Libertad provisional para la Manada de Sevilla: “Presa en mi ciudad”
Por María Belén Dileo
Ayer los medios de comunicación españoles se hicieron eco de la noticia de lo resuelto por la sección segunda de la Audiencia Provincial de Navarra, que hace dos meses condenó a José Ángel Prenda Martínez, Ángel Boza Florido, Antonio Manuel Guerrero Escudero, Alfonso Jesús Cabezuelo Entrena, y Jesús Escudero Domínguez, miembros de “La Manada”, por el delito de abuso sexual con penetración, a la pena de prisión, rebajando así la gravedad del delito imputado y con ello, la pena prevista para el delito de agresión sexual pretendidas por las acusaciones, otorgándoles la libertad provisional. Así lo habían solicitado los acusados. En rigor, pese a la negativa fundamentada por las partes querellantes, la mayoría del tribunal decidió, en uso de cínico lenguaje judicial, la prórroga de la prisión preventiva hasta la mitad de la condena impuesta, esto es, de 4 años y seis meses, eludible bajo el pago de fianza de seis mil euros.
Seis mil euros. Eso vale nuestra integridad sexual, nuestro consentimiento, nuestra autodeterminación, nuestro deseo. Aquellos jueces que vieron fiesta en vez de horror, falta de pudor en la víctima en vez de una estratégica disociación de su cuerpo para mantenerse con vida, ahora le ponen el precio a su libertad y a la de todas las mujeres que habitan en este país. Para dormir tranquilos en sus casas, el tribunal prohibió la salida de los imputados del país, y a su vez, se les impuso la prohibición de entrar en la Comunidad Autónoma de Madrid, donde se domicilia la joven. No resulta forzoso razonar, que es ella ahora quien, en realidad, tiene la prohibición de salir de su ciudad de residencia, y mucho más, salir de fiesta, si es que –ojalá- algún día recupera las ganas.
En este marco, el movimiento feminista convocó a tomar las calles en contra de esta medida, y se realizaron manifestaciones en Pamplona, Madrid y Barcelona. Para el día de hoy, se convocan, ya de manera más organizada, manifestaciones en localidades a lo ancho de todo el territorio estatal. Las mujeres salimos a las calles, a manifestarnos, a ocupar nuestros espacios haciendo arder el miedo que nos provocan los abusadores y violadores, a cruzarnos con estos tipos y dejarles bien claro que no pasarán.
Nuestra voz puede hacerse oír, podemos seguir poniendo el cuerpo, pero en la medida en que la justicia no reconozca que su accionar nos manda a la boca de los lobos, seguiremos siendo masticadas. En cualquier lugar ella, nuestra hermana, y nosotras, podemos cruzárnoslo. A estos o a otros, que, evalentonados por el estado actual de este trámite judicial, pueden salir a buscar presas. Tanto en los Sanfermines que se aproximan, o en cualquier otra fiesta que proliferan en esta época en todo el territorio, con una expectativa, máxima, de un par de años en prisión, y recordándonos a nosotras, tres enseñanzas fundamentales en tanto sujetxs pasivos del sistema patriarcal.
Primero, no salir de fiesta ni desear, y menos sucumbir a nuestros deseos, porque no se nos considera sujetos deseantes, sino solamente objetos de deseo. Segundo en el caso de desobedecer a este mandato, y si salimos de fiesta, debemos acceder a los deseos de los demás, y sino, vamos a terminar como Nagore Lafagge, asesinada por el médico José Diego Yllanes Vizcay. Luego de resistirse a mantener relaciones sexuales con él. Este caso ubicó mediáticamente aquello que las feministas venían denunciando desde hacía décadas: los abusos sexuales y violaciones a mujeres que tenían lugar entre matanzas de animales, perpetrados por estos sanos hijos del patriarcado, que ponían en ejercicio, y en manada, las enseñanzas obtenidas a lo largo de toda su vida y educación sexista. Tercero, sólo estamos las compañeras. Siempre las feministas. Sabemos de redes de cuidado colectivo. Se lo impusimos, con mediano o bajo éxito, a los estados. Fueron las compañeras feministas las que desde hace un par de años organizan multitudinarias marchas nocturnas contra la violencia machista en el contexto de los Sanfermines, para ganar presencia en las calles y mitigar así el mensaje del show de los varones blancos, heterosexuales, solventes, con muchas ganas de someter, por igual, a toros y a mujeres.
En Chile, las feministas están dinamitando las bases educativas del sistema de jerarquías sexuales exigiendo desde el interior de las universidades, la total autonomía sobre sus decisiones a la conservadora sociedad trasandina. Desde Argentina el movimiento está a media sanción de arrancarle la legalización del aborto a un gobierno declarado en su contra, y a un papa natural de ese país. Conocedoras de las maquinarias puestas en juego por el sumo pontífice, que las comparó con los nazis, redoblan la apuesta y exigen además, la absoluta separación de la Iglesia y el Estado. Entonces, en comunicación fluida y oceánica llegan los primeros movimientos concretos de esta cuarta ola y vemos claramente, en este tipo de sentencias y atribución de restringidas libertades -a nosotras-, la reacción desesperada, los opresiones de un sistema que pelea por robustecerse, a costa de nuestros cuerpos y su dolor. Pero estamos rompiendo sus estructuras y celdas con las uñas y con glitter. ¿Y el miedo? Que arda.