A 40 años del asesinato del Negro Atilio López

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A 40 años del asesinato del Negro Atilio López

15 Septiembre 2014

Por Emanuel Bonforti

 

El Negro fue hijo de su tiempo, pero de los buenos hijos que entrega la historia y que se convierte en leyenda para los sectores trabajadores. De primer nombre Hipólito, nació meses antes del derrocamiento del caudillo popular, del primer golpe de estado que encerraba el histórico odio de la oligarquía, de cuyo odio será victima el propio Atilio.

A los 21 años, López comienza a trabajar en la Corporación Estatal de Transporte Urbano (CATA) en Córdoba, a los pocos meses es elegido como delegado por sus compañeros, corría el año 1952 y el impacto de la situación de Evita calará hondo en los jóvenes trabajadores de la provincia serrana. Es un dato no menor el lugar donde le toca trabajar al Negro, la Corporación Estatal, pronto el odio de la Revolución Fusiladora intentará privatizar la CATA.

Para un joven que se formó en la Década Peronista, vivir en Córdoba no era una tarea sencilla durante esos años, se ha demostrado con el tiempo el vínculo que existió entre los hombres de la Fusiladora del 16 de septiembre de 1955 y las escuelas militares de la Docta.

El golpe de Estado había generado la sensación de orfandad para los trabajadores, quienes fueron el sector más beneficiado durante el período 1945/55 a partir de una política de expansión de mercado interno, plena ocupación laboral y derechos sociales provistos por el Estado de Bienestar peronista. Pocos dirigentes sindicales entendieron  en 1955 el cambio de proceso y cómo proceder en una coyuntura política y económica adversa. En momentos de desventaja es cuando salen a la luz las virtudes y los defectos de los hombres, algunos decidirán no involucrarse en la lucha por cuestiones tácticas, otros se adaptarán a la nueva situación y otros, ante el nuevo escenario, decidirán inventar una estrategia de resistencia de lo contrario solo quedaría el error.

La ausencia de dirección permitirá que de forma embrionaria salga una selección natural de cuadros sindicales, cuya creación ante una nueva realidad se hacía impostergable. De esta selección surge Atilio en Córdoba.

Prontamente, adquirirá un rol fundamental en la Córdoba de esos años, desde su lugar como secretario general de la Unión Tranviarios Automotor desafiaba no solo al programa económico de la dictadura sino también al proyecto político que empezaba a dar muestras de ribetes desarrollistas y que se cristalizó con la llegada de Arturo Frondizi al gobierno.

Generalmente, se explica la actividad sindical en Córdoba como un reflejo social de un nuevo modelo productivo influenciado por el Desarrollismo económico que permitía a través de su producción en escala ubicar diferentes franquicias industriales de los principales monopolios internacionales vinculados con la industria.

Las luchas sindicales de aquel entonces deben ubicarse en la dependencia de los países del continente americano generadas por el imperio del Norte. En nuestro caso, las experiencias nacionales y populares habían sido interrumpidas para imponer programas desarrollistas que apuntaban a revertir conquistas sociales y Atilio se levanta contra estas tendencias. Al decir de Hernández Arregui, el desarrollismo era una variante del imperialismo encaminada a desarmar la economía y la conciencia nacional.

Con lo cual, en términos de tablero político los movimientos sindicales toman en determinado momento expresiones defensivas para mantener viejas conquistas, aunque a veces pueden pasar a la ofensiva exigiendo una programática de avanzada, si se los compara con los sindicalistas conciliadores que habían decidido pactar con las dictaduras o con las democracias que sostenían las proscripción peronista.

Esos momentos de expansión de masas que tiene a los movimientos sindicales como expresión progresiva, se encuentra en los Programas de La Falda y Huerta Grande dos  claros ejemplos de lo que hombres como Atilio López podían llegar a proponer. Los Programas exceden las propuestas meramente sectoriales y hacen un análisis de coyuntura desde la óptica del nacionalismo revolucionario popular.

Nuevamente, no es llamativo que estos programas encuentren en el interior del país y en sus hombres los principales artífices de su confección. Atilio era consciente del rol que ocupa el movimiento obrero en los países semicoloniales, y dicho movimiento adquiere una fuerza histórica que lo diferencia de otros actores, ya que además contiene una clara conciencia sobre las tareas nacionales que es necesario llevar a cabo. Son estos programas expresiones de la necesidad de concretar  esas tareas nacionales que eran bloqueadas por el capitalismo monopolista impulsado por el imperialismo en su etapa desarrollista y que encontraba su escribanía en las fuerzas políticas regresivas expresadas por radicales desteñidos en tiempos de democracia o por el partido militar tan próximo al imperio como a las oligarquías dominantes que comienzan a diversificarse.

La edad de oro del sindicalismo está asociada a la figura de Atilio, Agustín Tosco, Elpidio Torres y Rene Salamanca, y el Cordobazo, siendo un movimiento popular de masas no escapa a la presencia de aquellos. Estos hombres representan un nuevo modelo sindical que contempla articulaciones ideológicas, acercamientos entre experiencias marxistas y peronistas de base, esto permite la ampliación de la base de representación cuyos protagonistas son interpelados por una misma línea histórica y encuentra en el capital monopolista e imperialista al principal enemigo nacional.
La ubicación y la compresión histórica es lo que diferencia al Negro de los burócratas. Cuando el gremialista José Alonso fallece presentaron sus condolencias el General Levingston, monseñor Caggiano, la Policía Federal, la UIA entre otras corporaciones que velaban por los intereses del imperio. Esto no sucedió cuando asesinaron a Atilio, el Negro con su coherencia molestaba a estos laderos del imperio.

La dinámica de los procesos sociales en pleno auge de masas en 1973 posibilitó el regreso de la democracia, los sueños de dictadores como Onganía y Lanusse de trascender a su tiempo habían encontrado un límite en la lucha popular. De la misma surgió la fórmula a la gobernación de Córdoba por parte del FREJULI, dicha fórmula la integraron Ricardo Armando Obregón Cano y Atilio López que se impusieron al radical Víctor Martínez quien sería en 1983 vicepresidente de Raúl Alfonsín.

Cuentan sus cercanos que López les decía "he sido elegido el vicegobernador de esta provincia, pero nunca olviden que sigo siendo el Negro Atilio..."
Ricardo Armando Obregón  a un año de su asesinato sostuvo en un íntimo acto, "fue una de las primera víctimas de la larga lista con que la reacción cobró y cobra sus deudas con la verdadera Argentina: la de los trabajadores, los hombres y las mujeres sencillos, que como Atilio creyeron y creen en la justicia, en la dignidad y en el amor al prójimo".

Se ha escuchado a un líder sindical hoy convertido empresario en más de una oportunidad reclamar un lugar en esferas ejecutivas para hombres provenientes del movimiento obrero. Este hombre presidente de un equipo de fútbol  sin lugar a dudas olvida a Atilio López: es que al Negro nunca se le pasó por la cabeza pararse en la misma vereda de la Sociedad Rural, la UIA o coincidir con candidatos que coqueteaban con la embajada de los Estados Unidos.