El campo popular ante La Tablada: cuidado con el temor
Por Juan Manuel Ciucci
El tiempo y la distancia nos permiten repensar las experiencias históricas de modo tal que podamos escapar a las urgencias de aquél ahora. Así, lo que en un momento puede juzgarse con el miedo ante lo que vendrá, con la cosa juzgada tenemos la oportunidad de indagar en todas sus aristas sin caer en la histeria que acarrea el temor. El caso de La Tablada es paradigmático al respecto: la soledad que vivieron (y aún viven) debido a la incomprensión y al temor de muchísimos actores del campo popular por "quedar pegados" quienes se jugaron la vida por un ideal que creyeron traería mayor justicia y libertad para su Pueblo, a 30 años aún sigue doliendo.
Que antes de revalidar esa experiencia haya que casi pedir disculpas o sumarse al coro que define la acción como "locura de una patrulla perdida", es parte del triunfo que ha operado sobre la sociedad el discurso oficial sobre aquellos fatídicos 23 y 24 de enero de 1989. Sin dudas amerita la experiencia una dura crítica que nos permita construir consensos a fin de que sea una enseñanza militante el saldo de aquella desacertada acción. Pero de ningún modo podemos seguir sumándonos indolentemente al coro que ensucia y llena de olvido la trágica muerte de compatriotas que pagaron con su vida (o muchos años de encierro, torturas y apremios ilegales) jugársela para cambiar la realidad que vivían.
La cercanía del fin de la dictadura genocida y un presente de alzamientos militares que debilitaban la joven democracia, construyó el contexto que llevó a ejecutar una toma de un cuartel militar que estaba por mucho fuera de la realidad posible de aquel momento histórico. Y fueron aquellos datos coyunturales los que llevaron a tantos en ése 1989 no sólo a despegarse de los integrantes del MTP, sino también a emitir juicios oprobiosos contra quienes no podían ya defenderse, y hasta ser cómplices con sus palabras del discurso oficial que avaló la tortura y desaparición de militantes en La Tablada. En estos días se reanuda el juicio por el asesinato y desaparición de José Díaz (¿quién recuerda esos nombres, quién conoce la historia de esos cuatro desaparecidos?), que no para de revelar el horror que se vivió en el cuartel, cuando los militares genocidas volvieron por unas horas a implantar el terrorismo de Estado como práctica establecida. Esa democracia temerosa dejó en esas manos asesinas la oportunidad revanchista que esperaban desde hacía tanto tiempo. Fueron muy pocas las voces que se alzaron para denunciar ése accionar genocida (Hebe y las Madres de Plaza de Mayo, Liga Argentina por los Derechos del Hombre, Familiares de Detenidos Desaparecidos por razones políticas, Madres Línea Fundadora, Abuelas de Plaza de Mayo, el Movimiento Ecuménico por los DDHH, por ejemplo), que recién 30 años después el Poder Judicial se digna a juzgar.
Si aquél contexto puede llegar a explicar algo del temor que impulsó juicios que hoy avergüenzan (nunca el cretinismo ni la complicidad con los milicos asesinos), hoy es inexplicable el desapego y desinterés que tantas fuerzas políticas y sociales muestran ante aquella trágica historia. Sigue presente en nuestra vida como aquello no dicho, un falso misterio que operaciones de servicios se encargan año a año de seguir ensuciando y ocultando. Y que este año sumó un "homenaje" oficial para las fuerzas represivas con la presencia ni más ni menos que del secretario de Derechos Humanos, Claudio Avruj.
En un país que ha hecho de la memoria una herramienta política, La Tablada sigue siendo una deuda pendiente, tanto por el recuerdo de quienes allí murieron, como para construir con ésa historia una enseñanza para nuestro Pueblo. Tan sólo al temor hay que temerle, y a la histeria que nos deje del lado equivocado del fuego.