Trinchera
Por Matías de Rioja
A mí me salvó el amor Mauro.
Sí, no es una metáfora, ni una forma de decir, a mí este año me lo salvó literalmente el amor. Porque buscando qué escribirte en estos días donde el almanaque nos impone el artificio de hacer balances, me cuesta mucho no escribir desde la tristeza. Y si no lo hago, si no escribo desde ahí, si pese a todo lo difícil y doloroso que ha sido este año para tanta gente, siento que fue un buen año, es porque a mí me salvó el amor, Mauro.
¿Te acordás que cada vez que hablábamos por teléfono nos poníamos a enumerar desastres?
Entonces yo me ponía a hablar de ella. Un poco para compartirte mi alegría genuina, boba, pero genuina, y otro poco porque no teníamos muchas otras cosas lindas para hablar. Es que lo que se suponía que políticamente iba a ser una revolución de la alegría fue, como temíamos, una proliferación de la miseria. Es al pedo Mauro: cuando la alegría es marketing, la tristeza deviene real.
Y por más que insistan en vendernos esa idea perversa de la meritocracia, eso de autorealizarse, y salvarnos solos, a mí me llena de impotencia ver cómo nos estamos repitiendo. Otra vez la misma historia, como otrora, cuando terminamos cantando; "Piquete y cacerola la lucha es una sola" y después cuando se acomodaron las cacerolas, los piqueteros volvieron a ser extranjeros.
Y ojalá me equivoque, te lo digo de verdad hermano, vos me conocés. Ojalá la cosa repunte y esta hemorragia se detenga pero sospecho que no, que mientras sigan los mismos repitiendo sus recetas oligarcas la cosa va a estar cada vez más jodida hermano.
Y no me voy a poner acá a repasar todo eso que ya sabemos que está mal y que los diarios ya no pueden ocultar. Pero si me demoré en escribirte para fin de año es porque cuesta bastante encontrar palabras optimistas cuando todos los días veo que hay gente que la está pasando mal al lado.
Sabés que creo que la política debe ser una práctica amorosa y no excluyente, que nadie puede estar contento si le va bien solo, que el júbilo debe ser una experiencia plural y nunca singular. Por eso me costó escribirte y lo único que me sale decirte ahora, con un poco de vergüenza en este contexto, es que a mí el amor me salvó el año, Mauro.
Y perdoná si me fui por las ramas, pero cuando pensé en qué desearte para este nuevo año, porque nos gusten o no nos gusten los balances de fin de año, desear es siempre sano, pensé en desearte que ojalá te enamores. Que en estos tiempos raros donde nos quieren hacer creer que la felicidad esta allá adelante, yo creo que la felicidad debe multiplicarse para los costados, como dice el maestro Carlos. Y el otro día me cayó la ficha, en la ruta manejando para ir a pasar las fiestas a mi pueblo con ella al lado. En ese instante comprendí que ella fue mi año, Mauro. Quiero decir, el amor en estos tiempos es una trinchera, y ella fue la mía. Con su manera de cuidarme y regalarme ternura entre tanta crueldad.
Por eso te deseo que te enamores, Mauro, que vos también encuentres tu trinchera. Porque cada vez estoy más convencido que no habrá felicidad en ningún lado si no la construimos entre todos. Tejiendo lazos y mirando para el costado, como dice Carlos. Siempre, pero siempre, mirando para el costado.