La Wagner: experiencia del límite

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La Wagner: experiencia del límite

12 Septiembre 2015

 Por Agustín Romero

Cuando escucho a Wagner durante más de media hora me dan ganas de invadir Polonia, ironiza Woody Allen. Siguiendo en esta misma dirección, y ayudado por el conocido carácter antisemita del compositor, de quien la obra lleva su nombre y su música, uno podría arriesgar: cada vez que veo La Wagner imagino el desamparo animal en los campos de concentración, imagino aquellos cuerpos llevados hasta el límite de su dolor. No es que la obra de Rottemberg trate sólo de esto, pero es lo que más interpela. Ya el modo en que las bailarinas ingresan en la escena remite a esto. Cuerpos desnudos, separados por una calculada distancia, que descienden por una escalera con extrema rectitud: el descenso al infierno, al castigo.

No se puede hacer poesía después de Auschwitz, hacer poesía después de Auschwitz es un acto de barbarie, decía el filósofo alemán Theodor Adorno. ¿Acaso hoy no sería también un acto de barbarie hacer poesía frente al derrumbe actual del mundo, frente a la violencia cada vez más descarnada? La wagner, sin embargo, hace de la violencia del mundo un acontecimiento poético. La violencia está ahí, no queda afuera, está en la crudeza de esos cuerpos desnudos que caen una y otra vez, que se golpean, que se arrojan al suelo para levantarse y volver a arrojarse, y mientras tanto uno se pregunta, ¿qué puede un cuerpo? ¿Cuánto dolor es capaz de soportar, de resistir? Porque una de las pruebas de las bailarinas, tanto simbólica como física, es la resistencia. Siempre se trata de resistir. Y es el cuerpo, siempre el cuerpo, el que piensa la violencia, por eso el pensamiento se vuelve puro acto.

Hay una escena donde se condensa uno de los sentidos de la obra, y es al comienzo, donde una luz recorta el centro vacío del escenario y sólo se ve humo y se escucha la música de Wagner: ya no hay nada, no queda nada, nada para decir, no hay cuerpos, no hay vida, es el silencio después de la guerra, de la extrema violencia, el silencio de la muerte.

¿Por qué la decisión de que las bailarinas estén desnudas? ¿Cuál es el valor, el sentido? En La Wagner la desnudez de las bailarinas no aparece cargada de erotismo sino que aparece sin investidura, en su condición animal, los cuerpos son reducidos a esa condición por el ejercicio de la violencia. Cuando uno ve a esa bailarina extraordinaria y con un campo emocional muy profundo que es Carla di Grazia, puede ver cómo ella es mujer, es hombre, es bestia, es objeto. No se trata, entonces, de mujeres desnudas, sino, a lo Heidegger, para seguir con los alemanes, se trata de cómo un existente, a través de la violencia de cualquier tipo, pasa a ser un ente, un objeto.

Ser feliz significa el poder percibirse sin horror, decía Walter Benjamin. La Wagner, por el contrario, es una desesperada experiencia sobre el horror, un gran impacto estético, es una experiencia trágica, como la Historia.

Ficha técnico artística

Elenco: Ayelén Clavin, Carla Di Grazia, Josefina Gorostiza, Carla Rímola
Escenografía: Manuel Escudero
Iluminación: David Seldes
Objetos: Mauro Bernardini
Diseño de espacio: Mauro Bernardini
Edición musical: Jorge Grela
Video: Federico Lastra, Francisco Marise, Soledad Rodríguez
Banda de sonido: Jorge Grela, Phill Niblock, Pablo Rotemberg, Armando Trovajoli, Richard Wagner
Sonido: Guillermo Juhasz
Fotografía: Paola Evelina Gallarato, Juan Antonio Papagni Meca, Hernán Paulos
Diseño gráfico: Guillermo Madoz
Asistencia de iluminación: Facundo David, Héctor Zanollo
Asistencia de dirección: Lucía Llopis
Prensa: Marisol Cambre
Colaboración artística: Martín Churba
Coreografía: Ayelén Clavin, Carla Di Grazia, Josefina Gorostiza, Carla Rímola, Pablo Rotemberg
Dramaturgia y Dirección: Pablo Rotemberg

Más información en: fb: /La Wagner// https://vimeo.com/pablorotemberg