Cuando la palabra “muerte” nos invade
Por Ludmila Sueiro
“La desigualdad es más violenta que cualquier protesta”, expresaba un afiche pegado en una valla, rodeado de pequeños focos de fuego, de lo que había sido un escenario.
La represión llego otra vez al Encuentro Nacional de Mujeres. Como ocurrió hace un año en Mar del Plata, un grupo de varones -supuestamente, no autorizados- abrazó la catedral para defender a esta institución de las “violentas mujeres”. Al día de hoy se hablan de grupos infiltrados, de hombres dentro de la movilización y del estado de la Ciudad de Rosario. Pero, ¿por qué no hablamos de la marcha, de los talleres y sus discusiones, o de que todavía las mujeres seguimos muriendo?
A pesar de las 40 cuadras de movilización y de las más de 100.000 mujeres que se afirma que participaron, en los medios de comunicación hegemónicos la preocupación ronda los temas referidos al estado de las calles y los destrozos producidos. Pareciera que la magnitud de las circunstancias opacara la intensidad de las discusiones, donde participaron más 70.000 mujeres, en los 69 talleres que se dieron en todo el fin de semana. Pero no.
Todas y cada una de nosotras entendemos que no hay balas, piedras o fuego que pueda hacernos olvidar de lo vivido en Rosario, como en cada uno de los encuentros desde hace 31 años. Todavía la palabra “muerte” nos invade. Nos siguen faltando madres, hijas, amigas, hermanas a causa de un patriarcado que nos vende, nos viola, nos encierra y nos mata. Dentro de este sistema, los medios, víctimas y cómplices, entienden que lo más importante son las mujeres en tetas que tiraban piedras contra la policía y que escribían “Acá abortan las chetas”en las clínicas privadas.
En esta sociedad que reproduce el patriarcado; que nos dice cómo debemos ser, vivir, vestirnos y hasta cuándo debemos transformarnos en incubadoras de nuestras propias familias. Las mujeres venimos a decir: ¡Basta! Reclamamos por nuestro lugar en la sociedad, en todos los ámbitos. Exigimos que la violencia deje estar en nuestra vida cotidiana. Queremos decidir nosotras sobre lo que pasa con nuestro cuerpo. Pedimos, disculpen las molestias, no morir.