La conducción en disputa: “vanguardias” por derecha

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La conducción en disputa: “vanguardias” por derecha

12 Septiembre 2016

-¿Cristina es su líder política?
-No, no. Yo rescato de Cristina y Néstor la construcción que hicieron estos años. Yo vi cómo se recuperó la Argentina y La Matanza.
-¿Y por qué ella no es su líder?
-Porque los peronistas vamos construyendo distintos liderazgos. Ésta es la etapa de los peronistas.
-¿La etapa de Cristina terminó?
-La etapa de Cristina cerró en diciembre de 2015.

Verónica Magario, intendente de La Matanza, entrevistada por el diario La Nación


En los últimos meses un debate en relación a la conducción política del campo popular ha despertado tensiones al interior del Frente Nacional que paradójicamente, bajo la conducción de Cristina, supo construir un proyecto de país inclusivo (nunca definitivamente, claro); recuperando los programas que se trazaron durante los años noventa en la lucha contra los dispositivos neo-liberales, abrevando, también, en las tradiciones políticas de los años setenta, en las banderas históricas del peronismo y, en cierta medida, también en las del radicalismo.Diversas luchas por los derechos humanos, los derechos civiles, las reivindicaciones de género y las de los movimiento sociales adquirieron carácter institucional gracias a la decisión política, cristalizada en una coalición popular que supo agruparse para llegar a la victoria y derrotar, hoy sabemos que parcialmente, al proyecto neo-liberal.

Luego de la victoria de la alianza Cambiemos en las elecciones del año 2015, se replican, todos los días, defecciones, traiciones, desconocimiento de los liderazgos y las conducciones políticas y acusaciones cruzadas, todas ellas síntomas de la derrota (la desunión es una de sus principales características). En la derrota las contradicciones internas se profundizan y las llamadas autocríticas aparecen bajo el formato de denuncia de los errores o equivocaciones ajenos, dando como resultado la disgregación del Frente Nacional, que es un momento histórico del desarrollo de la conciencia y la acumulación política de nuestro Pueblo, con límites, sin duda, pero necesario para construir contra-hegemonía en el proceso de reflujo y dispersión típico de las derrotas político-electorales.

Actualmente en el escenario político Argentino existen tres posiciones políticas con opciones reales de poder (dejaremos afuera a la izquierda trostkista y a la izquierda autonomista o popular). Por un lado existe el kirchnerismo (con toda su fuerza propia), por el otro el Partido Justicialista (que, sesgadamente, se autodenomina “peronismo”, desconoce a CFK e intenta llamar a un Massa que, a su vez, los rechaza sistemáticamente) y el Macrismo con sus aliados. Ninguno de estos espacios es homogéneo, conviven tendencias al interior de cada uno, a veces en armonía y a veces en disidencia explícita. Sin embargo, existe un actor político: el Movimiento Evita, que intenta, con críticas muy acertadas y que muchos podemos compartir, construir una cuarta opción que, a mi juicio, sólo contribuye, en la materialidad de los hechos, a disolver el capital político del kirchnerismo, para sumar al intento de autonomización del Partido Justicialista (la firma del Pacto de San Antonio de Padua por parte del Evita es apenas una muestra de ello).

No asombra, desde luego, el desconocimiento de la conducción política de Cristina Fernández que el Partido Justicialista, encarnado en un grupúsculo de intendentes bonaerenses y gobernadores, lleva adelante. Es lógico que una fuerza que comenzó a ser superada, por decisión política del kirchnerismo (que a su vez creó las condiciones para que, con fuerza propia, el Partido Justicialista pierda su hegemonía histórica), hoy niegue a su sepulturero (la elección del año 2015, que fue un festival de primarias abiertas en todo el conurbano habilitó la destrucción de la hegemonía del aparato que nació en los años 80 y se consolidó territorialmente en los años noventa). Lo que es novedoso es ver cómo actores que nacieron gracias a ese proceso, hoy se repliegan en el interior del PJ, y lo que sorprende es que actores políticos que se han formado en las tradiciones piqueteras, en el interior de los movimientos de trabajadores desocupados, la militancia revolucionaria de los 70 (en algún caso) y lo que se puede entender como la “izquierda” del movimiento peronista, hoy planteen posiciones análogas a ese sector del Partido Justicialista.

En el debate de los años 70, el señalamiento histórico tanto de la burocracia política como de los sectores más abiertamente reaccionarios a la “tendencia” peronista era el de los “de siempre” a los “recién llegados”, “infiltrados” que, desconociendo a Perón, intentaban negarlo para poder cumplir sus objetivos ocultos y nunca abiertamente declarados: La revolución socialista, más cercana al comunismo (dirían los acusadores de los años 70) que del peronismo histórico. El cénit de esta discusión se expresa el día en que el Gral. Perón expulsa a los Montoneros de la Plaza de Mayo, tratándolos de imberbes. Desde ese día los ortodoxos pasaron a “tener la razón” al interior del movimiento peronista. Se habían develado, según ellos, los verdaderos intereses ocultos de la “tendencia revolucionaria” que no era peronista, sino, simplemente, “entrismo marxista”.

El problema aquí y hoy, es que este giro de desconocimiento de la conducción lo llevan adelante dos espacios políticos, uno es el PJ, que entendemos y analizamos como lógico (sería absurdo que una fuerza política que busca estar permanentemente en el centro del poder trabaje para su auto-disolución, favoreciendo a un proceso que la pueda superar). El segundo es todo un sector vinculado a la izquierda del movimiento que hoy no desconoce la conducción política de Cristina porque revela límites en relación a la construcción de una estrategia socialista, sino que lo hace porque consideran que Cristina no está dispuesta a rearmar un peronismo con los intendentes del conurbano o los gobernadores e incluso, para algún sector de la mesa de conducción del espacio, con el propio Sergio Massa, lo que termina favoreciendo, implícitamente, a la reconstrucción de la hegemonía del PJ (desde luego, las objeciones del Evita a la conducción de Cristina son muchas más, pero asumen, en éste escenario político particular ese contenido práctico). Hoy no son jóvenes idealistas imberbes quienes nieganla conducción política del movimiento nacional y popular paradójicamente (y la Historia sí que sabe de paradojas), sino que son los representantes de la derecha del PJ quienes lo hacen (e inesperadamente un sector de la izquierda del movimiento); mientras son esos jóvenes idealistas de hoy los que permanecen, en su gran mayoría, reivindicando el liderazgo y la conducción de Cristina, los que plantean una lealtad a prueba de adversidades o malos presagios. Y son algunos sectores de los que se esperaba otra cosa, los que en los hechos favorecen a una política que nunca los integró, sino que fue condición de posibilidad (en sus mecánicas de exclusión y de control del territorio) para que surjan históricamente en la argentina neo-liberal.

Hoy no se niega a la conducción por los límites que pueda imponerle a una estrategia socialista, sino por su supuesta incapacidad para “construir también con los malos”. Traduciendo con un ejemplo: por su incapacidad para incluir en sus filas al representante de la embajada de Estados Unidos, que expresaría, supuestamente, al “peronismo”. Aunque su propia historia política ponga en duda éstas afirmaciones.

La pregunta, cuando la contradicción entre “puros” y “oportunistas necesarios” se da en el contexto de la reconstrucción del Frente Nacional, es la siguiente: ¿Puede reactivarse un frente electoral que ha expresado sus límites políticos y ha mostrado su volatilidad ideológica en la argentina post-kirchnerista?, es decir ¿es posible volver a construir una táctica electoral con sectores que han demostrado no ser fieles a ideas ni principios, sino a la oscilación de las encuestas?

RELAMPAGOS. Ensayos crónicos en un instante de peligro. Selección y producción de textos: Negra Mala Testa Fotografías: M.A.F.I.A. (Movimiento Argentino de Fotógrafxs Independientes Autoconvocadxs)