Cuando empezamos a perder
Por Juan Manuel Ciucci*
Finalmente llegamos a un escenario que, por irreal, no deja de ser cierto: Macri Presidente. Esas palabras nos valieron muchos insomnios en estas últimas semanas. Pero la preocupación ya había comenzado mucho tiempo antes, cuando en 1995 el hijo de Franco Macri llegaba a la presidencia del club Boca Juniors. 20 años han transcurrido, y lejos estamos de creer que no son nada.
En días lo veremos con la banda presidencial, ocupando un lugar que en estos últimos tiempos habíamos aprendido a querer. ¿Cuánto faltará para que volvamos a sentir ajena la Casa Rosada? ¿Cómo volveremos a pensar al Estado, ahora que se encuentra en las manos del enemigo?
¿Es el enemigo? ¿Tenemos enemigos? Creemos que sí, es la rancia tradición liberal que en 200 años de historia hemos venido enfrentando, y que por primera vez logra llegar al poder por medio de las urnas. Pero entonces, si logró eso, comenzamos a perder mucho antes que este aciago 22 de noviembre.
¿Cuándo empezamos a perder? En estos días corren ríos de tinta intentando explicar la derrota, palabras para entender esta carambola que les permitió erigirse con, en palabras de un compañero de la noche del domingo en la plaza, “la triple corona”.
Así, cada uno va eligiendo un punto distinto, un error dispar, una acechanza no resuelta. Ese cúmulo de posibles culpas, con el diario del lunes a cuestas, puede dinamitar mucho de lo construido en estos años. En un bloque donde hay diversidad de orígenes y perspectivas de futuro, hay muchos chacales (ahora diríamos buitres) a la espera de que comience a correr sangre entre hermanos. Metafórica, déjenme aclarar.
Pero sin dudas es necesario realizar un replanteo profundo de estos últimos 12 años, en particular de los últimos cuatro, y muy especialmente, de este ingrato 2015. Si llegamos a este punto, es imposible que con este resultado no valoremos la historia transcurrida. Y ajustemos en las organizaciones un (posible) diagnóstico de lo que nos ocurre.
En la cacareada batalla cultural, perdimos hace mucho. La construcción de una ciudadanía en “un país serio”, con impulsos hacia el consumo y el ascenso social, volvió a desconectar la experiencia individual de la colectiva. Tanto el Estado como los militantes, no supimos ser la correa de transmisión que permitiera sostener y profundizar la inmensa movilización popular que transitamos en diversos períodos de la década kirchnerista.
Los nombres propios quizás sobren en este momento, y será en unos años cuando podamos puntualizar en traiciones y errores que nos llevaron a este final. Hoy la tarea es recuperar la coerción social de la mitad del país que decidió no acompañar el “cambio” simulado por la derecha vernácula. Una derecha que nos obliga, además, a caracterizarla como corresponde, dada su nueva conformación y diferencias con las que estábamos acostumbrados a transitar y enfrentar.
Quienes eligieron acompañar a Daniel Scioli, u oponerse a Mauricio Macri, tienen la oportunidad histórica de defender las conquistas políticas, sociales, culturales y económicas logradas en estos 12 años. De demostrar que la politización de la sociedad que transitamos, nos deja con un nivel de conciencia y organización suficiente para evitar que rifen el país. Y lograr que en cuatro años vuelva un proyecto nacional, popular y democrático a guiar los destinos de la Patria que recuperamos.
Quizás sea ese el mejor escenario para pensar el por qué de esta derrota, histórica, que nos toca transitar. Para no repetir los errores, para no descuidar a los traidores, para no dudar cuando se necesita profundizar un modelo político y social a favor de las mayorías. La derecha no duda, arrasa. Tengamos el temple necesario para enfrentarla.
* Agencia Paco Urondo, NMT.
RELAMPAGOS. Ensayos crónicos para un instante de peligro. Selección y producción de textos Negra Mala Testa y La bola sin Manija. Para la APU. Fotografías: M.A.F.I.A. (Movimiento Argentino de Fotógrafxs Independientes Autoconvocadxs)