Eva Perón: el alma que jamás dañarán los desalmados
Por Fernando Latrille
Sabía que les molestaría todo aquello que conseguimos. No lo tolerarían y lo derrumbarían. Está en su esencia la destrucción de la vida de los pueblos. Y ellos creyeron que apropiándose de mi cadáver conseguirían el olvido para construir algo de legitimidad luego de haber usurpado el poder dañando toda conquista social.
Esa faz macarrónica de la oligarquía se ha caracterizado en parir mentiras intentando borrar todo lo que hemos conseguido para el pueblo y sin dudas en todas sus intervenciones sobre el análisis de la historia han dado muestras de un alarmante ejemplo de fecundidad.
No nos han perdonado la justicia social, siempre quisieron ver al otro por arriba del hombro. Para ello siempre contaron con la Iglesia y ese deseo constante desde su fundación de que el pobre siga siendo pobre, porque es la materia prima con la que lucran.
Esos apátridas fueron por mi cuerpo. Allí estaban: Aramburu, Lanusse, Moori Koenig con algunos integrantes de la jerarquía eclesiástica que articularon con la Santa Sede para trasladarme a Italia luego de haberme secuestrado aquella noche de noviembre de 1955.
Pero ¿qué buscaban? Seguramente someter psicológicamente hasta el desquicio al líder indiscutido que echaron del país a los bombazos, aunque siguió siendo él quien les marcó el paso desde el exilio. Porque no pudieron barrer con esos sentimientos marcados a fuego. No se olvida esa voz que se dirigía a la muchedumbre y ésta levitaba de la emoción cuando lo escuchaba. Eso no se borra, eso vive todavía en el pueblo.
Yo también vivo después de muerta. Incluso de ultrajada. Si alguien me hubiese preguntado en vida si creía en la fuerza viva del alma humana que permite que nunca nos vayamos del todo cuando ese sentimiento de amor y entrega ha sido sólido, hubiese expresado que no, que solamente creo en la fe de los pueblos. Ahora que puedo probarlo, digo que aquí estoy, sigo latiendo al lado de los pobres.
Ellos siguen enredados en su garrulería más gazmoña porque necesitan que no se evidencie la diferencia entre justicia y la limosna que es el goce de ellos, de los ricos. Ese placer desalmado de excitar el deseo de los pobres sin dejarlo nunca satisfecho. Y no nos perdonan que el pueblo recuperara con nosotros el derecho a ser dignos, a valerse por sí mismos con su trabajo.
La estrechez de su capacidad intelectual los llevó a tomar mi cuerpo, a ultrajarlo. Un puntazo en la sien derecha, un tajo en la mejilla, mi nariz destrozada, un dedo cortado de mi mano derecha, las puñaladas en mi pecho. Ese odio que nos tenían y describía en mis discursos quedaba corto con lo que en la práctica llevaron adelante.
Parecía increíble que contemplara ese ensañamiento contra mi cuerpo. Miré sin mirar, quizás horrorizada por ese acto salvaje me transporté a otro lugar. Descubrir que las almas pueden viajar a donde lo deseen es algo difícil de digerir, no solamente para quienes leen estas líneas, sino para los espectros que no recibimos un curso de cómo ser almas y no se pueden visibilizar a otras para aprender de ellas.
Pensé en él y fui hasta mi amor. Lo observé cansado y triste, sus mortecinos ojos se iluminaron como si me hubiese visto. Seguramente él sabía que nadie puede buscarme en los cementerios ya que allí solamente entierran a los muertos.