Pocas puertas y pocas posibilidades.
Por Maximiliano Van Hauvart Duart
El 30 de abril de 1975 fue la fecha que Estados Unidos nunca olvidaría. La Guerra de Vietnam, que buscaba aplacar en sus principios a las fuerzas independentistas por parte de los franceses y posteriormente, la eliminación del mal rojo por parte de los norteamericanos, había fallado. Estado Unidos sigue sin querer aprender de las lecciones que le ha dado la historia tanto en relaciones diplomáticas pero más que nada en la guerra. Cuando no hay objetivos estratégicos y no se define, según las ciencias políticas, el fin, entonces, la guerra, cuando llega a ese punto, esta perdida. Cualquier intento de lograr el éxito se ve frustrado automáticamente, como un software.
Faltando un año para cumplirse los cuarenta años desde que USA se retiró de Vietnam para volver, muchos años después, a Afganistán.
Estados Unidos, como potencia imperial, se basa en conceptos del colonialismo adaptados a los nuevos tiempos. Busca las excusas y los pretextos necesarios para cualquier tipo de intervención militar amparándose en ser los paladines de la justicia, la libertad y la igualdad en el mundo pero toda intervención conlleva nada más que una sola cosa: muerte.
El atentado del 9/11 fue el justificativo ideal. El Gobierno de los Estados Unidos, encabezado por George Bush, culpó de los atentados que dejaron un saldo de 3000 muertos al grupo terrorista islámico: Al-Qaeda. La operación había consistido en la captura y secuestro de distintos aviones de diversas aerolíneas que fueron redirigidos a objetivos claves como el Pentágono y el Wall Trade Center o mejor conocido por la gente como las Torres Gemelas. Los aviones se estrellaron en sus objetivos generando daños en infraestructura como en la pérdida de vidas humanas. Pasados los días de luto y tristeza que asolaron la población norteamericana, USA decidió tomar cartas en el asunto. Con un atentado que, según diversas investigaciones realizadas por periodísticas e investigadores, al parecer el Estado y las agencias de seguridad, tanto externas como internas, sabían de la existencia de un posible atentado en suelo patrio. Dichas teorías fueron refutadas por la población en general. Con la población a su favor y los medios económicos y de comunicación para sembrar el discurso de un Estado presente que defienda su soberanía, la seguridad de sus habitantes y el estilo de vida norteamericano, el escenario estaba preparado.
Irak y Afganistán, países islámicos del Medio Oriente, fueron sus objetivos de intervención. Un vez más, los Estados Unidos, volvía a intervenir militar y políticamente en países a miles de kilómetros de casa. Los intereses varios. Desde la extracción del petróleo para impulsar a las empresas y el sistema industrial nacional hasta una posición táctica en lo geográfico para un despliegue eficaz por sobre otros países limítrofes.
Pero Afganistán es clave para entender el pasado y la sombra atrás de la potencia mundial. La intervención en Afganistán es un reto geográfico y étnico para cualquier ejército de ocupación, sean los intereses que sean. La URSS, durante la Guerra Fría, se había golpeado contra una gran pared: problemáticas en un terreno montañoso en el cual durante el día las temperaturas podían superar los 45ºC y a la noche, perforar los -10ºC. La dificultad para la movilización de tropas mediante vehículos terrestres generando atrasos constantes en la entrega de suministros, material, equipo y refuerzos. Cuando un ejército, dentro del teatro de operaciones, no sabe lidiar contra las adversidades geográficas y climatológicas, tiene media batalla perdida. Sumemos a esto que la bienvenida para las tropas de los EE.UU como de la OTAN no fue la mejor. Estados Unidos, Gran Bretaña, Holanda, Bélgica, Canadá, España, Francia, Italia, Dinamarca y otros países de Europa se sumaron a una Coalición de Fuerzas Operacionales en territorio afgano. Los atentados se fueron sucediendo en edificios públicos como en las embajadas y bases militares. La forma de lucha afgana es el fiel reflejo de lo que se conoció durante muchos siglos como escaramuza o guerra de guerrillas. Pequeños grupos asediando emplazamientos militares, colocando minas terrestres, preparando emboscadas, impulsando derrotas rápidas y contundentes en las fuerzas de ocupación. La problemática étnica que, sabiendo las enormes diferencias que pueden tener los clanes afganos entre sí, logró la unificación de los mismos para dar la lucha contra un enemigo que, durante la Guerra Fría, habían luchado codo a codo. Todo lo que no tenía que pasarle a Estado Unidos, le pasó. Ahí su gran error de no querer aceptar la realidad. Cegados por su sed de venganza las consecuencias ya toman color y empiezan a ocupar el escenario central del debate político nacional de USA.
Por otra parte, Al-Qaeda, la célula terrorista a nivel internacional, fue comenzando a decaer con el correr de los años. Las operaciones del Servicio Secreto en conjunto con la CIA y agencias internacionales fueron obteniendo sus frutos. Secuestros, torturas, extorciones, vigilancia, intervención de redes de internet como de celular, todo lo necesario para que los malos no se puedan escapar. La cacería no llevó mucho tiempo. El objetivo primario que se habían puesto desde el Departamento de Defensa fue la eliminación de los cabecillas de dicha organización. Uno por uno fueron cayendo bajo operaciones y misiones que llevaron unos gastos millonarios, recursos humanos y la participación de fuerzas de elite como los Seals. Esta unidad de combate altamente entrenada durante décadas la posiciona en el escalón más alto en lo que refiera a fuerzas de operaciones especiales. Reconocidos a nivel internacional, los Seals son una elite de las fuerzas armadas que se encargan de operaciones complejas en situaciones extremas con tasas sumamente bajas de éxito. La frutilla que coronó la gestión de Obama frente a la problemática que su predecesor, Bush, había comenzado llegó: la muerte de Osama Bin Laden a manos de los Seals en una operación clasificada como Defcon Delta 1, el máximo nivel de alerta y prioridad en una misión militar.
Las plazas de todo Estados Unidos fueron el epicentro de mega concentraciones en donde muchos de los jóvenes que se encontraban allí habían sido esos niños u adolescentes que vieron en carne propia los atentados a las Torres. La propaganda, los hermanos y familiares de amigos que se unían al servicio militar, la constante propagación del terror, el odio hacia el islamismo propagada por el Estado y el uso del odio como combustible para justificar, una vez más, la intervención militar en Estados Unidos.
Pero Afganistán está lejos de ser una victoria épica y gloriosa para las yankees. Desde los más de 10 años que las tropas norteamericanas tocaron suelo en territorio afgano, no se logró el objetivo primario que se habían proclamado: la erradicación y exterminio de los talibanes y cómplices de Al-Qaeda.
En lo económico, Estados Unidos enfrenta un gasto para dos y medio de millones de veteranos en donde, sin intenciones de dar el brazo a torcer, el capital destinado a las fuerzas armadas y las intervenciones militares seguirían y con un aumento de mayor presupuesto nacional de mano de las fuerzas republicanas en el recinto parlamentario. Desde que inició la guerra de Irak y Afganistán se gastaron nada más y nada menos que 6 billones de dólares. Al darse un aumento del presupuesto militar, los presupuestos para salud y servicios básicos se esta achicando al punto que, como todo sistema económico, colapse y entre en crisis.
La retirada no está dentro de los planes de la Casa Blanca. ¿Un motivo? Si, muy fácil. No se justificaría una retirada con la inversión que se ha puesto y llevado adelante en suelo afgano. La lucha, más allá del terrorismo y el Islam, se bate entre las culturas occidentales y tradicionalistas. La batalla de dos mundos.
A fines de 2013, la coalición de las fuerzas de EE.UU y la OTAN junto al Presidente de la República Islámica de Afganistán, Hamid Karsai, llevaron al debate, tanto nacional como internacional, la creación del Acuerdo de Cooperación y Seguridad y Defensa de los Estados Unidos de Norteamérica y la República Islámica de Afganistán (A.C.S.D.E.U.N.R.I.A). La lucha por la discusión del documento fue áspera. Karsai dijo que no habrá ningún tipo de inmunidad a las fuerzas de EE.UU si la Loya Jirga (asamblea conformada por los jefes tribales de Afganistán) no lo acepta. Pero el acuerdo, entre discusiones, logró crear un borrador. Antes de esto la OTAN le había informado, tanto a Karsai como a Obama, que si el acuerdo no se firmaba para principios del 2014, las fuerzas del OTAN se retirarían antes de comenzar el 2015 ya que no consideran una intervención sin el permiso de las autoridades nacionales de dicho país. Si la OTAN se retira, significaría la pérdida de 15.000 millones de dólares para el pueblo afgano el cual permite pagar los salarios de las fuerzas armadas y de la policía y los servicios básicos en el país. Esto, claramente fue un jaque para USA. Pero el acuerdo logró salir. Alguno de los logros que obtuvieron los yankees que se saben son: Estados Unidos tiene el derecho para ejercer la justicia en suelo afgano, solo podrán quedarse en el territorio entre 9000 y 15000 soldados, podrán quedarse con las bases aéreas y terrestres y la inmunidad completa en todo tipo de acción realizada en sus operaciones. Las fuerzas podrán, además, estar en el territorio hasta el 2024. Solo el tiempo sabrá que le puede deparar Afganistán a los Estados Unidos. USA no está ni siquiera a un paso de haber consolidado una posible victoria.