¿Qué está pasando en Yemen?

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¿Qué está pasando en Yemen?

01 Abril 2015

Por Ezequiel Kopel

El año pasado, el presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, declaró que deseaba repetir en Siria el mismo modelo de "intervención exitosa empleado en Yemen y Somalia". Pero cuando una coalición de países árabes, encabezada por Arabia Saudita, bombardeó posiciones de un grupo rebelde yemení enfrentado al gobierno central, más de uno usó la afirmación de Obama para ilustrar lo difícil que es encontrar algo similar a una intervención extranjera exitosa en esta parte del mundo.

Los rebeldes yemeníes en cuestión pertenecen a la rama zaidí del Islam, una secta no ortodoxa del chiísmo que, a diferencia de éstos, no admite ayatollas ni reconoce el mesianismo del "imán oculto". A los zaidíes se los considera "los sunitas de los chiítas" y, en muchas ocasiones, comparten hasta las mismas mezquitas. Se autodenominan "houthis" luego de que su líder, Hussein Badreddin al-Houthi,  fuera asesinado en 2004 por fuerzas militares del gobierno del ex dictador Ali Abdullah Saleh, quien gobernó con mano de hierro los destinos de su país por casi cuatro décadas: desde 1978 hasta 1990 fue el presidente de Yemen del Norte cuando el país estaba dividido en dos; y desde ese año hasta 2012, cuando fue derrocado durante la primavera árabe, fue el presidente de Yemen unificado.

Cuando los houthis continuaron su avance hacia el sur del país, más precisamente a la ciudad portuaria de Adén, el sitio donde el actual presidente Abd Rabbo Mansour Hadi se refugiaba, Arabia Saudita formó, con el apoyo de la Liga Árabe, una coalición de países musulmanes para frenar el avance de los rebeldes. Emiratos Árabes Unidos, Egipto, Marruecos, Jordania, Kuwait, Bahrein, Sudan, Qatar y, a último momento, Pakistán (el único país no árabe de la coalición pero que ha recibido mil millones y medio de dólares de parte de Arabia Saudita sólo el año pasado) conformaron el grupo dispuesto a intervenir en Yemen.

No ha sido la primera escaramuza entre los rebeldes zaidíes y la monarquía saudita: en 2009, aviones del reino participaron en la guerra de Ali Abdullah Saleh contra los houthis, una de las seis guerras que el depuesto presidente inició en contra de sus rivales en el norte del país. Los houthis tomaron represalias y cruzaron las fronteras de Arabia Saudita, donde retuvieron el control de  un pequeño pueblo durante varios días para, más tarde, retirarse a la seguridad de su centro de influencia alrededor de las montañas de Saada, provincia norteña de Yemen. En ese momento, el intercambio bélico fue celebrado como una victoria de Saleh y el ministro de Defensa de Arabia Saudita, el príncipe Jalid bin Sultan. Hoy, la situación parece más complicada: ahora Saleh apoya a los houthis para debilitar a su sucesor y el ex ministro de Defensa saudita es el actual monarca del país que custodia los lugares santos musulmanes,  como La Meca y Medina.

A pesar de que los zaidíes o houthis conforman un tercio de la población yemení, de mayoría sunita, han gobernado Yemen casi sin interrupción desde la Antigüedad. Si bien la acción de los houthis de seguir combatiendo al gobierno estaba confirmada luego de que fracasara la Conferencia de Doha, la respuesta saudita también: los houthis administran el norte y el centro del país mientras marchan hacia el sur; en el sur se encuentra un grupo secesionista llamado "El Movimiento Sur" y en el este, los radicales sunitas de Al Qaeda en la Península Arábica, AQAP, controlan una vasta porción de tierra. Cualquier actor puede considerarse un cóctel explosivo para la estabilidad del reino y sus intereses comerciales.

Sin embargo, y para complicar más el asunto, la rebelión de los houthis es  consecuencia directa de la exportación de las políticas wahabistas (radicalismo religioso sunita) de los sauditas hacia el mundo: los zaidíes son amenazados constantemente por la línea dura del Islam wahabí que los denuncia, junto al chiísmo, como herejes. El crecimiento del movimiento Houthi en las últimas décadas surgió como respuesta política a la penetración religiosa wahabí, motorizada por el ex dictador Saleh, a cambio de armas y dinero saudita. Claramente, la preocupación de Arabia Saudita es que un Yemen inestable restrinja el apoyo del gobierno central a los ataques estadounidenses con drones a AQAP  y transforme al país en un trampolín para la penetración de este grupo rebelde.

A pesar de que más de uno ve tras la movida de los rebeldes yemeníes la  "mano" de Irán, los zaidíes conforman un movimiento local muy arraigado durante siglos y sus reacciones se guían más por una lógica interna de defensa  -al no estar incluidos en las decisiones de gobierno- que a una expansión conquistadora.

Ahora, sin considerar los coyunturales intereses de Arabia Saudita, ¿cuál es la importancia de Yemen para el mundo árabe en general? Mientras todos apuntan al conflicto sunita-chiíta como factor principal -Irán tiene, en mayor o menor medida, presencia en El Líbano, Irak, Siria-, las explicaciones son más políticas que religiosas, aunque dejar de lado la problemática de la religión en esta parte del mundo sería, cuando menos, arriesgado. Yemen es un país de suma importancia estratégica para el  transporte de mercaderías: en el siglo XVI, los portugueses ya habían comprendido su valor, luego los otomanos y, más tarde, los británicos, durante el siglo XIX, conquistaron la ciudad de Adén para convertirla en un puerto de la Corona, en donde los barcos que iban camino a India o pasaban por el Canal de Suez podían recargar combustible. En la actualidad, mientras que Yemen es un pequeño productor de petróleo sin incidencia en el mercado mundial, su importancia  radica en su posición geoestratégica respecto del Estrecho de Bab El-Mandeb (Puerta de las lágrimas) que conecta al Mar Mediterráneo con el Océano Índico a través del Mar Rojo y el Golfo de Adén. Por allí pasan 3,8 millones de barriles de petróleo por día y es el cuarto paso marítimo de  relevancia mundial en cuanto al volumen transportado de petróleo y gas natural (Qatar provee a través de allí el 50 por ciento del gas de Inglaterra y el 90 por ciento del gas de Bélgica). Cualquier intento de interrumpir la navegación por el Estrecho -o al menos la percepción de inestabilidad del pasaje- puede tener consecuencias extremas en el mercado petrolero mundial y su posterior impacto en los precios.

En un mensaje televisivo, el embajador de Arabia Saudita ante los Estados Unidos, Adel bin Ahmed Al-Jubeir, declaró que el objetivo principal de la coalición de países musulmanes contra los houthis es el de "restaurar la democracia en Yemen". Olvidó mencionar el embajador que de los diez países que participan en la incursión, siete son monarquías, uno es un gobierno militar y el restante es un estado acusado de cometer crímenes de lesa humanidad. Asimismo, los países invasores de Yemen deberían apelar a la memoria histórica y recordar que este país ha sido tradicionalmente una trampa para cualquier estado que haya querido intervenir en su tumultuosa guerra civil: en 1964, el mítico presidente de Egipto Gamal Abdel Nasser envió 70 mil soldados para injerir en su conflagración pero debió retirarse luego de perder la mitad de sus tropas. Poco tiempo después Israel le provocaría una humillante derrota  en la Guerra de los Seis Días.