Desigualdad educativa: la desazón de las familias frente a la tarea escolar
Por María Isabel Cassino*
La educación formal y gradual argentina -en sus distintos niveles- está basada principalmente en dos procesos complementarios: los procesos de enseñanza-aprendizaje y las instancias de acreditación de saberes socialmente significativos definidos por el Estado Nacional. Ambos procesos quedaron en jaque en medio de la pandemia.
El aislamiento social y el cierre de las aulas deja vulnerables y vulnerados a los más humildes de la Patria. Vulnerables porque el virus nos está acechando y vulnerados porque nuestros derechos se ven limitados.
Madres, padres y/o familiares a cargo de niños, niñas y adolescentes que no pueden acompañar los procesos educativos dejan al descubierto los datos más dolorosos de nuestro país. Niveles de analfabetismo y falta de completud de los distintos niveles de escolarización de las familias nos desafían en esta terrible crisis sanitaria que atraviesa la humanidad.
Se viven niveles de angustia en los docentes que, más allá de los excelentes dispositivos tecnológicos y los cuadernillos que vienen diseñando e implementando los ministerios, se enfrentan a un desafío de difícil resolución.
Niveles de desazón de las familias que no pueden acompañar por no haber tenido oportunidades educativas en sus infancias o adolescencias.
Desamparo de miles de niños, niñas, adolescentes que necesitan más que nunca que despleguemos toda la artillería de recursos educativos del Estado para que triunfe la justicia curricular.
Las declaraciones del Ministro de Educación de la Nación son un consuelo ante esta situación. “No es tiempo de evaluar” expresa en sus declaraciones, pero todos sabemos el costo que tiene para un niño, niña, adolescente o una familia humilde “ir a la escuela” y sostener la escolaridad (que, por cierto, son mayores en tiempos de COVID-19).
El Ministro también garantiza que no se pierde el año porque los docentes están enseñando y eso es muy cierto. El tema es, nuevamente, qué puede aprender un niño/niña o un/a adolescente que no tiene /puede recurrir a su familia para que le dé una mano con contenidos complejos, cómo resuelven las situaciones que se le presentan día a día una familia que no completó su escolaridad.
Estamos frente a nuevos desafíos en tiempos de pandemia que nos vuelven a hacer reflexionar acerca de las desigualdades educativas.
Quizá es tiempo de censar (rápidamente) a las familias que no tienen PC y conectividad a internet y avanzar en esa línea (esto va a paliar en parte la situación). Lanzar una línea de teléfonos celulares (ya que la mayoría de las familias humildes tiene 1 (un) sólo teléfono) y aprovechar, mucho más, el recurso de videos llamadas explicativas. Es momento de pensar poca tarea, pero con todos los dispositivos que sean necesarios para paliar la vulnerabilidad educativa de la época. Pero por sobre todas las cosas, es necesario comprender y contener a las familias a través de los grupos de WhatsApp, los días de entrega de los bolsines en las escuelas ofreciendo e informando los recursos que el Estado está poniendo a disposición por ejemplo con la grilla de la televisión pública.
Calmar la ansiedad, la angustia, la desazón son las prioridades educativas de la época.
*Profesora en Ciencias de la Educación. Lic. En Tecnología Educativa