Un lugar en el infierno llamado Hebrón
Por Ezequiel Kopel
Hay tres acontecimientos que moldearon la historia del conflicto israelí- palestino en los últimos veinte años, no sólo por su relevancia sino por sus consecuencias: la masacre de la Tumba de los Patriarcas en 1994, el fracaso de las conversaciones de paz en 2000 y la retirada israelí de Gaza, en 2005. Diversos analistas dirán que esta arbitraria selección deja de lado hechos relevantes como el asesinato de Rabin en 1995 o la visita de Sharon a la explanada de las mezquitas en 2000, o incluso la muerte de Yasser Arafat en 2004, pero ninguno de estos sucesos desencadenó consecuencias tan nefastas y destructivas como la matanza perpetrada por un colono israelí llamado Baruch Goldstein hace exactamente veinte años.
La historia es más o menos así: un 25 de febrero de 1994, en horas de la mañana y durante la fiesta judía de Purim, un doctor de nombre Baruch Goldstein y habitante del asentamiento israelí de Kiryat Arba en la ciudad palestina de Hebrón, ingresó vestido con su ropa de soldado reservista y su fusil Galil a la sección musulmana de la Tumba de los Patriarcas, lugar sagrado donde funciona tanto una mezquita como una sinagoga pues se cree que allí están enterrados los patriarcas judíos, considerados santos también por musulmanes y cristianos. Allí adentro, mientras los creyentes musulmanes rezaban por la festividad islámica de Ramadán, el doctor Goldstein asesinó a 29 personas e hirió a más de 125, aunque habitantes de Hebrón afirman que este número fue mucho mayor. Luego de disparar 108 tiros, el asesino fue alcanzado por los sobrevivientes y golpeado hasta la muerte con un extinguidor de incendio.
Más tarde, la comisión israelí Shamgar que analizó este magnicidio, argumentó que el alto número de muertos y heridos, así como la eficiencia de los disparos, se debió al rebote de las balas en una sala que es pequeña, a que todos los feligreses estaban de espaldas rezando y a que Goldstein estaba parado frente a la única salida. La comisión especificó que la matanza fue premeditada: entró con su ropa del ejército para confundir a los guardias que custodiaban las tumbas y su intencionalidad fue interrumpir el proceso de paz iniciado por palestinos e israelíes un año antes, hecho sobre el cual Goldstein creía que desembocaría en la creación de un Estado palestino y la evacuación de los judíos de Hebrón.
Un día después de la masacre, el Fiscal General de la Nación, Michael Ben-Yair, el ministro de Medio Ambiente Yossi Sarid y el viceprimer ministro Yossi Beilin trataron de convencer al Primer Ministro Yitzhak Rabin de que aprovechara la indignación experimentada por la opinión pública israelí ante los asesinatos y evacuara a los fundamentalistas judíos con residencia en Hebrón. Sin embargo, Rabin, temiendo una gran confrontación en los territorios ocupados entre los colonos israelíes y los palestinos, decidió exactamente lo contrario e impuso un toque de queda en la población palestina de Hebrón. De esta manera, 120 mil palestinos quedaron presos dentro de sus viviendas por un crimen que ellos no habían cometido y del cual fueron víctimas.
Pero la mecha ya estaba encendida: 33 palestinos fueron asesinados a manos de las fuerzas de seguridad israelíes en los disturbios que siguieron a la masacre. Tampoco el toque de queda fue realmente levantado: desde aquel momento, 322 negocios palestinos de la calle Shuhada -arteria principal que bordea la Tumba de los Patriarcas- debieron cerrar en forma permanente por "cuestiones de seguridad" y los vehículos palestinos tuvieron el acceso prohibido. Todo esto sumado a que, desde 2000, los palestinos no pueden caminar por toda la extensión de la calle y sólo pueden hacerlo a través de la parte dividida por una barrera que los separa de los israelíes.
Asimismo, las consecuencias de la masacre no terminarían ahí y cambiarían la cara de la región para siempre. En el libro Muerte en el nombre de Dios, los autores Michael Karpin y Ina Friedman relatan como Yigal Amir, futuro asesino del primer ministro israelí, viajó a Kiryat Arba en febrero de 1994 para ofrecer sus respetos a los familiares y amigos de Goldstein donde reflexionó que la comunidad judía en Hebrón no era extremista o fanática sino "una comunidad que lucha muy duro por toda la Nación; fue después de Goldstein que surgió en mí la idea de hacerme cargo de Rabin". Un año y medio más tarde, Yigal Amir lo asesinaría de dos tiros en la cabeza luego de que pronunciara un discurso por la paz en Tel Aviv. Seis meses después del asesinato, Benjamin Nethanyahu, que se había opuesto a los acuerdos de paz de 1993, ganaría las elecciones, abriría un controvertido túnel por debajo del Muro de los Lamentos, establecería unilateralmente el barrio Har Homa en la parte de Jerusalén ocupada ilegalmente por Israel y haría todo lo posible para erosionar la confianza palestina sobre las intenciones de paz de los israelíes. A fines de septiembre de 2000, los palestinos lanzarían la Segunda Intifada que provocó la muerte de más de mil israelíes y de poco más de cinco mil palestinos.
Otro de los resultados de la matanza en la Tumba de los Patriarcas fue la decisión del movimiento Hamás de iniciar ataques suicidas dentro del territorio de Israel y no sólo en los territorios ocupados (hasta la masacre, todos los ataques suicidas se habían sucedido contra soldados y colonos en Cisjordania y Gaza). El doctor Matti Steinberg cita en su documentado trabajo Frente a su destino que dentro de Hamás existió un gran debate interno sobre la efectividad de realizar ataques contra la población civil israelí. Steinberg, que durante los años noventa sirvió como asesor del Servicio Secreto interno israelí para Asuntos Palestinos, indicó que pasar de los ataques dentro de los territorios ocupados contra objetivos militares hacia los atentados contra objetivos civiles dentro de Israel se debió "directamente a la masacre perpetrada por Baruch Goldstein”. Un comunicado del Hamás emitido por esos días anticipaba que "si Israel no puede distinguir entre combatientes y civiles desarmados, Hamás está obligado a tratar a los sionistas de la misma forma pues tratar de igual a igual es un principio universal". 40 días después, al terminarse el periodo de duelo según lo establecido por la religión islámica, Hamás ejecutaría su primer atentado suicida dentro de Israel en la ciudad norteña de Afula, asesinando a ocho personas e hiriendo otras cincuenta.
Hoy, Hebrón es una ciudad divida en dos por un protocolo firmado en 1997, según el cual los israelíes dominan el 20 por ciento de la ciudad, incluidos sus lugares bíblicos (siendo éstos sólo el 0,5 por ciento de la población total de la ciudad), sin contar el asentamiento de Kiryat Arba. No hay ningún otro lugar en toda Cisjordania donde los colonos hayan tomado parte de la infraestructura de una ciudad palestina -y no cualquier ciudad sino la más grande-, donde 800 soldados custodian a 700 colonos, donde una población armada con privilegios y armas amenaza a diario otra desarmada, donde existen calles separadas para palestinos e israelíes, donde se hallan 120 calles cerradas por bloques de concreto y 18 puestos de control para impedir la libre circulación palestina y donde predomina una infinita cantidad de reglas invisibles impuestas por los colonos que sólo los locales conocen.
En fin, Hebrón es el lugar donde el apartheid israelí vive.