UniCABA: "No somos chicos, ministra Acuña"
Por Ignacio Amoroso*
El martes 4 de septiembre, luego de una nueva y numerosa marcha, y a continuación del acto correspondiente, los estudiantes y docentes convocados de los 29 institutos de la ciudad de Buenos Aires, junto a la CET (Coordinadora de estudiantes terciarios) y el CESGE (Consejo de Educación Superior de Gestión Estatal), procedieron a la instalación de una carpa educativa en la puerta de la legislatura en donde se realizarán durante toda la semana diferentes actividades de visibilización del conflicto y en repudio de un nuevo proyecto inconsulto, presentado por el oficialismo, que ahora pregona la coexistencia entre los institutos y una UniCABA que, de todos modos, evaluará y determinará su suerte en el corto plazo.
Frente a estos hechos, la ministra de educación porteña Soledad Acuña afirmó ante el diario Clarín que el nuevo proyecto “es el resultado de haber discutido con especialistas, entre ellos los de la Organización de Estados Iberoamericanos (OEI) esta propuesta que volvemos a hacer a toda la comunidad. En estos diez meses solo recibimos rechazos, ni una sola propuesta”, y agregó: “Los chicos normalmente se quejan y los adultos traemos propuestas. Hace 10 meses que sólo escucho chicos quejándose. Si no les gusta la evaluación que se propone en el proyecto, que hagan otra propuesta”.
Hacia 1999, Alejandra Brigin y Pablo Pineau, escriben un artículo donde aportan al debate sobre las transformaciones que la formación docente necesita una perspectiva interesante vinculada a las relaciones de poder y a la producción de sujetos en las instituciones formadoras**
De esta manera, dichos pedagogos sostienen que la historia de los Institutos de profesorado estuvo ligada a la forma escolar de la cultura normalista, en cuanto a la organización del espacio, el uso del tiempo, a la disciplina, a las prácticas de evaluación, etc. A diferencia de lo que fue ocurriendo en las aulas universitarias, sobre todo luego del movimiento reformista iniciado en 1918, la formación docente fue asimilando crecientemente a la cultura escolarizada cristalizando la posición de minoridad de los estudiantes ante el resto de la institución: “La continuidad de la forma escolar desconoció la adultez de los alumnos, aunque ya la hubieran adquirido en los planos jurídico y político”. La feminización de la profesión docente estimuló también esta infantilización.
La configuración histórica de nuestros profesorados ha contribuido a la construcción de un sujeto pedagógico que se sabe mayor de edad, pero se posiciona en cuanto a reglas y estructuras burocráticas cotidianas como un alumno de la escuela para la que es formado. Esta situación, que continuó con la posterior tercerización de los profesados, tiene una incidencia directa en el futuro desempeño profesional docente. Un alumno sin saberes, sin experiencias, sin autonomía, sin derechos, es probable que tienda a reproducir estas mismas prácticas y formas de vincularse con otros al momento de ser docente.
La experiencia de organización y movilización que viene atravesando a los 29 institutos de formación docente desde el anuncio en noviembre pasado de la decisión de crear una universidad para la formación docente en la Ciudad de Buenos Aires, tensiona su propia trayectoria histórica y la encuentra irrumpiendo el espacio público. Es que, a diferencia de lo que sucede en las universidades, los institutos formadores carecen de una fuerte tradición de participación política, aunque no así de espacios y mecanismos para que los estudiantes y docentes construyan su propia identidad con relativa autonomía.
Sin la epopeya de los claustros universitarios, y sin la masividad y repercusión que acompaña a cada lucha que allí se emprende, con numerosas asambleas, clases públicas, semaforazos, escraches, presencia y discusión en la legislatura porteña semana tras semana, y marchas nutridas como la del día de ayer, ratifican el rechazo de la comunidad educativa de los profesorados a un proyecto que viene a cuestionar su experiencia, su trayectoria como formadora de docentes y psicopedagogos, y pone en duda su continuidad en nombre de una racionalidad y de una jerarquización de la profesión que poco tiene que ver con las políticas de vaciamiento y de desprestigio de sus trabajadores que son llevadas adelante desde que los autores de este proyecto ocupan sus cargos.
La infantilización a la que recurre la ministra, al referirse al rechazo sostenido de la comunidad educativa de los 29 institutos de formación docente al proyecto de creación de la universidad docente, tiene la intención de inscribir esta lucha en el proceso de escolarización antes mencionado, minimizando sus efectos, deslegitimando sus reclamos, y acallando las voces de sus protagonistas, voces siempre dispuestas a debatir y a pensar propuestas de mejoramiento en condiciones mínimas de escucha y reconocimiento.
Con esta grave descalificación, pronunciada por la autoridad educativa máxima de la jurisdicción, lo que no repara el actual gobierno es que con esta decisión de no retroceder con una propuesta que desconoce la identidad y trayectoria de cada uno de los institutos que se propone clausurar, ha suscitado un hecho político inédito: la construcción de un movimiento estudiantil y docente en el ámbito de la formación docente, organizado frente a este conflicto, como nunca antes había ocurrido en estos establecimientos, y que es orgullo de todos los que forman parte. Jóvenes y adultos, personas autónomas que estudian y enseñan día a día en estas casas de estudio, que portan saberes, experiencias, inquietudes, que mayoritariamente trabajan, que no están dispuestos a renunciar a sus derechos ni al uso de su voz, que aman sus instituciones y que seguirán luchando con todas sus fuerzas por defenderlas. Tomen nota.
*Graduado y Consejero del IES Nro 1 "Dra. Alicia Moreau de Justo"
**Birgin, Alejandra; Pineau, Pablo: “Son como chicos: el vínculo pedagógico en los institutos de formación docente”. En Cuadernos de educación, Año 1, nro 2 (ago. 1999). p. 46-49.