Adiós a Jorge Beinstein, por Juan Salinas
Hace aproximadamente un año, quizá un poco menos, ya entrado 2018, Jorge Beinstein me vino a ver a Télam junto a Daniel Cieza para proponerme que trabajáramos juntos en desenmascarar a Macri.
No encontré un hueco para formalizar un proyecto con él (que vivía en Brandsen donde murió súbitamente) que ya había terminado lo que sería su último trabajo: “Macrì. Orígenes e instalación de una dictadura mafiosa”, pero nos hicimos amigos como si nos conociéramos de toda la vida (los que fuimos y en el revolucionarios solemos encontrar miles de motivos para la fraternidad). Así fue que asistí a las dos últimas presentaciones de dicho libro, una en la calle Castro Barros casi esquina Rivadavia (dónde estaba hasta hace uno o dos años la sucursal del Tuñín de La Boca) y la última en el hermoso local que compró Alberto Rodríguez Saá en la calle Piedras al 700 y al que, supongo que a instancias de Gabriel Mariotto, se le impuso el nombre de Padre Mugica.
Y él me retribuyó caminando una cuadra y viniendo con familia para participar de la última de las cenas que desde hace más de una década organizo en repudio a los agrogarcas, que han vuelto a hacerse en el Oleiros de San Telmo, a una cuadra de allí. Beinstein me caía muy pero muy bien y su fulgurante aparición y pronta desaparición en mi vida me ha dejado una herida, como una quemadura… que sin embargo me reafirma en el camino que ambos habíamos escogido y al que permaneceré fiel, como él lo ha sido, hasta que la muerte nos separe (de ustedes y me unifique con él).
No tengo mucho más para decir. Solo que deseo que mi pesar por no haber tenido más relación con él y con Mónica, su compañera, llegue a sus familiares. Esta vez es cien por ciento cierto aquello tan remanido de “te acompaño en el sentimiento”. Ojalá fuera creyente para dar por hecho que más temprano que tarde nos encontraríamos en la quinta del Ñato.
* El texto se publicó originalmente en el blog de Juan Salina