“Que cada vez seamos más hijos de genocidas los que sumemos lo poco o mucho que sabemos”
Por Miguel Martinez Naón y Boris Katunaric
Pablo Verna (hijo del médico militar Julio Alejandro Verna, médico anestesista del Centro Clandestino de Detención en Campo de Mayo durante la última dictadura cívico-militar) forma parte del colectivo de hijos e hijas de genocidas “Historias desobedientes”. Aquí compartimos parte de la conversación con APU RADIO y el audio de la entrevista completa.
Un camino de conciencia
“Esta verdad la conocí por la familia en que crecí, y pude llevarla a la justicia. Colaboré en reconstruir esa historia, la reconstrucción histórica de los hechos es lo que se hace en un juicio también y que se establece en una sentencia, poder colaborar en eso para mí es muy importante y por supuesto que no lo tomo como un punto de llegada porque siempre hay muchas cosas por hacer”
Historias desobedientes
“El colectivo se fundó en 2017, yo no soy uno de los fundadores porque hubo unas primeras reuniones embrionarias, e incluso hubo dos compañeras ya conectadas desde 2016 que son Analía Kalinec y Liliana Furió. En 2017 salió una nota de Mariana Dopazo, la ex hija de Etchecolatz. Ella no integra el colectivo pero tiene una militancia desde esto que nos ha tocado, de ser hijos de genocidas o familiares, en la revista Anfibia, y eso disparó que todos los que estábamos en soledad y no nos habíamos agrupado, bueno... generó esa voluntad, esa fuerza para que nos reunamos”
“Hubo una reunión, el día del padre en 2017 y éramos de repente 30 personas, para plantearnos cómo juntarnos y qué podíamos hacer”
“Planteé un proyecto para que las prohibiciones del código procesal penal de declarar o de denunciar al familiar genocida no sean aplicables cuando justamente el delito denunciado o contra el que se va a declarar es de genocidio, crimen de lesa humanidad o crímenes de guerra”
Padres genocidas
“La primera verdad que uno cree y da por verdadera es la que recibe de sus padres, pero yo siempre la ponía en crisis y contrastaba, y así fueron pasando largos años, dentro de mí quedaba como un stand by, quedaba como relegado, pero siempre volvía con preguntas a mi padre principalmente, que me iba respondiendo, y cuando mis preguntas se volvieron más en sentido crítico o de repudio al genocidio, entonces las preguntas iban mejor dirigidas frente a cosas que él ya me había contado anteriormente, se fue quedando acorralado, hasta que finalmente en 2013 por un conflicto familiar se destapa la olla, revela su participación y ahí me puse en contacto con Pablo Llonto y canalicé la denuncia en la secretaría de derechos humanos”
“Nosotros trabajamos, nos agrupamos y tratamos de hacer llegar nuestra voz lo más lejos posible para que cada vez sean más hijos de genocidas que sumen lo poco o mucho que sabemos, por haberlos escuchado, por haberlos percibido, por haber visto un elemento producto de un botin, los elementos que le robaban a las víctimas, sirve para una reconstrucción histórica que es irrenunciable. Para las familias de las víctimas es indispensable por el silencio que guardan los genocidas”