Apuntes militares para una militancia posmacrista
Por José Cornejo Pérez*. Ilustración: La batalla de las Termópilas, Mort Cinder, escrita por Hector Germán Oesterheld y dibujada por Alberto Breccia.
Apuntes de historia militar es uno de los libros más singulares de los 27 (!) que escribió Juan Domingo Perón. El Perón que escribe antes de la función ministerial, es decir, pre 1943, no está urgido por la contienda electoral y sus textos pueden desplegarse sin que la coyuntura, o la mala fe, reinterpreten sus palabras de modo dañino.
Como en otras disciplinas, el flamante mayor Perón importa las teorías militares que los germanos (Moltke, Clausewitz) habían desarrollado estudiando a Napoleón y que tantos resultados les había dado desde la Guerra Franco Prusiana (1870-71) hasta los inicios de la Primera Guerra Mundial. Pero Perón, fiel a su estilo, le daría una vuelta más. Tal como señalaban los teutones, esos ensayos bélicos serían traducibles a la arena política, a los tiempos de paz.
Es que desde 1945, hay una nítida guerra de clases en Argentina. Si bien esta fue adquiriendo distintos nombres desde entonces (actualmente “la grieta”), no requiere un esfuerzo extraordinario aplicar estos estudios a la estrategia de las fuerzas del campo popular. A juicio de este autor, la rivalidad bélica es más útil para el análisis que la siempre evanescente división izquierda / derecha. Introduzco una digresión a un texto ya árido: los apuntes militares no son contradictorios con el materialismo histórico y quien probablemente mejor las haya combinado fue Lenin.
Dentro de la frondosa literatura derivada de este marco conceptual, hay un concepto que resulta muy aplicable a la coyuntura que atraviesa la militancia. El adversario, el macrismo, se desmorona y las fuerzas del campo popular recuperan la iniciativa, pasan a la ofensiva. En este cuadro, lo que hay es un traspaso de una guerra de posiciones a una guerra de movimientos.
La guerra de posición (o de trinchera) es una forma de hacer la guerra en la cual la táctica de un ejército combatiente es sostener una línea estática, no perder determinado lugar. Podía ser a través de trincheras, fosas en la tierra, pero también la defensa de posiciones deseadas, tales como ciudades o elevaciones en el terreno (ladera de montañas, por ejemplo). La guerra de movimientos (o de maniobras) es una táctica de desplazamientos rápidos de material y de tropas, donde el enemigo no alcanza a contener al ejército que avanza en función de sus objetivos prefijados. Estos pueden ser conquistar una capital, o una meta que defina el resultado de la contienda. En la Gran Guerra (la Primera Guerra Mundial) se dieron ambas, al principio los alemanes avanzaron rápido sobre Bélgica y Francia hasta quedar empantanados en Marne. Luego el frente oriental, que tenía una línea estática se desarmó y los centroeuropeos se movilizaron por las estepas rusas.
¿Qué se puede traer de estos textos y acontecimientos ocurridos hace casi exactamente un siglo? Primero, recuperar el marco teórico. Como el ajedrez, la política muestra que hay límites objetivos, tangibles, entre los cuales por supuesto se cuenta la cantidad de fuerzas propias pero también la moral o la inteligencia para resolver determinados desafíos. Pero segundo, y quizás igual de importante, es que en el periodo 2015-2019 gran parte de la militancia se dio la tarea de contener la ofensiva oligárquica. Mantuvo como pudo un comedor, un centro cultural, una organización política. Incluso un empleo modesto que le permitía seguir militando. Cavó una línea de trincheras y se sostuvo todo lo que pudo.
El macrismo chocó contra estas trincheras, no pudo llevar adelante el modelo de ajuste que aspiraba y quedó entrampado en una vorágine de endeudamiento que antes o después iba a explotar. La táctica de la militancia fue muy exitosa. Bajo generales que fueron ganando lucidez, Cristina Fernández de Kirchner y luego Alberto Fernández a la cabeza, se pudo reconstruir una contraofensiva y el macrismo se desplomó en las elecciones de agosto. Sus líneas se quiebran, sus intendentes llaman a cortar boleta, se responsabilizan entre ellos y se hacen operaciones mediáticas.
Es el momento de ponerse en movimiento, de marchar, de recuperar las posiciones que el macrismo en su desbande va dejando. De profundizar su confusión, de romper sus lazos de lealtad que impedirán (o al menos retardarán) que la oligarquía recupere la iniciativa. Porque según enseñan los prusianos y Perón, seguirá habiendo lucha y pendulación, hasta que se quiebre la voluntad de combate de uno de los ejércitos.
Ahora, ¿qué significa para la militancia ponerse en marcha en estos momentos? ¿Qué signica profundizar este debande?
* Director Agencia Paco Urondo. Titular de la cátedra Géneros y formatos, FPyCS, UNLP.