La industria, en su peor momento en 15 años
Por Juan Cruz Lucero*
La industria argentina tuvo su punto más alto a mediados de los años setenta, luego de casi cincuenta años de desarrollo continuo. El golpe militar de 1976 cortó con ese proceso a partir de medidas económicas apuntaron a privilegiar al sector especulativo y destruir el entramado industrial vigente. La Reforma Financiera fue central para desregular y liberar el mercado de capitales. Al mismo tiempo, se realizó una apertura total de la economía.
A partir de ese momento y hasta la crisis del año 2001 se instauró el patrón de acumulación llamado valorización financiera. ¿Qué implicó ese drástico cambio? Que la generación de riqueza ya no saldría de la producción, la innovación productiva, las mejoras técnicas o las nuevas líneas de producción, sino de la valorización de capitales usando las tasas de interés internas superiores a las del mundo.
A partir del año 1998, los sectores dominantes, que venían conduciendo los destinos políticos y económicos del país, comenzaron a percibir el agotamiento del modelo y se experimentó un quiebre entre los que querían dolarizar la economía y entre los devaluadores. La tensión entre los dos sectores derivó en el anuncio del default de la deuda externa y la salida de la convertibilidad determinó la victoria de los grandes grupos locales con la maxidevaluación del año 2002.
Las cifras son indiscutibles., Uno de cada dos argentinos era pobre tras la salida de la convertibilidad. Fue la crisis social más grande de la historia moderna argentina.
El mercado interno como motor
La década kirchnerista marcó un quiebre con el modelo anterior. Se protagonizó un proceso de crecimiento sostenido como pocas veces se vio en nuestra historia contemporánea. Coincidente con el aumento de los precios de los productos exportables y a partir de la modificación de las condiciones macroeconómicas se fortalecieron las capacidades competitivas de la producción en detrimento de la especulación.
La industria se vio beneficiada a partir de la vigorosa reactivación económica y la mejora en los salarios reales. El Estado impulsó la producción a partir de una concepción keynesiana clásica. La mejora de los ingresos populares se traducían en mayores niveles de consumo. La Asignación Universal por Hijo, el Plan Progresar o los diversos programas mejoras sociales tuvieron este doble sentido: por un lado impulsar un mayor bienestar en las clases populares y, por el otro, un objetivo económico enfocado en una economía en crecimiento con inclusión, traccionada por la demanda agregada.
El mercado interno, entonces, resultó fundamental y clave para el crecimiento de la economía en general y de la industria en particular. Las PyMEs -principales empleadoras del país- dependen directamente del mercado interno, por producir los llamados bienes salarios. En un contexto de crecimiento de los salarios reales y de la demanda, se multiplicaron las empresas PyMEs industriales y la producción industrial creió 110%.
Sobre el segundo gobierno de CFK el crecimiento de la economía nacional se moderó. El país se topó con el problema estructural típico de crecimiento de las economías periféricas latinoamericanas: la restricción externa.
Varios elementos aportaron a la aparición de este problema: la existencia de industrias estructuralmente deficitarias de divisas, la falta de sustitución de importaciones en sectores de alto consumo, la reticencia inversora de la “burguesía nacional”, la concentración en la producción de insumos difundidos, el déficit en la producción energética y la fuga de divisas por diversas vías (entre las que se pueden nombrar la subfacturación de exportaciones y sobrefacturación de importaciones y un constante éxodo turístico hacia el exterior).
Estos problemas tienen centralidad si se piensa en un país que busque el desarrollo económico con eje en la producción industrial.
¿Nuevo patrón de acumulación?
El impacto en el salario real de la devaluación, la inflación y los tarifazos generaron una caída pronunciada de la demanda interna. Estos tres elementos derivaron en que el salario real privado registrado haya retrocedido 11% respecto a octubre del 2015 y ubicándose en niveles del año 2011. Del mismo modo, el salario mínimo experimentó los mismos efectos y se encuentra por debajo de los niveles del año 2006.
La CAME reveló que desde que Cambiemos gobierna, las ventas minoristas nunca tuvieron una variación positiva. De hecho, en mayo la caída fue del 9,2%. Y la producción industrial, registrada por la misma entidad, muestra que en el mismo mes cayó un 5,2% en un contexto de caída promedio del 4,1% en lo que va del 2016.
El cóctel que hizo entrar en crisis a la industria se completa con: 1) la apertura comercial y el fin de las DJAI, 2) la fuerte suba de costos por los tarifazos, los alquileres y el combustible 3) que el crédito se volvió prohibitivo, anclado en una tasa de interés que beneficia más a la especulación que a la producción y 4) la crisis de crecimiento brasilera, que lleva tres años de caída de su producto y sin novedades de reversión ante la actual crisis política.
Esta situación general de la economía y particular de la industria impactó en el mercado laboral de manera manifiesta: 180.000 despidos al cabo de sólo un semestre de gobierno. El 40% de la destrucción del empleo privado formal fue de la industria, a razón de 15.000 por mes, aproximadamente. Del mismo modo y según la AFIP ya son 1700 las firmas que dejaron de existir en el primer semestre del año.
En este contexto, los bancos fueron los más beneficiados. El sector financiero ganó solamente en febrero 23.158 millones de pesos, lo que implica un 80% más que el mismo mes del 2015, según el Banco Central. Los motivos residen en la devaluación y en la desregulación del sector, visible en la diferencia de tasas de los préstamos con la tasa que pagaron los usuarios. Al mismo tiempo, la colocación de deuda externa se presentó como una fuente de grandes ingresos vía comisiones para los bancos extranjeros.
En los primeros seis meses del gobierno de Cambiemos, mientras las PyMEs industriales sufren la política económica, la bicicleta financiera volvió a dar sus frutos. Con el tiempo se verá si esta tendencia se refuerza para volver al esquema que culminó en el 2001.
* Integrante del Centro de Economía Política Argentina (CEPA)