Medicina a la carta: medios de comunicación, sociedad de consumo y salud
Por Maximiliano Salvioli* y Manuel Fonseca**
El pasado cuatro de Enero, el portal Infobae publicó una nota en la que, con el amparo de la opinión de un médico, detalla cuáles serían los análisis y exámenes complementarios que debería realizar una persona que desee cuidar su salud. Aquí algunas reflexiones, incertidumbres y debates que como trabajadores de la salud y como sociedad se nos plantean ante temas que nos atraviesan: la salud, la enfermedad, la subjetividad moderna y los medios de comunicación.
La nota del portal Infobae titulada “Cuáles son los controles preventivos que hay que hacer para arrancar tranquilos el 2019”, puede homologarse a un sinfín de notas de opinión, publicidades, entrevistas a profesionales y demás estrategias comunicativas que los medios ofrecen a diario sobre el tema de la salud. (Ver por ejemplo la nota del diario Clarín del 20 de Noviembre del 2014). La publicación ofrece, en la palabra de un médico especialista en oncología clínica, una tendenciosa lista de estudios a realizarse para “estar tranquilos” y no perder la salud en el 2019.
¿Está bien que este tipo de sugerencias circulen abiertamente en las redes sociales y los medios de comunicación? ¿Son en general verídicas y confiables las informaciones científicas que se ofrecen en la radio, la TV o Internet sobre cuestiones vinculadas a la salud? ¿Qué intereses hay detrás de estas noticias y publicidades? ¿A quién le pertenece “el saber médico”? ¿Qué tipo de prácticas profesionales –y de conductas sociales- condicionan estas maneras de informar y de “educar” a la población? ¿Cuál es y cuál debería ser el rol del Estado ante estos dilemas?
No existe la objetividad en la comunicación. Toda información que circula esconde intereses, plantea interrogantes, obvia otras informaciones. Elegir decir una cosa y no otra es, de por sí, una decisión política. Las dos notas mencionadas ofrecen “a la carta” una serie de estudios e intervenciones médicas a realizarse de rutina sin explicitar de qué forma, en qué pacientes, a qué edades y bajo qué circunstancias hacerlo. Bajo el ampliamente aceptado discurso de la prevención, se ofrecen una serie de estudios que supuestamente todos y todas deberíamos hacernos, sin brindar la información de manera adecuada y contextualizada.
Entonces ¿Más vale prevenir que curar? No siempre. Prevenir a veces puede dañar, y mucho. En esta idea casi compulsiva de que todo se previene y controla pueden aparecer problemas en la salud. Daños físicos como biopsias dolorosas, infecciones o secuelas que pueden ser graves, además de los trastornos psicológicos que pueden acarrear el temor a tener algo o la certeza de tener una enfermedad como etiqueta para la cual no hay nada por hacer. Dicho de otro modo y usando otra frase: “que el remedio no sea peor que la enfermedad”.
Según un estudio realizado por el Programa de Medicina Basada en Pruebas del Servicio de Clínica Médica del Hospital Alemán, “solo el 53% de las recomendaciones hechas por los medios de comunicación [sobre temas vinculados a la salud] coincidieron en la dirección (a favor o en contra de la intervención) con las realizadas por los expertos” . Es decir, casi la mitad de la información que difunden los medios de comunicación sobre temas de salud es falsa e indica lo contrario a lo que debería hacerse, lo que repercute de forma directa y de manera negativa en el bienestar de las personas que consumen esa información.
En el caso del médico portavoz de la nota del diario Clarín se hace otra afirmación peligrosa: “Cuanta más complejidad vas agregando, mayor es la posibilidad de hacer diagnóstico”. Entendemos que la complejidad tecnológica es solo una variable más a la hora de diagnosticar enfermedades. Un artículo del año 2007 de una de las revistas médicas de mayor impacto a nivel mundial muestra que los factores que influyen en que una persona muera a edad temprana dependen de la atención médica sólo en un 10%, correspondiendo el 90% restante a su genética y a factores socio-ambientales. Tomemos como ejemplo el tabaco, uno de los principales factores de riesgo para enfermedades cardiovasculares y para el cáncer en general y de pulmón en particular. Nos podríamos preguntar cuál estrategia tendría más impacto en la salud de la población: ¿comprar aparatología para realizar tomografías de tórax a fumadores y detectar cáncer, o realizar políticas sanitarias que garanticen que menos gente fume y no se enferme?
Ante estos datos vale entonces preguntarse, quizá hasta intentando un ejercicio inocente: ¿Por qué se difunde información falsa sobre temas tan trascendentales como la salud de una persona? ¿Quién o quiénes podrían verse beneficiados por esto? ¿Cómo repercute esto en las decisiones que toman las y los médicos y demás profesionales de la salud en un consultorio? ¿Cómo incide en las demandas de las y los pacientes?
La sociedad del consumo
Las formas de enfermar y de sanar están condicionadas por múltiples factores. La procedencia de clase, de género, de raza, las creencias y las formas de vinculación entre individuos configuran un escenario complejo que no siempre es tenido en cuenta para abordar temas vinculados a “la salud”. Resulta evidente que, en una sociedad capitalista, las formas de producción y de vinculación repercuten de alguna u otra forma en la salud de los individuos. Existe un conjunto de categorías que, aunque no sean explicitadas, configuran un sentido común moderno que pone en el desarrollo infinito y en el consumo los pilares fundamentales de una sociedad que “vive para consumir”. Así, el consumo nunca nos satisface, porque nunca se ha consumido lo suficiente. En ese mismo sentido, la humanidad nunca tuvo, según las estadísticas, mejor salud (expectativa de vida, mortalidad infantil, etc). Pero por otro lado, nunca hubo tanta gente enferma: todo el mundo tiene algo o teme tener algo. El “consumismo” determina también al mundo médico y es así que para cada dolencia, para cada sensación o cada sentimiento existe una medicación, un estudio o un análisis.
El Doctor Shopping es el modelo de consumo para la salud (o enfermedad). Al modo del fordismo, nos subimos a una cinta de montaje que nos pasea en forma express por distintos aparatos. Porque ese es otro detalle, además debe ser express. Luego salimos “etiquetados” con una enfermedad y agarramos el medicamento para nuestro problema. Así Instituciones privadas ofrecen cardio-express, examen ginecológico express, chequeo médico rápido.
Si tenemos en cuenta que, por decir una cifra, en el año 2010 nueve de las empresas más rentables del planeta, según la lista Fortune 500, fueron farmacéuticas que en su conjunto alcanzaron ganancias de 65 Billones de dólares anuales sobran los motivos para creer que buena parte de las prácticas de los profesionales de la salud -así como de las informaciones que divulgan los grandes medios de comunicación- están condicionadas por estos descomunales intereses económicos del mercado mundial.
De tal manera el consultorio médico, en tanto escenario social donde se ponen en juego todas estas representaciones, es un vehículo poderoso para intereses que se montan sobre necesidades profundas del ser humano: la ansiedad, el miedo a la muerte, la insatisfacción, el envejecimiento.
La democratización del saber
Toda democratización de un saber específico es buena (es decir, es beneficioso que por ejemplo la sociedad en su conjunto sepa qué cosas le hacen bien a su salud y cuáles no, y que no necesite de un médico o médica para averiguarlo) en tanto y en cuanto este saber sea genuino y esté orientado a intereses colectivos y no corporativos. Entendemos que el Estado tiene la responsabilidad de democratizar la información y que ésta debe estar chequeada y orientada al beneficio de la población.
En nuestro país está ocurriendo más bien lo contrario. A modo de ejemplo, fue conocido el spot destinado a evitar embarazos no deseados realizado por el entonces Ministerio de Salud de la Nación en el 2017. En una escena, previo a mantener relaciones sexuales una mujer le dice a su pareja varón que no pasa nada si no usan preservativo porque tiene puesto el DIU. En la escena siguiente, una médica valida esta afirmación, cuando está demostrado que la función del preservativo no es solo anticonceptiva sino también de barrera para evitar el contagio de Infecciones de Transmisión Sexual.
Resulta ingenuo entonces pensar que el Estado -en un contexto neoliberal que pretende, justamente, el vaciamiento del propio Estado- pretenda brindar información masiva que empodere a la sociedad. Construir poder popular a través de una correcta y eficaz circulación de la información, implicaría, de modo lineal, quitárselo a los intereses corporativos. Son los grupos económicos los principales beneficiarios de la falta de información y del desconocimiento de la mayoría de la población, porque sólo así, con una sociedad desinformada, puede suceder la alianza de sus intereses con el estado neoliberal.
Sobre los desafíos de la comunidad
Estas y otras variables configuran escenarios de atención médica donde la solicitud de estudios es un motivo de consulta frecuente. Además, la formación universitaria de buena parte de las profesiones de la salud no posee una mirada crítica en relación a estos temas, que la mayoría de las veces ni siquiera figuran en las currículas. Resulta esperable entonces que las y los trabajadores de la salud no estemos debidamente formados y capacitados para tener este tipo de precauciones y terminemos de forma consciente o no reproduciendo lógicas mercantiles, aún en prácticas del ámbito público.
Quienes realizamos esfuerzos –trabajadores/as y comunidad en general- por defender prácticas en salud por fuera de la lógica del mercado tenemos el desafío de pensarlas siempre en clave colectiva y desde una perspectiva de defensa del Estado y de la Salud Pública. Debemos fortalecer una idea fuerza que aún no han podido derrotar las políticas neoliberales de este y de otros momentos de sufrimiento para el país: en Argentina la Salud debe ser un derecho para todos y todas, y no una mercancía que pueda pagarse según su costo. Al decir del médico Abel Novoa, fortalecer una concepción de la salud como derecho para “evitar intervenciones médicas dañinas para la integridad de los pacientes, los sistemas de salud, la medicina como institución, la justicia social y la civilización”.
*Médico Clínico. Docente de la Facultad de Ciencias Médicas de La Plata. Instructor de Residentes de Clínica Médica del Hospital de Gonnet.
**Residente de Medicina General del Hospital Gutierrez de La Plata. Consejero Directivo Graduado de la Facultad de Ciencias Médicas de La Plata.