Caso Paola Acosta: perpetua para el asesino
Por Florencia Gordillo
La noche del 17 de septiembre, Paola Acosta (36) dejó los platos sobre la mesa, listos para servirles la comida a sus hijos y bajó con Martina (1 año y 9 meses) a encontrarse con Gonzalo Lizarralde (34), el padre, que le pagaría por primera vez la cuota alimentaria. Había prometido crayones y un oso de peluche para su hija. Recién el 21 de septiembre las encontraron en una alcantarilla: Paola estaba muerta, Martina estaba sobre ella, todavía viva.
“A Paola la degolló, señores”, dijo ayer el fiscal Diego Albornoz en los alegatos. Las atacó a ambas a la vez, con el mismo objeto cortante, con un mismo fin: matarlas. Primero la atacó a Paola para que no pudiera pedir auxilio, fue directo a su cuello. Martina también tenía heridas cortantes cuando la encontraron. Lizarralde las arrojó a ambas a una alcantarilla. Por el golpe de la caída Martina pudo haber quedado inconsciente. Ver a su madre al lado quizás la calmaba en momentos de consciencia. “Martina Acosta sobrevivió Dios mediante, se salva porque era una niña bien cuidada y bien alimentada por su madre, por razones ajenas a la voluntad del imputado”, dijo Albornoz. Maru, hermana de Paola, estaba sentada en la tercera fila, junto a su padre, mientras escuchaba los alegatos del fiscal, las manos le tapaban la boca y lloraba.
Al frente de la alcantarilla hay una panadería, una de sus empleadas vio una mujer boca arriba muerta y un bulto arriba que le pareció que podía ser ropa, era Martina. Cuando la sacaron, empezó a decir “agua, agua, agua”. Había pasado todo ese tiempo sin ingerir nada. Lizarralde realizaba a diario entregas en esa panadería, al otro día del crimen, el empleado que lo acompañaba en los repartos lo vio agacharse y mirar en dirección a donde las había arrojado. “Qué olor a bosta que hay siempre acá por esa alcantarilla”, recordó que dijo.
Paola se desangró en la camioneta, perdió entre 5 y 6 litros de sangre. Al otro día del crimen, Lizarralde le pidió a un empleado que lavara el vehículo y que fuera prolijo porque la tenía que llevar a bromatología. Ese mismo jueves secuestraron la camioneta: encontraron 14 muestras de sangre.
Alegatos
La fiscal de instrucción Eve Flores también habló en los alegatos. “El código está construido bajo una mirada masculina. Vivimos en una asimetría cultural donde hay un ser superior que es el hombre y uno inferior que es la mujer. Hay patrones socioculturales que mantienen la desigualdad entre ambos y allí comienza la violencia de género. El femicidio es la manifestación más extrema de la violencia física pero también hay otros tipos de violencia. Acá antes hubo violencia psicológica y económica hacia Paola. Hacia Martina también hubo maltrato, por ausencia de rol paterno y por violencia de género hacia su madre. Hace mucho tiempo el poder judicial hubiera encontrado otros argumentos: lo cansó, se agotó este hombre, eso hubieran dicho, hubieran repetido patrones sociales”.
Todo estuvo planificado: Lizarralde esa noche no llevó la plata, le preguntó a Paola si alguien se quedaba con los chicos y llevó el elemento cortante con que la mataría después, inclusive invitó a un amigo a su casa después del crimen para tener una coartada. Nunca le contó que lo acababan de secuestrar: esa misma noche denunció que lo habían secuestrado y le habían pedido dinero, todo habría estado armado por Paola. “Cuando Lizarralde declaró fue inoperante a su favor: no negó el hecho y no dijo nada de la denuncia”, dijo Albornoz.
Walter Ferrero –abogado de Lizarralde- en un intento desesperado se refirió a las evidencias como pruebas que inculparían al imputado. Primero dijo que Lizarralde no era responsable del hecho, luego que si él hubiera sido no había incurrido en ninguno de los agravantes, pidió que los desetimaran y después que lo absolvieran de todos los hechos.
“Tenía una relación esporádica con Paola. ¿Estaba obligado a asumir la paternidad solo porque ella se lo pidió?”, dijo Ferrero. Negó que hayan tenido una relación formal, negó que la sangre en la camioneta fuera prueba suficiente sino evidencia plantada pero luego dijo que serían manchas de ácido resultantes de unas baterías que el imputado trasladó, negó que la camioneta haya sido lavada sino afectada por la humedad que habría dejado gotas de agua adentro, negó que Paola le tuviera miedo a Lizarralde, “era una madraza, dudo que se haya subido a la camioneta bajo amenaza, hubiera reaccionado”. Lizarralde doblaba en peso y estatura a Paola. “No necesariamente el sujeto que las atacó tuvo intención de matar. Hay escasa profundidad en las heridas”, dijo Ferrero. El informe médico reveló que una herida en el cuello le perforó la tráquea y otra de las heridas llegó hasta la cervical.
“Yo no asesiné a Paola Acosta ni lesioné a mi hija”, dijo Lizarralde en un tono seco y frío antes de escuchar la sentencia. Prisión perpetua, sentenció el tribunal por unanimidad. No se reconoció la figura de femicidio ni para Paola ni para Martina. “Ahora Paola va a descansar en paz y Martina va a poder salir a la calle tranquila”, dijo Luis Acosta. Los familiares y amigos de Paola lloraban sin consuelo, se abrazaban con fuerza, gritaban, “Asesinos”. “Se hizo justicia”. “Te vas a pudrir en la cárcel hijo de puta”. En una sala repleta, los familiares de Lizarralde eran cuatro: madre, padre, hermana y cuñado. Eran los únicos que no lloraban ni gritaban, permanecieron sentados, como si los hubieran congelado. El 22 de octubre se darán a conocer los fundamentos de la sentencia y se sabrá por qué para la justicia no hubo femicidio.