"La teoría de los dos demonios incluye múltiples falacias"
Agencia Paco Urondo entrevistó a Guillemo Munné, docente universitario de la UNL y abogado en juicios por delitos de lesa humanidad para abordar el concepto de la denominada “teoría de los dos demonios” que se quiere enarbolar otra vez.
Agencia Paco Urondo: - ¿Cómo surge esta teoría de “los dos demonios”?
Guillermo Munné: -Esa forma de analizar la historia argentina reciente la caracterizó muy bien en la década del 80 Osvaldo Bayer. Eran ciertos análisis de ese tipo que circulaban con algún apoyo oficial durante el gobierno de Alfonsín, especialmente una de las manifestaciones fue el prólogo al libro “Nunca Más” que escribió Ernesto Sábato.
APU: - ¿Cuál era el sentido de ese enfoque histórico de los acontecimientos?
GM: -Esa metáfora de “la teoría de los dos demonios” es un análisis de que lo vivido durante la última dictadura cívico-militar eclesiástica, con el despliegue de todo su accionar genocida, con todo el control de la instancia de los recursos estatales contra la población civil, sería una violencia de derecha, un demonio de derecha que fue una mala respuesta a otro demonio que fue la violencia armada de la izquierda.
APU: - ¿Por qué esta teoría es una falacia?
GM: -Tiene múltiples falacias, porque esta forma de ver los hechos presenta a la sociedad como una víctima pasiva de este enfrentamiento, de dos versiones de las tendencias políticas que recurren a la violencia armada, una es la de la izquierda y otra la de la derecha. La primera falacia es creer que la sociedad argentina desconocía la aplicación de la violencia armada hasta la aparición de las organizaciones guerrilleras de izquierda.
En realidad, estas organizaciones, las más conocidas, por ejemplo, Montoneros y el Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), se fundan en la dictadura militar de Onganía y lo que continuó al onganiato, es decir, la dictadura de Levingston y de Lanusse, y se hace porque la juventud venía sufriendo desde décadas la falta de democracia. Ni siquiera había habido democracia en los gobiernos electos intermedios, desde el golpe de Estado de 1955, porque se desarrollaban elecciones con prohibición de candidaturas, de identidades políticas y en medio de múltiples persecuciones, por ejemplo, a dirigentes sindicales durante la presidencia de Frondizi. A fines de la década de 50, se aprueba lo que se llama el “Plan de Conmoción Interna del Estado”, conocido por sus siglas como el Plan Conintes, que suponía considerar como criminales peligrosos a todos los activistas sindicales y huelguistas. Las cárceles se llenaron de sindicalistas.
APU: - ¿En ese momento las Fuerzas Armadas comienzan a tener un rol de control sobre la población, como si fuera el enemigo interno?
GM: -Sí, a fines de la década del 50, se hace un convenio y llegan a acuerdos de capacitación con oficiales del ejército francés que habían actuado en la guerra de Argelia y la de China, que les transmiten sus ideas de cómo actuar contra todo proyecto revolucionario anticapitalista: con una planificación de distribución de zonas del territorio y recurrir a la desaparición de personas como una técnica de control social, la utilización de centros clandestinos de tortura para obtener información sobre blancos a secuestrar, y las técnicas de terrorismo de Estado, es decir, anular la actividad política de la población en base al terror que supone esa persecución clandestina.
Ese plan de la escuela francesa, incluso llegó a tener su justificación teológica que se publicaba por ejemplo en una revista que se llama Ciudad de Dios, en Francia.
APU: - ¿Ese modelo que adoptaron los militares argentinos derivó en la metodología utilizada en la última dictadura?
GM: -Efectivamente, marcó alineamientos con los que operó el ejército argentino durante todas esas décadas, y que lo desplegó efectivamente durante la última dictadura. Esto es, la dirección en zonas de defensa del territorio, por ejemplo, toda nuestra provincia, Santa Fe y la de Entre Ríos, estaban bajo lo que se llama el Segundo Cuerpo, y dependía de Rosario, y desde ahí se controlaba el sometimiento militar de toda esta zona, con la operación de estos grupos de tareas clandestinos, que secuestraban, torturaban, obtenían información, buscaban nuevo blanco, y recurrían a la técnica de desaparición de personas como un modo de supresión de los militantes políticos, y de generar el terror en la población.
APU: - ¿La conformación del “otro demonio”, las organizaciones guerrilleras entonces no pueden equipararse con el terrorismo de Estado?
GM: -Como digo, esa situación de violencia y represión a los sectores populares vino de varias décadas, con bastante antecedentes, antes de la aparición de organizaciones armadas guerrilleras, de grupos de izquierda que se formaron entonces en un contexto de múltiples prohibiciones, persecuciones a la militancia política, mucho autoritarismo contra la juventud, y mucho ejercicio de la violencia. Y en eso, no es que era una situación que involucraba únicamente a las fuerzas armadas, estaban involucrados, como fui mencionando, distintos dirigentes políticos, por ejemplo, Arturo Frondizi con el plan Conintes, pero también el partido de la Unión Cívica Radical que se presentaba a las elecciones para la reforma constitucional de 1957, mientras el peronismo estaba prohibido, que se presentó a elecciones y obtuvo la presidencia en 1963 con esas condiciones.
Entonces, lejos de haber una sociedad inocente y pasiva frente al tema de la violencia, teníamos décadas de un fuerte ejercicio de la violencia, de la persecución a distintas formas de militancias populares. En ese contexto, nacieron las organizaciones armadas de ideas de izquierda, anticapitalistas y antiimperialistas. Por eso, no tenemos ahí un demonio de izquierda que se constituyó acosando a una sociedad argentina pacífica e inocente, sino que son jóvenes que reaccionan ante tantas prohibiciones y ante tantas injusticias y ante tanta violencia policial, militar, ideológica, comunicacional y política en general.
APU: - En los discursos que se escuchan últimamente de parte de las fuerzas políticas de derecha se menciona que no hubo terrorismo de Estado, ¿cómo refutar esa afirmación?
GM: - El Estado es la organización que concentra el cuasi-monopolio de la violencia armada controlada en un territorio. Ese poderío, durante la última dictadura no se utilizó únicamente contra los militantes de las organizaciones guerrilleras, sino para la persecución de todo tipo de militancia política: monjas, sacerdotes, alfabetizadores en barrios populares, desde ya militantes de organizaciones estudiantiles partidarias, que algunos podían tener militancias en organizaciones guerrilleras, pero buena parte no, profesoras, profesores universitarios, sindicalistas. Sabemos que la mayor parte de los asesinados, desaparecidos de la última dictadura son trabajadoras y trabajadores, y que sufrieron esa persecución por ser activos en la defensa de sus derechos laborales. ¿Y lo hicieron con qué métodos?
Con los que estábamos describiendo, el funcionamiento de centros clandestinos de cautiverio, someter a violaciones, a mutilaciones, a tormentos infinitos, luego dar plena arbitrariedad a estos grupos de tarea para asesinar, desaparecer, o reconocer el secuestro de las personas, de sus víctimas, y someterlos a una cárcel ilimitada, como presos políticos, con acompañamiento del Poder Judicial. Eso es lo que se llama terrorismo de Estado. ¿Y tal es la diferencia cuando un Estado desarrolla estas prácticas de ataque a la población civil con todos sus recursos de violencia, que son estos los delitos que a nivel del Derecho Internacional, no por una postura de los organismos de Derechos Humanos de Argentina, sino por una construcción de las Naciones Unidas, están caracterizados como crímenes de lesa humanidad y crimen de genocidio, cada uno con su especificidad, pero ambos tipos de calificaciones corresponden jurídicamente a lo que pasó en nuestro país durante la última dictadura cívico-militar eclesiástica.
APU: - Esta caracterización del terrorismo de Estado en el Derecho Internacional ¿qué implicancias tiene?
GM: -Al ser estos crímenes desarrollados desde el Estado, crímenes de lesa humanidad y de genocidio, tienen dos consecuencias jurídicas, reitero no postuladas por los organismos de Derechos Humano de Argentina, sino a nivel internacional con un largo desarrollo institucional, se consideran imprescriptibles, no obstante cualquier tiempo que haya pasado desde que ocurrieron los hechos, no pueden quedar impunes, merecen ser juzgados y sancionados con sanción efectiva, y resulta nula cualquier forma de amnistía que se haya dispuesto para asegurarles impunidad, como fue el caso en la Argentina, de la autoamnistía que aprobó Bignone, antes de dejar su gobierno dictatorial, como se terminó declarando nulas, el Punto Final primero y luego la Obediencia Debida, aprobadas por el Congreso de la Nación durante la presidencia de Alfonsín.
Y entonces, no obstante, esas normas, no rige un impedimento de juzgamiento bajo la idea de ley penal más benigna, porque se trata justamente de crímenes de lesa humanidad y de genocidio, para los cuales resulta nula toda amnistía. Y se pueden juzgar aún hoy porque son imprescriptibles. Y digo, resalto, esas dos consecuencias jurídicas que hacen que haya juicio y recién lleguen los juicios después del largo periodo de impunidad por la paciente y digna lucha de los familiares y de las víctimas, y por la enorme gravedad que significa que este tipo de prácticas se desarrollen desde el Estado. Entonces eso es decididamente incomparable con los delitos que pueda cometer cualquier particular o grupo.
"La primera falacia es creer que la sociedad argentina desconocía la aplicación de la violencia armada hasta la aparición de las organizaciones guerrilleras de izquierda"