Los Redondos y Huracán: una Quema ricotera
Por Juan Manuel Ciucci
En la tarde del domingo, en el Bajo Flores se iba a jugar (suspendido para que se desarrolle la final de la Copa Libertadores) "el clásico más porteño" del fútbol argentino: San Lorenzo recibirá al Club Atlético Huracán, que marcha tercero en el campeonato. Pero esta vez hay un dato extrafutbolístico que suma interés al encuentro: el cuadro de Parque de los Patricios utilizará una casaca que recuerda los memorables recitales que brindara en su estadio Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota, 25 años atrás.
Hay que ubicarse en aquel noviembre de 1993 para comprender el fenómeno que hoy ya es historia: por primera vez la banda más popular e independiente del rock argentino llegaba a un estadio de fútbol. Y lo hacía ni más ni menos que para presentar uno de sus discos más memorables: el doble Lobo Suelto - Cordero Atado. La apuesta generaba mucha incertidumbre tanto para la banda como para la prensa y el público, por ser el momento exacto en que las misas pasarían a ser un encuentro multitudinario único. El germen del "pogo más grande del mundo" surgió en el Palacio Tomás Adolfo Ducó, escenario que se mostraría ideal para la cofradía ricotera. De hecho, se convertiría en el estadio donde más veces tocaron Los Redondos: 5 seguidas desde aquel noviembre del '93 a diciembre del '94. Las grescas que se vivieron en las últimas fechas cerraron la seguidilla, y marcaron un exilio porteño para la banda que se rompería recién en el 2000 con dos Monumentales repletos.
Me tocó estar en uno de aquellos finales, justo en el que más bardo hubo y la lluvia interrumpió con ganas. Primer recital y justo Los Redondos, en épocas espesas de nuestra conflictividad social, donde todo aparecía con maquillajes del "primer mundo" pero con verdades del estallido por venir. Parque de los Patricios atravesaba años de fábricas cerradas y galpones abandonados. La violencia se expresaba de modos extraños, en la patota que pegaba para pasar sin entrada, o la hinchada que bardeaba para punguear por doquier. Tan raro estaba el clima, que aquel 16 de diciembre de 1994 el Indio salió a hablar y pedir calma, visiblemente molesto con lo que estaba pasando.
Aún con tanto en contra, el recital fue tan avasallante que allí aprendí algunas de las cosas que aún hoy me guían en esta vida. Ser parte de aquí "ghetto" transformó mi modo de ser y estar en el mundo, y es esa la esencia de las misas, que nos negamos a creer que ya no existan. Y comenzó también allí un amor por el Globo que años después me convertiría en uno más de sus hinchas. En la mitología ricotera, los "huracanazos" forman parte de la mejor etapa de la banda, ya consolidada y de cara a lo que sería su expresión de multitudes. Punto exacto de la transformación final, al fenómeno cultural más importante de fines del Siglo XX. Todo envalentonado con los piratas que muy pronto salieron de aquellas fechas, e incluso los videos oficiales que mucho tiempo después "aparecieron" en la web.
Antes de su encantamiento ante las máquinas y los sonidos del futuro por venir, Los Redondos en Huracán es también el final de la "aplanadora" rockera, que desde Un baión hasta La Mosca había sacudido de Cemento a Obras. Extrañamente, estos recitales en estadio fueron los indicados para recibir gemas como Espejismo o Etiqueta negra, experimentaciones sonoras que bajarían la histórica intensidad de la banda. Con invitados que pasarían a formar parte estable del vivo Redondo (como Hernán Aramberri, responsable además de los juegos con samplers por venir) o Deborah Dixxon de las Blacanblues. Y con el nacimiento de himnos de estadio que nunca morirán como Un ángel para tu soledad o Yo caníbal.
El espíritu de Patricio Rey copó entonces y para siempre a la Quema, hogar ideal para aquellos sueños de contracultura y resistencia. Y así, Huracán se convirtió en uno de los clubes más ricoteros de la Argentina. Éste recuerdo en su camiseta hoy conecta las miles de historias de quienes somos parte de ambas familias. De quienes festejamos un gol en las mismas tribunas donde vimos brillar a Skay, el Indio, Semilla, Dawi y Sidotti. De quienes en tantos entretiempos venideros volveremos a decir en el Ducó, tan sólo para darnos chapa ante nuevas amistades tribuneras: "¿sabías que yo acá vi a Los Redondos?".