Juguetes perdidos
Por Franco Muñoz
Fotos: Ina Estévez Fager
Siempre pensé a las causalidades como fuerzas que están en sintonía con el universo. ¿Cómo se puede explicar sino que se sentenciaran milicos en el Día Nacional del Derecho a la Identidad?
El 22 de octubre se celebró (mejor palabra, imposible) en San Juan la 59° sesión por Juicios por Delitos de Lesa Humanidad, Segunda Megacausa. El tribunal, integrado por Gabriel Nardiello y Guillermo Friele expresó el fallo de perpetua a 11 genocidas sanjuaninos culpables de más de 200 víctimas. La transmisión en vivo de este histórico hecho se realizó en el halla del Edificio Central de la Universidad Nacional de San Juan (UNSJ).
Estaba pactado que a las 11 de la mañana las cámaras de XAMA TV, el canal de la UNSJ, comenzaran con la transmisión, pero mi ansiedad me hizo llegar mucho antes. En la puerta del edificio había carteles y banderas para no olvidar, para enjuiciar y castigar a quienes fueron protagonistas de esa mierda llamada Proceso de Reorganización Nacional, mientras que adentro decenas de personas pegaban fotografías de chicos y chicas desaparecidas de la última dictadura cívico-eclesiástico- (¿Por qué será que cuesta tanto decir esa palabra?)- militar. Cada foto tenía el nombre, la edad y la fecha en que habían sido desaparecidas esas personas y al comprobar que la mayoría eran menores que yo, era inevitable sentir aun más dolor e impotencia por todo lo que pasó.
La gente adentro se reconocía. Se abrazaba y se mimaba las heridas y entre los familiares de los desaparecidos se mezclaban pibes, docentes, investigadores, estudiantes, artistas y periodistas. Es que luego de una batalla que comenzó en San Juan en octubre de 2011, se llegaba a una conclusión definitiva.
Sobre las 11:30 la gente abandonó las charlas y fue a sentarse: la lectura daba comienzo. De la Policía Provincial, los sentencias a perpetua fueron para José Hilarión Rodríguez y Juan Carlos Torres, mientras que Nicolás Dalmacio Manrique fue absuelto. De la Policía Federal, Juan Alberto Aballay fue condenado a 6 años de prisión. Por último, el Ejército se llevó la tajada más grande: Juan Carlos Méndez Casariego, condenado a 18 años, mientras que Jorge Antonio Olivera, Juan Carlos Coronel, Eduardo Daniel Vic, Rubén Arturo Ortega, Osvaldo Benito Martel, Gustavo Ramón De Marchi, Eduardo Daniel Cardozo, Daniel Rolando Gómez y Juan Francisco Del Torchio, fueron todos condenados a cadena perpetua. Por su parte, Pedro Eduardo Blanco y Elías Lucio Arrancio fueron absueltos por falta de pruebas. Todos estos nombres no deben olvidarse.
Había un patrón en común en estos represores: tormentos, homicidio, privación ilegítima de la libertad, persecución política, violación de domicilio. Casi todos tenían más de veinte acusaciones en su contra y ante ello mantenían su cara de piedra. Con cada lectura de perpetua, la gente aplaudía para aplacar la tensión del ambiente, se acariciaba, levantaba carteles por sus familiares que no estaban y banderas de lienzo blanco, que se juntaban con los vítores y la alegría de los presentes, los pasados y los futuros.
Terminada la lectura varios artistas tocaron en la puerta de Rectorado mientras que, desde el edificio de Poder Judicial, contiguo al de la UNSJ, la gente hacía guardia para comprobar que se llevaran uno por uno a cada gorila hacia el lugar del que nunca debieron haber salido: la selva.
Esta fecha fue un enorme acto de justicia que contrarrestó tanta basura cotidiana: la de la derecha, la de televisión y la de esos medios que todo lo pervierten. Este enorme acto por abuelas y madres, por la memoria, verdad y justicia y para que esas palabras no se olviden fue dar el ejemplo y aunar otras luchas a través de la confraternidad y a través del amor: “Cuando la noche es más oscura, se viene el día en tu corazón”.