Más vidas de Lee Miller: Sin Fotos
Por Betina Payaslian
Lleva despierta toda la noche, acostada pero sin haber logrado dormir ni siquiera unos minutos. Son las diez de la mañana y nota que alguien entra a la habitación porque la luz aparece de pronto desde la puerta abierta detrás suyo. Pasó toda la noche tumbada del mismo lado, con los ojos mirando hacia la ventana pero sin ver nada. Ni la rigidez de su rostro ni el vacío en su mirada logran perturbar su belleza. Casi no siente partes de su cuerpo y no puede moverse para estar más cómoda. Esa especie de anestesia se le vuelve necesaria para continuar inmóvil en el mismo lugar de la cama. Desde ayer está encerrada dentro de ella misma. La luz la interrumpe y la saca por unos segundos de ese mundo. Siente los pasos de su madre. Percibe cómo se va acercando hacia ella y se agacha para quedar a la altura de su cara, le acaricia la frente y para colmo le habla:
-Lee, mi amor, es hora ya de que te levantes y te cambies, te dejé el vestido en la silla. El entierro será al mediodía y deberías comer algo.
No contesta. No piensa ni en la hora, ni en el entierro, ni en el vestido ni en nada que implique alguna conexión con un mundo en movimiento. El mundo de Lee se detuvo ayer a las tres de la tarde en el Seneca Lake.
Ella sigue allí en el lago, recostada en el piso del pequeño bote de madera observando a Jhon mientras este, de pie, se balancea haciendo que se muevan de un lado a otro. No paran de reírse. El reflejo del sol de frente hace que Lee use su mano de visera para poder observar a Jhon sin encandilarse. Piensa una vez más en lo hermoso que es. Mira el cuerpo de su novio, lo recorre cuadro a cuadro y se lamenta por haber dejado la cámara en la orilla. Piensa en lo perfecta que sería esa foto. El reflejo del sol y del agua, ese cuerpo musculoso, el pelo dorado cayendo por su frente y los dientes blancos que se lucen con cada risotada que pega. Es un día perfecto, con una luz perfecta y no va a poder retratarlo.
Jhon tiene un pie en cada borde del bote y deja de moverse haciendo el mayor equilibrio posible. Ella lo mira seriamente y le pregunta de golpe:
-¿Amor, qué serías capaz de hacer por mi?
Él se hace el pensativo poniendo su mano en la pera y revoleando los ojos hacia arriba. Ella no aguanta y se ríe una vez más a carcajadas. Jhon se saca su remera y antes de lanzarse al lago de agua helada le contesta:
-Sería capaz de todo.
(*)Lee miller inició su carrera como modelo, fue tapa de las revistas más importantes de la época como Vogue. Su belleza fue un ícono de las épocas por las que transitó. Fue fotógrafa y aprendió el oficio de la lente de Man Ray. Su vida no se limitó ahí, entonces tomó imágenes sobrecogedoras en el campo de concentración de Dachau tras la liberación de los aliados en la segunda guerra mundial. También fue cronistas de las atrocidades del conflicto bélico.
Su vida amorosa fue de Estados Unidos a Europa y Egipto como corolario de su vida itinerante. Fue parte de la vanguardia de la mitad del siglo pasado. Conoció a Picasso y a los grandes artistas de la época. Tuvo un hijo y terminó su vida alejada de toda fama.