Cuatreros: Albertina Carri en su más intensa y política expresión
Por María Iribarren
En el capítulo “Preproducción” del libro Los rubios. Cartografía de una película (2007, BAFICI, Buenos Aires), Albertina Carri escribió: “… este film tratará de lo imposible de la memoria, de los fraudes que se cometen en su nombre, de las santificaciones que alejan y amenazan con convertir en estatua lo que debería estar a nuestro alrededor; del distanciamiento académico en nombre de la tragedia… También exploraré en una especie de conjura proustiana, las astucias del olvido, las estrategias que montamos para escribir el pasado”.
Entonces, si Los rubios quiso ser un ensayo (intimista, artístico) acerca de la ineficiencia del documental para documentar la ausencia (personal, colectiva), Cuatreros va a burlar ese obstáculo (en primer lugar, al descartar la legitimidad de la crónica) para proponer una poética de la imagen (transhistórica y transgénero) que indague la violencia en términos de relato del, sobre y en el cuerpo (privado y social). De muchas maneras, la cifra de Cuatreros es la de un programa amoroso y clasista, nacional y popular.
Cuatreros (como Los rubios, aunque sin la ira de Los rubios) reanuda la quimera de filmar una película sobre el libro Isidro Velázquez. Formas Pre revolucionarias de la violencia publicado en 1968 por Roberto Carri (padre de Albertina, que en el 77 fue “desaparecido” junto con Ana María Caruso, su mujer). En verdad, reanuda la quimera de filmar esa película por segunda vez ya que el primer intento correspondió a Pablo Szir y Lita Stantic que, a principios de los 70, rodaron Los Velázquez inspirados en aquel libro cuya materia se les agrandó en el tiempo y la circunstancia, a partir de las entrevistas que ellos mismos realizaron en Chaco, a vecinos y familiares de los hermanos Velázquez (Isidro y Claudio) y de Vicente Gauna.
Aquella película (según dejó escrito Jorge Cedrón en una carta que Fernando Martín Peña mantiene en su poder, el film fue a parar a Cuba al igual que un incalculable metraje de fílmico procedente de países sometidos por dictaduras de índole diversa), nunca se estrenó y su director (Szir) así como las latas en cuestión, permanecen “desaparecidos” desde la última dictadura cívico-militar.
Alrededor del siglo XXI, Mariano Llinás y Enrique Santos (hijo de Lilita Carrió, recientemente vinculado al narcotráfico), una vez más, tuvieron la intención de llevar al cine la vida de Isidro Velázquez. Animados, vaya a saber por qué ensueños misteriosos, en cualquier caso, tanto Llinás como Santos abandonaron esos proyectos. Por su parte, Peña (que aún busca la película de Szir, como tantas otras películas que busca denodadamente), instigó a Albertina a filmar la suya. A lo largo de los cuatro años que llevó la producción de Cuatreros, Lita Stantic (acaso resuelta a no seguir averiguando por el destino de Los Velázquez), anotó inconveniencias al proyecto de Albertina durante los encuentros que ambas mantuvieron.
Albertina escuchó recomendaciones y sentencias (las de Stantic, no fueron las únicas). Miró cintas sin cesar, las cortó en pedacitos sin poder ordenarlos en su cabeza. Hasta que empezó a definir la “película que no haré sobre la obra de mi padre. La película sobre el último caudillo alzado en la Argentina. La película sobre la película desaparecida durante la última dictadura. La película sobre cómo el cuatrerismo de unos poderosos, nos ha dejado una herencia de violencia inane”.
Pensó y resolvió que, después de ocho años sin filmar un largo, éste no podía ceñirse al mero contraste entre pasado y presente. Ni a lo específico del nombre propio (el ombligo de “alcurnia revolucionaria” que le tocó en suerte y que lastima). Tampoco a la impostura “cine documental versus cine de ficción”. Ni a la farsa (inútil) de emular a Leonardo Favio, para reconstruir la épica caricaturesca de un bandido inclasificable. Ni a la pintura grotesca de caudillos, mártires o revolucionarios. No.
Cuatreros debía interpelar a la historia nacional desde el sistema de sus masacres. Interpelar a la violencia, su carácter de clase, sus lenguajes subalternos, su recurrencia, sus secuelas: “Las imágenes que no están. Los cuerpos que no aparecen. Un juicio que no llega”.
Al cabo, Cuatreros podría razonarse como una balada punk cuyo intérprete, en la mejor parte, hace trizas el instrumento con que la ejecuta (como ocurre en la mejor parte de toda buena balada punk). Canción triste, en imágenes mudas pero estridentes, proyectadas sobre una pantalla descompuesta, que insiste en su próxima desintegración porque, “para sobrevivir, también hay que olvidar”. Cuatreros, película para armar, sin subtítulos, sin final.
Cuatreros exhibe la poética Carri, ahora, manifiesta y radicalizada: es enunciado y enunciación a la vez. No hay actriz que represente. Primera persona del singular, voz en acto de esa artista insoslayable que es Albertina Carri.
A través de Cuatreros Albertina suspende la catástrofe originaria (“la furia de Roberto”, “el ansia de Ana María”, “la supervivencia frente a un sistema que no nos reconoce y que… no nos entiende”), disgrega la imagen (es que “los ojos se vuelven unos órganos incontrolables que duelen y no sirven para nada, porque las lágrimas no te dejan ver…”), confirma “su” cine.
Así como Los rubios pretendía conjurar “las estrategias que montamos para escribir el pasado”, Cuatreros ensaya la desterritorialización del sintagma (el expediente) “Albertina Carri, cineasta argentina” para diagnosticar un pueblo y un cine que todavía no son. “El legado definitivo: la obra como inmanencia de la vida. La vida como un punto de luz inmenso del que surgirán todas las cosas. Incluso la muerte. Y con ella, el cine”. El cine de Albertina Carri en su más intensa y política expresión.
Estrenos
La plataforma de video a demanda del cine argentino Odeón (desarrollada en noviembre de 2015 por el Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales y ARSAT), incorporará a su sección de estrenos Cuatreros. La producción tendrá un estreno en simultáneo el día 2 de febrero, tanto en el Espacio INCAA Cine Gaumont como a través de la plataforma de contenidos audiovisuales nacionales (ODEÓN). La película, que a partir del 3 también se exhibirá en el MALBA, fue seleccionado para la sección “Forum” en la 67° edición de la Berlinale.