vida a este héroe”.