¿Qué significa el enfrentamiento entre Israel y el Hezbollah en Siria?
Por Ezequiel Kopel
Israel lanzó ayer artillería pesada contra posiciones del Hezbollah en el Líbano luego de que un misil anti–tanque impactara contra un vehículo del ejército israelí, dejando como saldo dos soldados muertos y siete heridos. El Hezbollah prometió venganza desde que el pasado 18 de enero un helicóptero atacó un convoy de autos que se dirigía a la ciudad siria de Quneitra, que bordea el límite norte de Israel, y provocó la muerte de seis militantes de la organización libanesa y un general de la Guardia Revolucionaria de Irán. Si bien Israel, hasta el día de hoy, no confirmo la autoría de esa operación, su fuerza aérea es la única capaz en la región de hacer un ataque tan preciso con blancos en movimiento.
Los motivos del ataque israelí, a simple vista, parecen ser dos: electoral y estratégico. Israel tiene un largo historial de ataques y asesinatos perpetrados contra sus enemigos antes de la realización de sus elecciones parlamentarias, las cuales deciden quién será el próximo primer ministro del estado. Se puede empezar la larga lista con el ataque que el exprimer ministro Menachem Begin realizó contra el reactor nuclear iraquí Osirak en 1981, tres semanas antes de las elecciones; podríamos seguir con el asesinato del secretario general del Hezbollah, Abbas Al- Mousawi, cometido en 1992 bajo las órdenes del exprimer ministro Yitzhak Shamir tres meses antes de las elecciones, continuar la saga con la operación de inteligencia de 1996 que terminó con la vida del jefe del ala militar de Hamás, Yahya Ayyash, decidida por el entonces primer ministro Shimon Peres cuatro meses antes de que se abrieran las urnas, o recordar cuando Benjamín Nethanyahu decidió el asesinato del líder militar de Hamás en Gaza, Ahmed Jabari, en noviembre de 2012, dos meses antes de que los israelíes depositaran su voto. Si bien en algunos casos las operaciones militares lograron inclinar la balanza electoral hacia el candidato que inició el ataque, en otras oportunidades el resultado no fue el esperado.
Hace diez días, Israel volvió a repetir la misma ecuación cuando, dos meses y medio antes de las elecciones, atacó un convoy militar del Hezbollah que se dirigía a la ciudad fronteriza siria de Quneitra ocupada por fuerzas de la milicia sunita Jabaht- Al Nusra. El grupo sunita combate tanto al gobierno sirio y al Hezbollah (desde el principio de la revuelta, Irán y sus aliados del Hezbollah apoyan militar y financieramente al régimen de Basher Al Assad) como al Estado Islámico. Un día después, Yoav Galant, antiguo comandante de Comando Sur del Tzahal (Ejército de Israel) y actual candidato del partido de centro-derecha Kulanu, manifestó que el ataque en suelo sirio estaba relacionado más con una cuestión electoral que con una necesidad militar. A colación, recordó el asesinato de Ahmed Jabari en 2012 y dijo: “Yo encabecé el Comando Sur por cinco años y tuvimos numerosas oportunidades donde pudimos y debimos terminar con Jabari. Yo mismo recomendé que se procediera en más de una ocasión, pero por alguna razón, el ataque no sucedió durante mi tiempo”. Esa “alguna razón” a la que se refiere Galant es la opinión del primer ministro israelí debido a que en Israel cualquier operación contra tan “sensible” objetivo debe recibir la aprobación de la autoridad máxima del estado. Sin embargo, la acusación de Galant fue clara: el ataque a Jabari tuvo fines electorales. Luego de la muerte del líder palestino, Hamás contratacó con misiles e Israel lanzó la Operación Pilar de Defensa en el medio de una campaña electoral que hasta ese momento estaba basada casi exclusivamente en temas socio-económicos (el año previo Israel había vivido la mayor protesta social de su historia incluyendo su marcha más multitudinaria). Al concluir el ataque de Hamás y la invasión israelí, la agenda social y económica quedó de lado y la campaña volvió a enfocarse en la seguridad y la defensa del Estado hebreo. El fin de la historia es harto conocido: dos meses después Benjamín Nethanyahu conformaría lo que para muchos fue el gobierno más conservador en la historia de Israel.
En el plano estratégico, no está claro si Israel conocía que un alto oficial militar iraní se encontraba en la caravana de automóviles que se dirigía a Quneitra pero lo cierto es que el ataque favoreció al grupo rebelde sunita de Al Nusra, apoyado por Al Qaeda, que controla una ciudad limítrofe con Israel, y que es hacia donde viajaban los milicianos chiítas del Hezbollah y la autoridad militar iraní con la intención de combatir a los rebeldes. La presencia de un miliar iraní de alto rango confirma que Irán es quien está dando las órdenes a la milicia chiíta que combate a la insurgencia sunita en Siria. Por su parte, desde hace meses Israel ayuda con asistencia médica a Al Nusra como quedó demostrado en un documental producido por la cadena estadounidense Vice y la explicación de tal acción tendñria justificación en que Israel ve su presencia en el límite noreste como una especie de barrera contra el Hezbollah y su arsenal misilístico. Una alianza entre Al Nusra (que nada tiene que envidiarle al Estado Islámico en lo respecta a atrocidades cometidas) y el Hezbollah es más que improbable pues no sólo los separa su posición respecto de Al Assad y la continuación de su gobierno, sino también por sus diferencias religiosas.
Tiempo atrás, la inmovilidad de Israel hacia el gobierno sirio dejaba entender que el estado israelí prefería que Al Assad continuara en su puesto debido a la incógnita que se presentaba ante su reemplazo y las dudas sobre si ese posible nuevo gobierno sirio tendría una peor política exterior con Israel (a pesar de las declaraciones belicosas, en las últimas tres décadas la familia Assad mantuvo el límite con Israel como la más frontera más tranquila de todo el estado hebreo). No obstante, esto cambió y ahora Israel tolera la presencia en una de sus fronteras de un grupo que lucha abiertamente por el derrocamiento de Assad.
A diferencia de lo que pasa en Irak, donde hay una cooperación no oficial entre Irán y Estados Unidos en sus luchas contra el Estado Islámico, el estado iraní actúa con completa autonomía en la forma que dirige a las tropas de Assad en su batalla contra los rebeldes. En el mismo frente, Irán tenía un entendimiento tácito con Israel basado en que si los ataques israelíes sólo se concentraban en depósitos de armas o vehículos del Hezbollah que las transportaban y no en oficiales iraníes o soldados sirios, Irán y el Hezbollah no responderían (en los últimos dos años Israel atacó en numerosas ocasiones a vehículos o depósitos del Hezbollah que transportaban armamento y no hubo ninguna respuesta militar al hecho). No obstante, la entrada de las fuerzas del Hezbollah en la frontera con Israel, la muerte de un militar de alto rango iraní más las consideraciones electorales marcaron el fin de ese entendimiento no escrito.
A pesar de las declaraciones belicosas tanto del ministro de Relaciones Exteriores de Israel como de los líderes del Hezbollah, es poco probable que un intercambio de ataques entre ambos degenere en un conflicto que no deseado. Los dos tienen mucho que perder y poco que ganar: mientras el Hezbollah ha concentrado la mayoría de sus fuerzas en apoyar a Assad, otro frente abierto contra el poderoso Israel debilitaría su capacidad militar. Por su parte, Israel sabe que una lluvia de misiles del Hezbollah pondría a más de un millón de sus habitantes en refugios anti-bombas y paralizaría la vida (y la economía) en el norte del país. La clausura, durante el día de hoy, de su centro turístico de esquí en el Monte Hermon es un claro ejemplo de ello. Sin embargo, un gran número de víctimas en cualquiera de los ambos lados, puede alterar toda la ecuación y llevar a cualquiera de los dos rivales a una guerra por obligación y no por elección.
Ezequiel Kopel