El discurso de los fiscales: los caminos del miedo
Por Juan Carlos Martínez
El lenguaje se ha convertido en una poderosa herramienta que está sirviendo para imponer miedo como hacía mucho tiempo que no ocurría en la Argentina. Hay un discurso común que los medios de comunicación que responden al globalizado sistema de dominio están usando en diarios, revistas, radios y canales de televisión. Se trata de una sincronizada campaña de acción psicológica que tiene varios actores que cumplen distintas funciones con un mismo fin.
Se cansaron de machacar con la inseguridad fundada en hechos reales pero multiplicados hasta el infinito de manera que todo el mundo llegó a creer que debajo de su cama tenía un ladrón mientras los ladrones de guante blanco seguían y siguen adelante con su faena, siempre amparados y protegidos por los resabios de la vetusta y conservadora corporación judicial.
Cierre puertas y ventanas aunque tenga rejas, no atienda ni por la mirilla de la puerta al llamado de un desconocido, tenga a mano el número de la comisaría más cercana, no se detenga en la calle a hablar con gente que no conoce aunque la persona que le pide auxilio esté tirada y sangrando en el suelo, puede ser un anzuelo para hacerlo caer en la trampa, apriete la cartera contra el cuerpo y si necesita extraer algo de su interior, antes de abrirla verifique si hay gente cerca suyo en actitud sospechosa, si un desconocido le pide la hora, contéstele que no tiene reloj ni celular y de esa manera si es un ladrón lo desalentará, cuando pase cerca de una villa tome las precauciones del caso, manténgase alerta.
Instalado el caldo de cultivo a través de los grandes medios de comunicación, aparecieron en escena los proyectos (y los negocios) para colocar cámaras de vigilancia en la vía pública, preferentemente en barrios marginales, se incrementó el número de policías, se construyeron más cárceles para llenarlas de pobres y se multiplicó la mano dura y el gatillo fácil en nombre de la tranquilidad y el orden.
Esa fue la primera etapa de la siembra de miedo que se hizo en la Argentina después de los miedos impuestos por el terrorismo de Estado precisamente para crear el caldo de cultivo que por estas horas le ha servido al fiscal Germán Moldes y a sus compañeros de aventuras golpistas para lanzar sin rodeos la segunda etapa del miedo enancados en el cadáver de Alberto Nisman.
“A mí me tocó vivir una época de miedo y veo que algunas de las características de esa época, donde la gente se tiraba muertos por la cabeza todos los días, está lamentablemente volviendo”, dijo Moldes en una entrevista.
En otro párrafo sostuvo que “en la época de los mediados de los ‘70 se vivía con miedo y noto que nuevamente en muchos sectores de la sociedad eso está volviendo”, advirtió aunque omitió decir que ese retorno está fuertemente estimulado por los mismos sectores que buscan réditos políticos en ese contexto.
De esa manera, Moldes le dio más dramatismo a su lúgubre pronóstico y aportó una forma nada sutil de poner en un mismo plano de igualdad la etapa previa al golpe de Videla con la situación que actualmente vive la Argentina.
Decir que la gente se tiraba muertos por la cabeza no es una inocente ambigüedad. Es una deliberada forma de minimizar los crímenes de la Triple A instalando la idea de que había un intercambio de muertos (ojo por ojo, diente por diente) que obligaba a las bandas de López Rega a sembrar cadáveres por todo el país y que la muerte de Nisman nos traslada nuevamente a aquel tiempo.
Es, también, una forma de acoplarse a la teoría de los dos demonios sostenida por los genocidas y defendida por medios de prensa como La Nación y La Nueva Provincia, convertidos en cabezas visibles junto con Clarín en la siembra de miedo generada por la muerte del fiscal Nisman.
¿Qué significa exhumar la etapa de la Triple A y la teoría de los dos demonios en este contexto? Nada menos que alentar a personas como Cecilia Pando y Bautista Yofre a adherirse a la marcha del silencio y aprovechar la coyuntura para reivindicar los crímenes de la dictadura -incluido el robo de niños- y pedir que sean liberados genocidas que pasan sus días en Marcos Paz.
Hay un paso siguiente mucho más importante todavía: evitar que los grandes empresarios que alentaron, apoyaron y sostuvieron el golpe del ‘76 vayan al banquillo como partícipes necesarios de los delitos de lesa humanidad, entre quienes se incluyen Clarín y La Nación por la forma en que se hicieron de Papel Prensa.
Si de verdad a Moldes y a sus colegas les hubiese preocupado la macabra costumbre de la gente de andar tirando muertos, como fiscales debieron haberse preocupado por saber quiénes fueron los que tiraron los muertos en la embajada de Israel, los muertos de la AMIA, los muertos del gatillo fácil y tantos otros muertos anteriores a Nisman, borrados de la memoria selectiva de estos falsos apóstoles de la verdad empeñados en abrirle nuevos caminos al miedo llevando un muerto como bandera.
(*) Publicado en Radio Kermés, de Santa Rosa, La Pampa.