“La batalla cultural del peronismo es una compulsa entre blancos”
Por Juan Cruz Guido
Foto: Nicolás Parodi/DIAFAR
Agencia Paco Urondo: ¿Cuál es el trabajo que vienen realizando desde Diafar?
Federico Pita: Diafar es la Diáspora Africana de la Argentina, una asociación civil sin fines de lucro que nuclea, en gran medida, afrodescendientes. Somos argentinos que descendemos de los africanos y africanas traídos como mano de obra esclaviza durante el periodo colonial. Esa es una de las patas que conforma la diáspora, mientras que después tenemos a los afrolatinos, afrodescendientes de otros países latinoamericanos, y los africanos inmigrantes hoy en día de África.
La Unión Africana, que es un órgano político que representa a los 54 países del continente, tiene una división entre regiones. Son cinco: Norte, Sur, Este, Oeste y el Centro. Pero existe una sexta región, declarada como una región política, que es la diáspora. Somos justamente todos los que nacimos o vivimos fuera de África y que por distintas circunstancias somos parte de la diáspora.
Es ahí donde nosotros encuadramos, dentro de la diáspora africana de la Argentina. No sólo somos afro descendientes de acá sino que también los afrodescendientes de la región y africanos que eligen la Argentina para vivir. Nosotros abrazamos ese término amplio. Aunque la prioridad de nuestro trabajo es rescatar toda esa herencia política, cultural y social de la afrodescendencia en la Argentina que esta negada. Aquí existe una suerte de paradigma de supremacismo blanco. Cuando se imagina que la Argentina es blanca y europea o que Buenos Aires es la París americana. Toda esa historia es la base del racismo, donde se plantea que lo blanco es mejor que todo, pero por sobre todo que su opuesto, lo negro.
APU: Eso está presente inclusive en la retórica de Sarmiento.
FP: Bueno, Sarmiento es el primer promotor del racismo científico en la Argentina. Una línea que después termina derramando en la criminología, la filosofía que se enseña en nuestras casas de estudios, los autores como Hegel o Kant, todos tipos con declaraciones totalmente racistas. De todo eso se ha ido nutriendo el estudio del pensamiento en la Argentina.
La Argentina se presenta ante América Latina como el país más blanco. Uno de los lugares de privilegio que supuestamente tiene la Argentina frente al mundo es esta cosa “de estar más cerca de Europa que del resto”. Que somos culturalmente mejores que los mexicanos, que los brasileros o que los bolivianos. Esa idea de que nosotros podemos competir contra Brasil, que en términos numéricos es una cosa estúpida, porque Brasil es una potencia y nosotros somos un pueblo, en el sentido peyorativo de la palabra, un pueblito. No llegamos a ciudad en esa lógica. Pero dónde está esa apoyatura ideológica de pensar la superioridad Argentina. Tiene que ver justamente con esta idea de supremacía racial. Porque, claro, los mexicanos son descendientes de indígenas. Pero eso tiene un costo muy grave para todos porque nos hace una sociedad esquizofrénica, sin identidad. El imaginario de que lo de afuera es mejor tiene que ver con esto. Es tan falsa la cultura sobre la que estamos montados que nos lleva a equivocarnos una y otra vez frente al mismo tema.
Pero las consecuencias más graves las paga el otro, porque la supremacía racial blanca tiene como correlato inmediato la inferioridad racial negra. Entonces en la Argentina toma un piso ridículo, a tal punto que se imagina que no hay negros.
APU: Desde Diafar han hecho un gran estudio historiográfico, ¿qué me podes decir de dos de los grandes relatos que se han instalado en torno a esta cuestión: la fiebre amarilla y las guerras (tanto en la independencia como contra Paraguay)?
FP: Son mitos absolutos. Desde El Afroargentino, la publicación periódica de la asociación, dedicamos un número al rol de los negros en los ejércitos de independencia. Obviamente, como decís vos, es un gran relato. Y con esto no quiero decir que todo ese frente de batalla conformado sin duda por esclavizados haya sido carne de cañón. Pero ni los viejos, ni los niños, ni las mujeres iban a la guerra. Por lo tanto, es absurdo pensar que hayan desaparecido cultural y socialmente. Los que descendemos de esos primeros esclavizados eran hombres y mujeres. No eran inmigrantes golondrina. Estamos hablando de la mano de obra de millones de hombres y mujeres que conformaban el protocapitalismo argentino.
El problema de la historia Argentina es que la escribieron los blancos que ganaron y el reformismo son los bancos que perdieron. Ninguno de los dos cuenta la historia del pueblo. La historia de Mitre sólo menciona al negro que muere por la patria y que obviamente, está muerto. Y el revisionismo refiere al blanco mestizo pero no indaga en los datos que existen y que están disponibles.
APU: ¿Crees que esto se ha infiltrado en las instituciones políticas argentinas? ¿Cómo encuadras al peronismo dentro de esta situación?
FP: En todas las instituciones sociales, culturales y políticas argentinas hay una suerte de consenso blanco por sobre el relato de los inferiores, indígenas y negros. Entonces no hay un gran terreno en disputa. Siempre es los negros me apoyan a mi o los negros no me apoyan a mí, pero siempre hay una cosa paternalista para con el negro en el relato.
El peronismo sería, en esta compulsa que hablábamos, el revisionismo. Se pretende, en los papeles, defender al sector trabajador, en contraposición al radicalismo, por ejemplo, que apunta a las clases medias, los ciudadanos (algo ya inaccesible para un negro). El peronismo entonces apela a ese sujeto pero no le pone color de piel. De esa manera, nunca termina de romper el esquema y eso le sucede hasta el día de hoy. Porque el fenómeno de racialización existe y negarlo es ser parte de eso.
APU: En parte hay un temor a meterse en ese terreno de disputa porque quiebra lo políticamente correcto…
FP: Desde varios sectores se rescata esta idea de la revolución cultural. El problema es que cuando no le pones color termina siendo una compulsa entre blancos. García Linera, que habla desde Bolivia, es muy claro en esto. Chávez, Lula y Evo Morales lo que tienen es que reúnen condiciones de clase contrapuestas a las de los demás políticos. Son realmente de extracción popular, son negros, indígenas de verdad. Entonces encaran ese sujeto. Desde su biografía y desde el estado de conciencia. Porque obviamente no alcanza con ser negro. Barack Obama también es afro descendiente y está muy lejos de representar a los sectores populares.
El peronismo en cambio termina siendo una versión más amigable o “que está dispuesta a trabajar por y para” los negros pero en lo que le pifia es en no construir una verdadera base democrática y de participación. Lo que hay que colectivizar no es el debate, sino la toma de decisiones. Tanto en la izquierda como en el peronismo las bases militantes son oscuras. Pero no ocupan los espacios de poder. Hace poco lo entrevistábamos a D'Elia para el periódico y planteaba que “cualquier blanquito recién llegado está antes que yo en la fila”.
Digo, los persiguen a todos, los quieren proscribir pero la que está presa es Milagro (Sala). Y está presa porque el peronismo apoyo a Fellner. ¿Con qué criterio Milagro no fue candidata a gobernadora? Nadie habla de eso y no se habla con claridad. La única forma de cambiarlo es democratizando el acceso. Tiene que haber candidatos negros. De tus propias filas, no hay que importarlos, están.