A un año del asesinato de Marielle Franco
Por Lucía Cholakian Herrera
Faltan 48 horas para que se cumpla el primer aniversario del asesinato de Marielle Franco, concejala carioca por el PSOL, favelada y lesbiana. Este martes fueron detenidos por la la División de Homicidios de la Policía Civil dos sospechosos por el crimen de doble homicidio calificado que le quitó la vida a la referente política y a su chofer: Ronnie Lessa, de 48 años, por la autoría de los disparos; y de Elcio Vieira de Queiroz, de 46, sospechado de conducir el vehículo desde el cual se efectuaron los mismos.
Aquella noche, cuando Marielle salía de una reunión con mujeres negras en Río de Janeiro, su auto fue embestido por un Cobalt manejado por Vieira de Quiroz y tripulado por Lessa -quien llevaba consigo una MP5 9 mm, con balas originalmente vendidas a la policía federal- y ella y su chofer, Anderson Gomes, fueron asesinados tras catorce disparos. Por aquel entonces, la figura de Bolsonaro se erigía de forma preocupante pero su capacidad de acceder al poder parecía aún inverosímil. Fue en homenaje y por la memoria de Marielle que las calles de Brasil se llenaron bajo la consigna de #EleNao, organización que no fue suficiente ante los embates derechistas y la manipulación mediática alrededor de la figura de Bolsonaro, y contra la oposición del PT en las candidaturas, encabezada por la fórmula de Haddad y Manuela.
Más allá de que la justicia para estos crímenes siempre llega tarde, las dos detenciones de este martes marcan un hito en la disputa que militantes políticos opositores a Bolsonaro vienen dando desde hace más de once meses: la relación entre el gobierno de Jair Bolsonaro y sus seguidores con el asesinato de Marielle. “Marielle fue ejecutada en el terreno político, todo indica que tiene participación del Estado, de figuras políticas, personas con alto poder económico y adquisitivo”, decía su compañera Mônica Benício a NODAL el pasado septiembre, pocas semanas antes de la victoria definitiva del mandatario ultraderechista. Y la noticia de la detención de dos imputados en la investigación no llegó sola: el sargento Ronnie Lessa resultó vivir en el mismo condominio que Jair Bolsonaro en Barra da Tijuca, Jair Renán (hijo de Bolsonaro) fue el novio de su hija, y en su domicilio fueron encontrados ciento diecisiete fusiles tras el allanamiento.
A medida que las investigaciones se desarrollan, se confirman, por lo menos parcialmente, algunas de las más importantes hipótesis alrededor del asesinato de Marielle Franco: su crimen fue uno de odio, como afirmó una promotora del Ministerio Público: “fue asesinada por las causas que defendía (...), las de las minorías, las mujeres negras, el colectivo LGBT, entre otras”. Y los datos que surgieron a lo largo de la jornada confirman también que la violencia con la que se le quitó la vida provino del círculo del mismo presidente quien, a lo largo de su campaña y sus pocos meses de mandato, no ha escatimado en alusiones a la persecución política y abolición de las ideas de izquierda en Brasil. Sin ir más lejos, hace pocas semanas el diputado de izquierda Jean Wyllys anunció la renuncia a su banca como diputado tras reiteradas amenazas de muerte que lo llevaron a retomar su carrera académica por fuera de Brasil.
Mientras algunos y algunas analistas políticos pronostican que esta información podría poner en crisis la legitimidad política de Jair Bolsonaro y su gobierno, la misma coincide con la ideología política expresa del mandatario brasileño: una profunda misoginia, un desprecio por la igualdad y la democracia, un enaltecimiento material y simbólico de las Fuerzas Armadas por sobre su pueblo y sus instituciones. Los próximos días develarán el curso del impacto de estas detenciones en las narrativas políticas de una sociedad que día a día pierde más derechos y garantías en las manos de una tiranía que, hasta hace un año, parecía todavía un mal chiste.