La política de la memoria: a 20 años de la muerte de Carlos Jáuregui
A 20 años de la muerte de Carlos Jáuregui, escribir sobre él es escribir sobre alguien que tiene en el colectivo LGTBI un respeto cuasi unánime, pero que más allá de ello, es alguien que trascendió un colectivo para situarse en la sociedad y los movimientos sociales como otro de esos nombres que nos abarcan, dueños por derecho de bautizar una calle, una plaza, o una estación de tren.
No está de más recordar que Carlos Jáuregui fue elegido en 1993 por el periodismo local como una de las diez personalidades más influyentes en la sociedad argentina.
Sin embargo escribir sobre Carlos, es escribir sobre un amigo y compañero de activismo LGTBI desde 1984 hasta su muerte en 1996. Primero en la CHA y luego en GaysDC. Dos vidas militantes que transitamos el camino del activismo junto a otros compañeros -fundamentalmente amigos-.
Sin tuviera que aferrarme al frío relato podría decir de Carlos que fue el primer presidente y fundador de la CHA en 1984. Que en 1991 fundó GaysDC (Gays por los Derechos Civiles). Que en 1992 convocó desde esa organización a la primera Marcha del Orgullo LGTBI en la Argentina. Que en 1994 fue uno de los querellantes del Cardenal Quarraccino por violación a la Ley 23.592, quien había propuesto la creación de un apartheid para homosexuales. Que participó de decenas de batallas que atañen al colectivo LGTBI. Que fue candidato a diputado por la Alianza Sur de Pino Solanas y por la Unidad Socialista de Alfredo Bravo y a Convencional Constituyente por el Frente Democracia Avanzada de Atilio Borón. Que asesoró el primer proyecto de Unión Civil que fuera presentado por el Diputado Socialista Héctor Polino a mediados de los años 90. Que redactó junto al doctor Marcelo Feldman una propuesta antidiscriminatoria para presentar ante la Convención Estatuyente de la Ciudad de Buenos Aires que estaba diseñando la Constitución de la ciudad y que el 30 de agosto de 1996 los convencionales estatuyentes aprobaron por unanimidad como homenaje a Carlos, quedando plasmada en el artículo 11 que dice: “Todas las personas tienen idéntica dignidad y son iguales ante la ley. Se reconoce y garantiza el derecho a ser diferente, no admitiéndose discriminaciones que tiendan a la segregación por razones o con pretexto de raza, etnia, género, orientación sexual, edad, religión, ideología, opinión, nacionalidad, caracteres físicos, condición psicofísica, social, económica o cualquier circunstancia que implique distinción, exclusión, restricción o menoscabo. La Ciudad promueve la remoción de los obstáculos de cualquier orden que, limitando de hecho la igualdad y la libertad, impidan el pleno desarrollo de la persona y la efectiva participación en la vida política, económica o social de la comunidad.”
Podría decir mucho sobre Carlos, y está bueno decirlo y seguir repitiéndolo. ¿Pero cómo escribir objetivamente sobre un amigo que ya no está? ¿Cómo redactar unas frases que reflejen su ausencia pero que a la vez salgan de la emocionalidad y ayuden a un fin didáctico?
Una cosa clara es que contar a Carlos es un ejercicio colectivo. Por eso el apoyo popular a esta campaña que se resume en el hastag #EstaciónCarlosJáuregui es uno de los homenajes más polifónicos que podríamos brindarle a alguien que dio todo sin esperar recibir nada. Devolvámosle un poco de lo que nos brindó.
RELAMPAGOS. Ensayos crónicos en un instante de peligro. Selección y producción de textos: Negra Mala Testa Fotografías: M.A.F.I.A. (Movimiento Argentino de Fotógrafxs Independientes Autoconvocadxs) FOTO: Archivo