Macrismo: mucho más que banderitas y globos
Por Juan Ciucci
Una nueva elección, y el macrismo reaparece entre bailes, globos y cartelitos amarillos. Esa efervescencia noventosa que tanto nos repele, se ha construido sin embargo como rasgo identitario. Los discursos que intentan calmar esta fiebre política, parecen ser ahora hegemónicos. Ahí está Massa para atestiguarlo, alguien que sin dudas supo recoger este legado del PRO. Aun sin saber qué tipo de acuerdos tienen (ya que ni ellos se ponen de acuerdo para explicitarlos), sin dudas la vanguardia que Mauricio impulsa está llegando a todos lados.
Luego de años de disputa política, para algunos llegó el tiempo de despolitizar. Vuelven ciertos relatos de la gestión, con personalidades que nos recuerdan al empresario emprendedor, esa simpática fábula del capitalismo. Un hombre que ha construido su destino, su presente, casi como una PyME.
Los chicos de amarillo son especialistas en ello, y a esta altura, más de uno debería reconocerles eso. Sobre todo aquellos que andan tan contentos con esta generación intermedia. Esos que imaginan un futuro con menor intensidad política.
En la Ciudad de Buenos Aires, el PRO ha conquistado una identidad y un electorado. En otra época algunas vertientes cuasi-progresistas habían conseguido lo mismo, y aun hoy subsisten con un margen de aquel botín. Hoy Macri logra conducir un espacio con posibilidades de existencia por fuera de su persona. Ese amarillo que invade la Ciudad, logra que algunas personalidades menores de la política argentina puedan llegar al Congreso. Aunque siga recolectándolos del fútbol o del espectáculo, hoy puede construir esos candidatos. Ellos ya son conocidos, pero al sumarse al PRO, adquieren una identidad que el votante reconoce. Podemos decir que no es tan clara su propuesta, pero es justamente esa una de sus principales características.
“Juntos podemos” fue su último eslogan, y parece confirmar sus aspiraciones de centroderecha con voluntad de mayorías. Han logrado conquistar el poder del Estado y si bien muchas de sus políticas tienen la clara voluntad privatista de los noventa, no abjuran de él como gustaban hacer los liberales, de Alsogaray a López Murphy. El transporte público es hoy una de esas vertientes, con demoras injustificadas y sobreprecios incluidos. Pareciera que la torpeza logra hacer visible el trabajo que realizan, y por eso el tiempo en que la 9 de Julio estuvo prácticamente intransitable, necesario para que sus votantes comprueben sus obras.
Por ahora el país les resulta esquivo, con escasas presencias provinciales, y solo pueden pensar en proyectarse con alguna alianza cercana a la Unión Democrática. Veremos qué sucede de aquí al 2015. Por ahora, el PRO se logra consolidar en la Ciudad. Y nos obliga a intentar interpretarlo con mayor seriedad de la que dimos hasta ahora.