Estado, Peronismo y Kirchnerismo: una respuesta a Mariano Pacheco
En un artículo publicado en la sección “Relámpagos”, Mariano Pacheco evalúa las posibilidades de resistencia del kirchnerismo haciendo un balance crítico de sus concepciones políticas. Al autor le parece necesario armar una gran coalición para enfrentar al macrismo pero pone un manto de duda sobre las posibilidades reales del kirchnerismo de integrarse a esa resistencia. Su prudencia estriba en ciertas deficiencias del espacio, algunas de las cuales tocan puntos neurálgicos que ameritan detenerse en su nota. Más allá del acierto de algunos planteos, su concepción global del peronismo y la caracterización de Perón conllevan necesarias discrepancias con su apuesta política.
Nacional, popular y “democrático”
Son varias las críticas de Pacheco que conviene no desatender. El rechazo a reducir la política al discurso es compartido por quien suscribe. De igual modo, los ribetes alfonsinitas (con tufillo antisindical, agregaría) que desembocaron en una reivindicación abstracta de la democracia. Un buen ejemplo de este punto lo reflejó uno de los argumentos utilizados para la defensa de la Ley de Comunicación Audiovisual. Al presentarse como la ley de la democracia en reemplazo de ley de radiodifusión de la dictadura se obviaba que el espíritu de la normativa sancionada durante el kirchnerismo era contrarrestar las reformas monopólicas –implementadas en el gobierno de Carlos Menem, en plena democracia− que permitieron la conformación de los grandes multimedios. Pacheco tiene razón cuando invita a analizar críticamente la democracia liberal-parlamentaria.
Nacional, popular y ¿revolucionario?
Estas inteligentes caracterizaciones de los limites manifestados por el kirchnerismo pueden ser útiles si se las escinde del la concepción más general de Pacheco sobre el peronismo. Porque cuando lo rescata como tradición política pone el eje en la resistencia. Si el peronismo perduró en la Argentina como identidad política y horizonte programático no fue por este factor. Lo que transformó las subjetividades del pueblo trabajador fueron sus políticas estatales que dignificaron a la clase obrera. Los días más felices fueron bajo los gobiernos de Perón, no durante la resistencia. Siempre el objetivo del peronismo ha sido mejorar la vida del pueblo a través de un Estado popular. La resistencia forma parte de su tradición pero como un factor no deseado ni buscado.
Patria Justa Libre y Soberana
Dice Pacheco que el kirchnerismo ha abusado de un estatismo acérrimo. Si algo no hizo el kirchnerismo es revisar la tradición de políticas estatales peronistas de los 70, una década que forma parte constitutiva de su identidad. Sobre estos años primó una reivindicación genérica de los valores de la militancia, más o menos lavada según el caso, y salvo alguna alusión marginal de Cristina, se estuvo muy lejos de reivindicar la acción de gobierno del tercer mandato de Perón. Incluso la reivindicación de Cámpora expresada en la organización juvenil que lleva su nombre, parece estar dictada más por la asociación que su gobierno tuvo con la JP, que con políticas públicas realizadas en ese momento.
Este punto es clave porque la falta de explicitación de la filiación histórica del programa kirchnerista fue un obstáculo para tomar conciencia de todo lo que faltaba. Al no mirarse las políticas estatales no se adquirió dimensión de cuanto camino había que recorrer para realizar lo que algunos llamaban las asignaturas pendientes. Camino que necesariamente debe ubicarse dentro la tradición de políticas públicas del peronismo, de lo que pudo y proyectó hacer desde el Estado, y no desde el programa político planteado por Pacheco.
Justamente, y contra el sentido común kirchnerista que festejó el “triunfo de la política sobre la economía”, el poder estatal durante toda la década ganada fue todavía muy débil en su rol de regulador del capital. Ahí reside una de las claves para explicar la derrota electoral de 2015, que Pacheco legítimamente reclama. Porque esta debilidad fue crucial para que las enormes expectativas generadas durante el segundo gobierno de Cristina no fuesen satisfechas y lejos se estuviese de la mentada profundización del modelo.
¿Por qué volver a recuperar las políticas estatales de los 70? Hay dos razones de peso. Por un lado, la mirada sobre el último Perón ha oscilado entre la incomprensión y la vista gorda al enfatizarse o negarse los rasgos más duros de su último gobierno y, en consecuencia, apartar la observación de conjunto del programa de transformación popular que el proyecto encarnaba.
Y en segundo lugar, porque si bien todos los gobiernos de Perón constituyen un faro para el kirchnerismo, las políticas aplicadas en los 70 son una referencia todavía más ineludible que las del peronismo clásico. Por entonces, el FreJuLi abordó en profundidad problemas de la nueva fase del capitalismo de los 70 que antes no existían, como el mayor rol de las multinacionales o la deslocalización y tercerización en el trabajo. Todas estas dificultades trató de contrarrestarlas a través de una legislación barrida por la dictadura que el kirchnerismo retomó en contadas ocasiones y siempre de forma más moderada.
Vamos a volver… a construir un Estado popular
Es necesario retomar la crítica de Pacheco sobre el electoralismo endémico del progresismo para extraer una lección. La construcción de un Estado popular no se realiza por vía de la democracia liberal. Las elecciones sólo permiten el acceso a cargos del Estado pero no a un Estado con real poder de transformación en sentido popular. En ese error cayó frecuentemente una parte del kirchnerismo al cantar demasiadas loas a la vía electoral.
Nunca la democracia entendida como procedimiento fue la forma en que el peronismo llegó al poder. En todos los casos estábamos ante una crisis orgánica o, al menos, ante una situación de excepcionalidad ajena a la normalidad burguesa. Cuando Perón ganó las elecciones de 1946, se provenía de la movilización de masas del 17 de octubre de 1945, que no fue un hecho aislado, sino todo un proceso de acumulación de poder que se venía dando previamente en el vínculo de la Secretaría de Trabajo con las organizaciones obreras. Esto ocurrió, vale recordarlo, durante un gobierno de facto. Esta apuesta de Perón es inentendible sin hacer referencias a la conflictividad de la década del 30 que puso en escena a la clase obrera industrial. En síntesis, la fortaleza del Estado peronista no fue producto de los votos obtenidos en 1946, sino de la lucha y la construcción de poder popular desarrollada previamente.
Lo mismo cabe para el kirchnerismo. En 2003, Kirchner salió segundo en primera vuelta y no pudo ratificar su triunfo en segunda. La crisis institucional era en parte expresión de un clima de contestación popular que constituía la condición de posibilidad de cualquier proyecto transformador en beneficio del campo popular. Luego de su acuerdo con el duhaldismo, Kirchner comenzó a articular con parte de las organizaciones populares que habían resistido en los 90. Contra lo que comúnmente se sostiene, no asumió como un presidente débil sino que la capacidad transformadora de su gobierno se sostenía sobre todo el proceso de acumulación de poder de los sectores populares que habían derribado al neoliberalismo.
La conclusión de lo expuesto es que lo importante es el acceso al Estado con poder popular, la forma en que se llega no importa. El poder no lo otorga el voto sino la fortaleza en la lucha adquirida por las organizaciones populares y los vínculos que puedan construirse con el Estado. Fue el grado de amenaza percibido por la burguesía, lo que posibilitó las grandes conquistas de los tres gobiernos de Perón y de la década ganada. Esos gobiernos nunca hubieran existido sin lo ocurrido en el 43 -46, 69-73 y 2001-2002.
En cambio en 2011 se convocó a reventar las urnas, no a construir poder popular. Cuando el kirchnerismo se dejó de parar sobre las luchas, cuando quiso hacer de la normalidad una virtud, aunque abundasen los conflictos (tercerizados, precarizados, sindicales, tomas de tierra, incluso saqueos) ahí vino la derrota. La tarea a futuro será resistir, construir poder popular y volver al Estado de la manera que sea.
RELAMPAGOS. Ensayos crónicos para un instante de peligro. Selección y producción de textos Negra Mala Testa y La bola sin Manija. Para la APU. Fotografías: M.A.F.I.A. (Movimiento Argentino de Fotógrafxs Independientes Autoconvocadxs)