Axat: “Hubiera querido defender a mis padres”
Además, denunció a los jueces que mantienen prácticas vinculadas a la última dictadura cívico militar y celebró la incorporación del testimonio de los hijos de las víctimas del terrorismo de Estado en los juicios por crímenes de lesa humanidad.
Julián Axat tenía siete meses cuando sus padres Ana Inés Della Croce y Rodolfo Jorge Axat fueron secuestrados. La noche del 12 de abril de 1977, una patota compuesta por personas de civil y uniformados de la Policía de Buenos Aires y el Ejército ingresó por la fuerza a la casa de su abuela materna y se llevó al matrimonio que aún permanece desaparecido. Desde la habitación de huéspedes, el bebé lloraba ante el griterío y la violencia ejercida hacia su familia; sólo pudo ser calmado por su tía Cristina Isabel Della Croce, quien posteriormente lo crió.
A partir del relato de familiares y compañeros de sus padres, logró reconstruir su historia y celebró la incorporación del testimonio de los hijos de desaparecidos en los juicios por crímenes de lesa humanidad: “Si bien no teníamos la conciencia para el recuerdo, de algún modo nuestros cuerpos sintieron, percibieron, escucharon gritos; si yo lloré en el momento en el que mis padres eran llevados por esa patota, creo que el sólo hecho de estar ahí me hace ser un testigo legítimo”. Aunque también resaltó que sus padres “son los verdaderos testigos, pero no pueden contar qué les pasó antes de que los ejecuten".
Al momento de la detención, su padre tenía 30 años y su madre 26; ambos estudiantes de la Universidad Nacional de La Plata y militantes de base de Montoneros. Ana Inés Della Croce era licenciada en biblotecología, estudiaba antropología, trabajaba en la biblioteca de la Universidad Católica de La Plata y participaba en actividades de alfabetización en la zona de Abasto (periferias de La Plata). Roberto Axat estudiaba dos carreras: medicina y filosofía y trabajaba en el frigorífico Swift, donde “estaba practicando una proletarización” y tenía una comprometida militancia sindical.
En este sentido, el testigo solicitó que en la sentencia se dé cuenta de la destrucción de los tejidos obreros y de la organización política de los trabajadores de la zona de Berisso y Ensenada. “El terrorismo de Estado buscaba un disciplinamiento de clase y un exterminio de la clase obrera de manera directa; y el centro clandestino de detención “La Cacha”, estaba dirigido a desarticular las organizaciones y a los poderes de base”, afirmó Axat.
Varios testigos que han declarado en la causa destacaron el apoyo de “Simón” y “Simona” (nombres por los que eran conocidos dentro del campo de concentración): “Lo que más tranquilo me deja es que adentro del centro clandestino de detención, después de la tortura y los golpes, si las personas mantienen la solidaridad, la fuerza, el carisma y el humanismo creo que más allá de su desaparición dejan una energía especial sobre los demás, y eso es lo que me han transmitido en cada abrazo los testigos que pasaron por acá”.
Julián Axat destacó que su decisión de estudiar abogacía estuvo relacionada a que su abuelo Carlos Alberto Axat se destacaba en esta profesión y le enseñó que “el mundo del derecho podía servir para cambiar lo que él no había podido cambiar […] que podía ser transformador y que la justicia podía ser otra”. Luego de señalar la suerte con la que contaban los imputados allí presentes por contar con el derecho a defensa, Axat dijo que “Hubiera querido defender a mis padres”.
El testigo recordó su labor como defensor penal juvenil, donde varias veces tuvo que presentar hábeas corpus ante la detención y tortura de chicos de la periferia de La Plata o el conurbano bonaerense y como respuesta obtenía la imposición del pago de las costas del procedimiento, al igual que le sucedió a su abuelo ante los pedidos presentados al ex juez Héctor Gustavo de la Serna Quevedo para averiguar el paradero de sus padres. “Hay jueces que continúan con prácticas vinculadas a la dictadura”, señaló Axat, que puso como ejemplo el caso del juez retirado Pedro Soria como uno de los tantos magistrados que sostienen una “endogamia corporativista”.
Finalmente, sobre el juicio por los crímenes perpetuados en el centro clandestino de detención “La Cacha”, donde estuvieron detenidos-desaparecidos sus padres, Axat señaló: “Es parte de la transformación y creo que si no estuvieran estos juicios nosotros (los hijos) también nos sentiríamos incómodos tras la palabra desaparecido, secuestro, allanamiento, detención y terrorismo. Creo que este país ha asimilado esas palabras y que eso es parte de la justicia”