Crisis política en Bahía: renunció el director del Instituto Cultural

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Crisis política en Bahía: renunció el director del Instituto Cultural

02 Septiembre 2014

Por Sergio Raimondi (*)

Hoy renuncié al cargo de director del Instituto Cultural de Bahía Blanca, el que había asumido en diciembre de 2011, por no compartir el cambio de orientación política del gobierno del que formaba parte. No fue una decisión fácil. En política, 2 + 2 no siempre da 4. El peronismo, por si fuera poco, tiene casi la extensión del mundo conocido.

Hacer política cultural es hacer política en su sentido más extenso: es proyectar modos de hacer sociedad. Esos modos son muchos, porque se puede privilegiar esto o aquello; en esas diferencias está la política. Los lineamientos de una política cultural no pueden estar aislados o desajustados con los presupuestos generales de la política de un gobierno; caso contrario, más tarde o temprano pierden su sentido y legitimidad, su potencia y capacidad de multiplicación.

A lo largo de estos dos años y ocho meses, en un trabajo que involucró a casi todos los actores de la sociedad, se trabajó con la voluntad insistente de ampliar los espacios públicos, de descentralizar los circuitos y promover las acciones en los barrios, de privilegiar y generar mejores condiciones para los artistas de la ciudad, de ubicar definitivamente a Bahía Blanca en el mapa de festivales y encuentros nacionales, de dar centralidad a diversas manifestaciones populares (desde una peña folklórica hasta la preparación de una cazuela de camarón), de reconocer la necesidad de revisar la historia de la ciudad, de producir una instancia estatal de articulación con la producción independiente, etc. En fin, a lo largo de este período se pudo demostrar que diseñar y ejecutar una política cultural pública es un modo concreto y eficaz de generar transformaciones en la vida social a partir de una idea de la ciudad. ¿Qué manifestó la dinámica cultural de la ciudad en estos años? Que Bahía Blanca tiene su versión plural, heterogénea, abierta. Que Bahía Blanca puede ser una ciudad más amable donde vivir.

Tuvimos los carnavales más grandes y populares de una ciudad supuestamente apática. Los artistas locales estuvieron presentes en la casi totalidad de las acciones, con un grado de visibilidad inédito en los últimos tiempos. Los espacios públicos, ya no solo el Parque de Mayo, sino el Independencia, el de la Ciudad, el Illia, el Paseo de las Esculturas, muchísimas plazas, el mismísimo balneario Maldonado y ahora hasta el recinto del Concejo Deliberante se volvieron por insistencia espacios de encuentro. El Teatro Municipal, del que pudimos festejar los 100 años, tuvo su actividad frenética habitual, pero se generaron además como pocas veces actividades en todos los barrios de la ciudad, haciendo teatros y auditorios de clubes, sociedades de fomento y delegaciones, como lo demostró el programa ya clásico de las vacaciones de invierno. Se transformó la Estación Sud en un verdadero complejo cultural con cientos de recitales y lecturas en su Confitería y acciones constantes en la Salita de la Estación, el nuevo taller de Los Chopen, el ¡destinado a ser ampliado! Museo del Deporte y la Plaza del Tango. Sacamos la historia de la ciudad del subsuelo y llevamos, después de muchos intentos previos fracasados, el Museo Histórico al gran edificio del ex hotel de Inmigrantes, con una narrativa nueva capaz de presentar las tensiones y conflictos de esa Bahía Blanca de la que poco se habla: la mapuche, la anarquista, la peronista... Dimos contenido al Centro Cultural Malvinas de Zelarrayán y Cuyo en un trabajo conjunto con los veteranos de guerra, relegados durante tanto tiempo de una palabra pública. Regularizamos con convocatorias y selecciones dos herramientas claves de financiamiento para los artistas y asociaciones de la ciudad, como son el Fondo Municipal de las Artes y la ordenanza de Solidaridad Cultural, cumpliendo con las entregas establecidas. Sacamos a las bibliotecas populares a la calle: con el bosque que crecerá sobre Parchappe y con los picnics de bibliotecas en el Paseo de las Esculturas. Afianzamos un cronograma de encuentros y festivales que hace de nuestra ciudad un polo cultural de renombre a nivel nacional: de teatro, de cine, de poesía, de murga, de circo, de guitarra, de animación, de tango, de música electroacústica, artes visuales, artesanos, candombe, hip-hop, folklore, etc. Mejoramos el programa de la Comedia Municipal, único en el país, con jurados cada vez más renombrados, nuevas incorporaciones al elenco y la edición de cuadernillos para que los docentes trabajen antes y después de ver las obras. Mediante un largo e intenso proyecto de ordenanza favorecimos que los espacios culturales independientes de la ciudad tengan un futuro sobre bases sólidas, y añadimos, con un Fondo de Fomento específico para ellos, una nueva herramienta de financiamiento destinada a la producción local. Hicimos del Coloso Cultural en Villa Mitre un auténtico centro de la cultura popular, con milongas, peñas, ferias y los más variados encuentros. Reorganizamos y duplicamos el programa de talleres. Afianzamos el Encuentro Nacional de Artesanos como una de las grandes fiestas federales de la ciudad, justificando sin dar lugar a duda su presencia en la plaza Rivadavia. Marcamos con numerosos proyectos conjuntos la tendencia de la articulación necesaria entre el Instituto y las cinco escuelas de arte de la ciudad, más allá de sus lógicas administrativas diversas. Comprendimos la Fiesta del Camarón y el Langostino como la gran fiesta comunitaria destinada a revisar la relación tan complicada como clave entre el puerto, la ciudad y la región, con noches multitudinarias y la cazuela gigante como centro de atención, e impulsamos las primeras dos ediciones de la fiesta de otra comunidad fundamental: la de la Carne, en Gral. Cerri, con las vaquillonas al asador que se corresponden con su historia productiva. Generamos los primeros encuentros de orquestas escuela de la ciudad con el fin de darle visibilidad a los programas insustituibles de White y del barrio Miramar.

Planteamos la necesidad de abordar la cultura desde su perspectiva educativa, haciendo de las aulas de la ciudad laboratorios donde pensar agenda política con el proyecto en torno a la historia social del arroyo Napostá. Con la señalización y recuperación patrimonial de la llamada Zanja de Rosas y la casa-azotea de Pronsato, mediante un convenio con el área de arqueología de la UNS, mostramos la convicción de que una política cultural se sostiene desde el reconocimiento del territorio. Además expandimos y diversificamos las estrategias de comunicación, claves para propagar una agenda día a día más numerosa de actividades: nueva página de facebook, spots radiales semanales, spots de televisión, nueva página web con nuevas herramientas como el mapa virtual y los 360°, y además la primera revista del Instituto, Rompeviento, 19 números con tiradas de 5000 ejemplares distribuidos en todas las unidades sanitarias del partido.

No tengo una formación política clásica, ni relación orgánica o adscripción estricta a ninguna agrupación en particular. Soy de una generación que ha tenido una relación difícil con la política: la que vivió parte de su adolescencia durante la dictadura, se entusiasmó con la primavera democrática y atravesó con decepción los gobiernos menemistas y de la Alianza. Tal vez por eso estoy entre quienes pudimos ver en el proyecto del gobierno nacional actual la recuperación y actualización de planteos e intenciones de las grandes tradiciones democráticas argentinas. Dos de esos planteos fundamentales son, sin duda, la necesidad de recuperar la política como valor y la de volver a hacer presente el Estado en la vida cotidiana de todos.
Yo le agradezco por lo tanto al intendente Gustavo Bevilacqua la posibilidad que me dio de ocupar un rol en el Estado municipal y ejercer esa enorme responsabilidad de trabajar para mejorar la vida común. Traté de hacerlo con la mayor pasión y el mayor compromiso. Vivimos en una sociedad donde hacer política y ejercer un cargo público son acciones consideradas todavía desde la desconfianza. Eso es por supuesto el resultado de una formación democrática aún muy reciente, en la que hace falta seguir trabajando; desde la política. Porque no hay más que la política para hacer mejor política. Una renuncia también es un ejercicio de la política.

Gracias a todos los compañeros del gobierno con quienes pude trabajar a lo largo de este tiempo, desde los secretarios a cada uno de mis colegas municipales que mueven con su trabajo el día a día de la ciudad, y por supuesto muchísimas gracias a mis compañeros del Instituto Cultural, en todas sus áreas, con quienes de forma esforzada y constante pudimos armar un equipo impresionante. Pero las gracias en esta ocasión son sobre todo a los vecinos y ciudadanos (¡incluidos los artistas, claro!) con quienes corroboramos a lo largo de estos dos años y ocho meses el lema “CULTURA ES TRABAJO COLECTIVO”. Aprendí muchísimo de cada uno. A seguirla.

(*) Docente y escritor. Ex director del Instituto Cultural de Bahía Blanca.