Sobre el antifeminismo y el campo popular
Por Soledad Allende
Fotografía: Nicolás Mañez
El movimiento nacional y popular, con toda su heterogeneidad, ha sido históricamente el lugar donde los pueblos nuestro-americanos han podido participar del poder, y al mismo tiempo, el escenario de una disputa por el significado del movimiento.
El feminismo ha ganado legitimidad al interior de dichos movimientos, y esto es un hecho irreversible. CFK lo dijo claro, y eso la convierte por lo pronto, en la referencia obligada del feminismo nacional y popular. Si CFK dice que el feminismo tiene que estar, es porque escucha y porque ve que “el sindicalismo es con nosotras”, que “el feminismo villero empodera”, que las estudiantes secundarias también han adoptado las ideas feministas, y que las acompañan muchos varones de su generación. Parece un panorama alentador de cara a las elecciones del 2019, si tenemos en cuenta las estadísticas que señalan a la juventud como la que mayor intención de voto le otorga a Cristina.
Quienes hayan caminado por las calles aledañas al congreso el 13J y el 8A saben que allí se discute un proyecto de país. En esas jornadas, las calles fueron tomadas por trabajadoras y estudiantes y por varones que no quieren ser cómplices de las muertes clandestinas. Personas con conciencia de que la muerte clandestina no sólo no es un problema menor, sino que es la especialidad del neoliberalismo en el poder y esto se encuentra en sintonía con la posición de la candidata con mayor intención de voto de la derecha. Quienes estuvimos presentes, también nos encontramos en las marchas contra todas las formas de ajuste del Estado y el endeudamiento externo, contra los tarifazos y la especulación financiera, contra el descenso y la precarización del empleo, contra la reforma previsional, contra la política represiva y la impunidad de un Estado desaparecedor, entre otras. Pueden vernos, porque llevamos pañuelos verdes, y ahora que sí nos ven, nos van a tener que escuchar, tal como lo hizo CFK.
¿Pero qué dicen los detractores del feminismo nacional y popular dentro de nuestro movimiento? Que el feminismo es liberal y responde a una agenda neoliberal y por lo tanto antitético respecto de las tradiciones del peronismo. Por un lado, porque distrae a la población de los temas importantes de la economía, como un interés de la clase media liberal y progresista. Por otro lado, porque el debate sobre la separación iglesia/Estado es funcional a los intereses del capitalismo financiero y transnacional, en la medida en que ataca y desfinancia a uno de sus principales enemigos, el cristianismo revolucionario.
Es sabido que la alianza del peronismo con la iglesia se rompe a poco andar el primer gobierno de Perón en el poder; se rompe justamente por el tema divorcio y patria potestad. Del mismo modo, durante el kichnerismo, no fue otra la actitud de la iglesia frente al matrimonio igualitario y la ley de identidad de género.
Está claro que para la mayor parte del antifeminismo nacional y popular no es un problema que las reivindicaciones de género sean realizadas por un gobierno nacional y popular, aún cuando esto implique rupturas con las cúpulas eclesiásticas. Lo problemático es que una demanda democrática como la lucha por la legalización del aborto se transforme en una demanda popular, y mucho peor, que realice transformaciones en nuestra matriz discursiva. Y la mayor tragedia es que este movimiento masivo tenga cuadros políticos capaces de hacer los acuerdos necesarios para promulgar la media sanción de una ley que otorgue completa soberanía a las mujeres sobre sus cuerpos, un periplo bien ilustrado por Luciana Peker tanto el 13J como el 8A.
Porque hay algo que sí comprende a la perfección el antifeminismo de cualquier color es que sólo quien conquista la soberanía sobre su propio cuerpo puede transformar la realidad. El consenso con las ideas neoliberales se destruye dando las discusiones en los barrios. Lo mismo sucede con el consenso con las ideas machistas, tan funcionales a este neoliberalismo de rapiña, que ha transformado los cuerpos de nuestras compañeras en mercancías. De esto son ejemplo el trabajo realizado por la Garganta Poderosa, que ha sabido construir un feminismo villero, el proceso de concienciación del activo militante otrora organizado en el recientemente desmantelado programa Ellas Hacen, la participación y pronunciamiento de algunos sectores de la ctep, por nombrar tan solo tres ejemplos.
Pero hay algo más. La figura de Francisco parece encarnar una suerte de Concilio Vaticano II, y Conferencia de Medellín, aggiornado a estos tiempos. El paraguas que abre el Vaticano a través suyo, parece dar protección al resurgimiento de un cristianismo barrial capaz de construir sentido y organización entre los sectores populares. En este contexto, donde el evangelismo es funcional a las alternativas políticas neoliberales, ocupa el espacio que la iglesia y el Estado han dejado vacante durante los dos ciclos de acumulación financiera que hemos transitado (y seguimos transitando). Sin embargo, la poco feliz expresión “feminazi”, reforzada en el discurso del Papa Francisco del 15 de junio, parece alinearlo con las expresiones religiosas que pretende combatir, dando la espalda a las católicas por el derecho a decidir, y de una parte importante de la población que no considera incompatible la sanción de IVE con sus ideas religiosas. El mismo argumento acerca de las políticas eugenésicas del nazismo intentó desplegar sin éxito la senadora de la UCR-Cambiemos Elías de Pérez.
Respecto del debate separación iglesia/Estado, en la entrevista realizada por la revista “el Grito del Sur” a Grabois el día 5 de agosto de este año, el amigo del Papa y líder la CTEP se expresa a favor de revisar el modo en el que se financia la iglesia. Incluso propone el modelo italiano, donde la contribución la realizan los creyentes a través del Estado, dando cuenta de que este es un debate necesario y no necesariamente anticristiano. Pero además, cuando se le pregunta acerca de su posición sobre la legalización del aborto, responde claramente que la decisión tomada por la organización a la que pertenece y conduce, le ha planteado la necesidad de que se llame al silencio sobre estos temas. ¿Que plantea el silencio en éste caso? El reconocimiento de una necesidad histórica: las mujeres de los sectores populares estamos llamadas a constituirnos en sujetas de derecho y sujetas de un proyecto emancipatorio que salde la crisis de representación y devuelva a nuestro país un gobierno popular.
El antifeminismo nacional y popular debe revisar su posición para convivir con el feminismo y fortalecer el movimiento. Pero también, para dejar de atizar el clima de linchamiento que se cierne sobre las compañeras y compañeros que llevan adelante ésta resistencia, que ha incorporado la agenda feminista a la resistencia global al neoliberalismo. Una resistencia encarnada no sólo en el feminismo urbano, sino campesino, indígena, latinoamericano y también el feminismo kurdo. Nuestro cuerpo será la sede de nuestra proyección política, ya que no vamos a renunciar a nuestras identidades, porque allí radica la fuerza que demostramos en las calles.