Ataques contra Venezuela y Argentina: ¿se pensó bombardear Buenos Aires en tiempos de Perón?
Por Pablo A. Vázquez*
La decisión de Donald Trump de iniciar una operación armada para combatir al narcotráfico en el Caribe y a los políticos que se benefician, tiene un destinatario: Venezuela. El almirante Craig Faller, jefe del Comando Sur, explicitó que miles de soldados están en la región para interrumpir las rutas de la droga de Colombia y de Venezuela.
Se movilizarán destructores, buques de guerra, cazas y helicópteros de la Armada, junto a sus Boeing P – 8 Poseidon para ataques antisubmarinos, más 10 buques de la Guardia Costera, y aviones de vigilancia de la Fuerza Aérea… Y los marines están a la espera! Atacar al gobierno bolivariano y jaquear la continuidad del presidente Nicolás Maduro, sería el fin último de los Estados Unidos, todo en medio de la pandemia del coronavirus que está cobrando centenares de víctimas en New York.
Esto trae a la memoria otros episodios similares que se proyectaron y no llegaron a concretarse, así como hoy sucede en la hermana República Bolivariana de Venezuela. Para 1890, durante la crisis económica del gobierno de Juarez Celman y la cesación de pagos a la Baring Brothers, el parlamento británico pensó en el envío de su flota para exigir el pago de las deudas. Si bien se desistió de bombardear Buenos Aires, no ocurrió lo mismo con Venezuela, ya que a fines de 1902 e inicios de 1903, también por deudas económicas, sufrió el bloqueo, bombardeo y desembarco de soldados por parte de Gran Bretaña, Italia y Alemania. Frente a la inacción de la doctrina Monroe, el canciller argentino Luis María Grado impulsó la tesis de la imposibilidad de ejercer sanciones militares por deudas económicas. La Doctrina Drago es hoy de reconocimiento internacional y amparó la soberanía venezolana, lo cual es reconocido por dicho país, basta recordar su apoyo irrestricto a la causa argentina y nuestra soberanía sobre las Malvinas durante la guerra del ‘82.
Pero un caso olvidado fue la intención norteamericana de intervención armada en 1944 contra la Argentina. Producida la Revolución del 4 de junio de 1943, Estados Unidos impulsó desde sanciones económicas hasta el aislamiento diplomático. Según Carlos Escudé en Gran Bretaña, Estados Unidos y la declinación argentina 1942 – 1949 (1983): “Hacia principios de 1944 el derrocamiento del gobierno argentino era la política oficial del gobierno de los Estados Unidos”. Para ello “(Cordell) Hull preparó una acusación contra la Argentina por enriquecerse durante la Segunda Guerra Mundial mientras sometía a sus vecinos a los peligros de la dominación nazi, toleraba a los agentes nazis y jugaba un rol decisivo en el golpe boliviano... Simultáneamente, se ordenó al transferencia de poderosas unidades de la Flota del Atlántico a la boca del Río de la Plata, al comando del almirante Jones Ingram”.
El corte de relaciones diplomáticas con el Imperio del Japón y, por ende, el III Reich, más el recambio de los generales Pablo Ramírez por Edelmiro Farrell al frente del ejecutivo local no hizo variar la opinión norteamericana. Escudé señaló que hubo un pedido al presidente brasileño Getulio Vargas, aliado de los Estados Unidos, de acompañar una invasión contra la Argentina. La idea era que el ejército del Brasil penetrase en nuestro territorio y, a su vez, aviones y pilotos norteamericanos - ataviados con los símbolos de las fuerzas armadas brasileñas – bombardearan Buenos Aires.
Con el pretexto del expansionismo argentino y eliminar el eje Farrell – Perón, se le ofreció al Brasil, a cambio de colaborar en la invasión, convalidar la anexión de la Mesopotamia bajo reconocimiento norteamericano. Pero eso fue desestimado de plano por el presidente Vargas, a quien lo unían fuertes lazos con la Argentina y con Perón, planteando que sería una acción indigna para su país.
Tras la firma del armisticio con Alemania, EE.UU siguió presionando a la Argentina con su embajador Spruille Braden, como virtual jefe de la opositora Unión Democrática, el cual aún planteaba la hipótesis de la intrusión yanqui en nuestras tierras para echar a Perón. Los sucesos del 17 de octubre de 1945 y la liberación de Perón dieron un giro inesperado que replanteó la política exterior norteamericana con respecto a nuestro país. Pero 1955 demostró que de una u otra forma, lo mismo que muchos golpes en el Cono Sur, la mano imperialista movió sus hilos contra los gobiernos populares.
Con la Organización de Estados Americanos al servicio norteamericano en su ataque a las democracias populares latinoamericanas y los medios hegemónicos de la región en sintonía con los intereses imperialistas, sólo la voluntad de los pueblos y su toma de conciencia podrá poner freno a esta avanzada del Norte, en medio de un desastre sanitario global.
Las palabras de Perón, del 1° de mayo de 1974, son proféticas: “A niveles nacionales, nadie puede realizarse en un país que no se realiza. De la misma manera, a nivel continental, ningún país podrá realizarse en un continente que no se realice. Queremos trabajar juntos para edificar a Latinoamérica dentro del concepto de comunidad organizada. Su triunfo será el nuestro… Nuestra tarea común es la liberación”.
La Argentina, hoy con un gobierno nacional y popular, debe ser firme en su postura internacional, denunciar este atropello y apoyar sin restricciones la soberanía venezolana.
* Politólogo; docente de la UCES; miembro de los Institutos Nacionales Eva Perón y Juan Manuel de Rosas.