Entrometerse con el voto popular es el límite
Por Federico Lemos
El vértigo de la realidad que vivimos borra rápidamente las noticias de un modo continuo e indiscriminado. Allá lejos parece haber quedado la lluvia de globos en el búnker macrista en aquella noche de las PASO. Seis puntos de ventaja con un bajo porcentaje de mesas escrutadas fue la excusa suficiente para celebrar una victoria de Cambiemos en la provincia de Buenos Aires. Las caras sonrientes de funcionarios y candidatos parecían ser el prólogo de la consolidación de su proyecto político, pero la noche apenas comenzaba.
Después ocurrió lo que todos sabemos. Especulación con el conteo, lentitud en el sistema encargado de esa tarea, respuestas poco satisfactorias de parte del gobierno, la victoria estrecha pero victoria al fin de Cristina Fernández de Kirchner. Pasadas estas escenas, quedan varias cuestiones por analizar y tratar de dilucidar, ¿Salió bien la riesgosa jugada del gobierno? ¿Cuál es el límite para su intromisión en cuestiones electorales? ¿Lo que ocurrió en el recuento puede ser el ejemplo paradigmático de la clase de democracia que estamos viviendo en la actualidad?
Para empezar, se puede decir que el blindaje mediático y la vertiginosidad le quitaron peso al triunfo de la ex presidenta, y al parecer el gobierno salió indemne en términos de costo político a grandes rasgos. La arriesgada maniobra solo tuvo rebote en medios populares y en pocos medios de alcance nacional, lo que le significó no tener ninguna mella en sus números según las encuestas, que deben ser tomadas con cautela pero que coinciden en que el oficialismo no solo no bajó su intención de voto sino que la elevó.
Con respecto al segundo interrogante, podemos mencionar el antecedente vital que prueba la intención del gobierno para ejercer su influencia en el terreno del sufragio. No es más ni menos que el intento de instalar el voto electrónico, proyecto que no tuvo trascendencia debido a una activa participación de una parte de la oposición que puso en evidencia lo obsoleto de dicho sistema. ¿Por qué insistir en un sistema que puede ser manipulable con tan solo un celular, tal como lo explicaron los especialistas en el Congreso? En este caso, podemos decir que, como mínima, la impericia reinó en esa iniciativa; como máxima, podemos suponer que se trataba de una estrategia clara de intromisión que además significaba un negocio para empresarios amigos.
La última de las cuestiones en la que hace hincapié este artículo se vislumbra como la más simple de responder pero dado otros ejemplos dolorosos que estamos vivenciando: la desaparición forzada de Santiago Maldonado por parte de la Gendarmería, el despiadado manejo en el caso Milagro Sala y el desprecio del gobierno a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos o la represión frenética de las fuerzas policiales ante movilizaciones populares, entre otros hechos. Podemos afirmar que lo ocurrido en las PASO es solo un ejemplo más de como la democracia está siendo bastardeada en algunos pilares fundamentales que ya descontábamos fuera de cualquier discusión.
Dicho esto, tenemos que tener en claro que entrometerse con el voto popular es el límite. La manipulación debe llamarnos a la alerta. En la madrugada del lunes 14 de agosto, cuando esos seis puntos de ventaja oficialista se desvanecían en el aire y aparecieron las lentitudes, no estaba en riesgo solamente un resultado, sino toda una institución que nos costó sangre, lágrimas y ruinas.
En el año 2018 se van a cumplir 35 años de un proceso político que esperemos no tenga ninguna interrupción más en toda la historia por venir. En eso, al parecer, la enorme mayoría está de acuerdo. Pero ¿con saberlo basta?
El domingo 22 es otra de las pruebas para medir nuestro compromiso. Una vez más la Argentina de estos años nos enfrenta a la posibilidad de defender nuestro sistema político. La democracia que supimos conseguir (perfectible ad infinitum) se preserva en todas y cada una de las circunstancias que se nos presenten. Ya sea como individuos o como colectivo, debemos defenderla como valor, como tesoro, como ideal, como realidad que no debe ser oscurecida.