“Lápices, un musical con memoria”: testimonios necesarios en los tiempos que corren
Por Santiago Asorey *
El concepto de componer una opera rock basada en la Noche de Los Lápices es de un enorme riesgo**. Es lógico, le pasa a cualquier obra que intenta representar la dimensión inexpresable e infinita del campo de concentración y del Terrorismo de Estado. Las obras se encuentran con desafíos estéticos y éticos muy complejos relacionados a como y que se representa. Hemos escrito sobre esto en otra ocasión en relación específica a la memorable Crónica de una Fuga de Adrián Caetano.
Sin embargo, cuando esa decisión decide ir más allá y recupera el testimonio de víctimas de crímenes de lesa humanidad a través de géneros o formatos vinculados a la cultura de masas como el musical y la ópera rock los riesgos se incrementan. Y no existe posibilidad de avanzar en el fortalecimiento de una cultura popular y mantener encendido el fuego de la memoria colectiva sin la elección consciente de esos riesgos. En ese sentido, recuperar las historias de la Noche de Los Lápices a través de una ópera rock expresa en sí, un gesto democratizador, de apertura y de discusión. El gesto de las autoras contiene irreverencia. Es un gesto de autentica valentía.
La apertura de la tradición del rock nacional que se abre en “Lápices, un musical con memoria” con autores como Fito Páez y Charly García permite una relectura con una politización imprecisa de la militancia. En este sentido, no hay una delimitación especifica de las organizaciones y los trazos finos de la historias de los jóvenes militantes políticos que fueron secuestrados y torturados. Pero lo interesante de este gesto, es lo sintomático y lo necesario de esa elección en los tiempos que corren.
La película de Héctor Olivera “La Noche de los Lápices" fue una de las primeras películas del cine argentino que permitió una aproximación al núcleo duro del terror inabarcable e irrepresentable que la última dictadura había ejecutado sobre los jóvenes militantes. Que esta obra vuelva sobre unos de los primeros ensayos cinematográficos que habla sobre la dictadura es un gesto que expone con coraje el momento actual que le toca vivir al pueblo argentino. Es como si, desgraciadamente, en este contexto político tuviésemos que volver a la bases de lo aprendido para recordar, ante un Estado que instala la desmemoria.
Nos encontramos en días donde la discusión sobre las prácticas de la última dictadura se mantienen vigentes no solo por los crímenes del Estado del pasado sino por las prácticas actuales que el Gobierno decide soslayar. Y esto es el centro de la enorme valorización que uno realiza de una obra como “Lápices, un musical con memoria”. Llevar adelante una ópera rock mostrando esas prácticas, cuando el Gobierno argentino niega la responsabilidad del Poder Ejecutivo y la Gendarmería en la desaparición forzada de Santiago Maldonado, contra el posicionamiento en bloque de la ONU, los organismos de Derechos Humanos y la familia de la víctima, es un gesto de valentía.
Hablar directamente de esas prácticas sin hermetismos sino utilizando los lenguajes de la cultura de masas que el enemigo también domina es dar la discusión en las arenas ideológicas donde el sentido común todavía puede ser disputado. Mientras veía la obra pude escuchar cómo una señora mayor se incomodaba en el asiento detrás mío por la utilización de Piazzolla en una escena de represión. Claro que incomoda. Es necesario que incomode. No hay forma que no lo haga. Lo que le molestaba a la señora no era lo que decía, respecto "al irrespeto sobre libertango", lo que la incomodaba era su vinculación y su responsabilidad como ciudadana argentina con lo que estaba viendo representado. El Terrorismo de Estado se vincula al todo de una sociedad y eso incluye su industria cultural. Si un musical logra eso es porque la misión esta cumplida.
Que se decida realizar una obra como ésta, cuando Milagro Sala se encuentra detenida hace más de 500 días en el marco de una persecución política, es un gesto de coraje. Contar esta historia, en un momento donde “el sentido común” no quiere escucharla y le resulta incómoda es un gesto que uno no puede de estimar, respetar y pedir que la historia no pare nunca de ser contada.
*Secretario de Redacción de AGENCIA PACO URONDO
**Lápices, un musical con memoria”, escrita y dirigida por Sol Cardozo y Paula Grose, en el auditorio de la UMET.