Europa social y ambiental: resurge la protesta entre virus y pausa veraniega
Por Sergio Ferrari, de Berna, Suiza
Aunque en Europa la pandemia pareciera haberle ganado, por el momento, la pulseada a la intensa movilización ciudadana previa a la crisis sanitaria, actores sociales recuperan, de a poco, la iniciativa. Luego de las extendidas protestas antirracistas de fines de mayo y junio, las reivindicaciones sociales y climáticas vuelven a ocupar un lugar principal en la agenda social del continente.
Entre las medidas de confinamiento que imperaron entre febrero y junio -con limitaciones legales para el reagrupamiento masivo de personas- y las vacaciones del verano septentrional entre junio y agosto, el movimiento sindical, asociativo, juvenil, de mujeres y por el clima vive un momento de transición lenta para recuperar las calles.
Siguen prevaleciendo las reivindicaciones sociales que eran de actualidad antes de la pandemia; las exigencias sindicales ligadas al COVID-19 -sobre todo en defensa de los puestos de trabajo y de los independientes-; la solidaridad con los migrantes; y las iniciativas específicas del movimiento de mujeres.
Pantallazos
En España, en julio, los agricultores de Andalucía reiniciaron las protestas anteriores al COVID-19 contra la importación descontrolada que compite con su producción local. Asimismo, en distintas ciudades del país se hicieron manifestaciones contra los despidos masivos en la empresa europea Airbus. En tanto en León, los trabajadores de la salud ganaron las calles exigiendo mayor presupuesto para el sector.
El 19 de julio, miles de personas participaron en 14 ciudades de la convocatoria de la Plataforma Estatal por la regularización de los “sin papeles”. Exigían acelerar las medidas para facilitar la potencial estadía en el país de unos 600 mil inmigrantes, tras la consigna “Regularización ya, inmediata y sin condiciones”.
Por su parte, en Francia, se realizaron el 16 de junio varias decenas de protestas a nivel nacional protagonizadas por los trabajadores de la salud exigiendo mejoras salariales y laborales. Cuatro días más tarde, los sindicatos de la cadena de comercios Castorama se lanzaron a la calle contra la reducción sustancial de la prima que recibían hasta ahora como parte de la redistribución de beneficios. La misma descendió de 3600 euros a 900.
El 11 de julio fueron los colectivos feministas de Lilles y Amiens que tomaron la iniciativa. Y el 18, los Chalecos Amarillos de Rennes, en el norte del país, convocaron a pesar de la prohibición oficial.
Durante todo junio el movimiento por el clima Extinction Rebellion Francia realizó al menos seis acciones, en su mayoría en París. El 4 de julio, un grupo de sus militantes colorearon el agua del río que atraviesa la ciudad de Estrasburgo para protestar contra una propuesta de almacenamiento de deshechos químicos que contaminarán sus aguas, afluentes del Rin.
Opinión pública en la mira
También en Suiza el movimiento ambientalista dio la señal de partida. Casi dos centenares de militantes, en su mayoría de entre 20 y 30 años, de Extinction Rebellion (XR), ocuparon simbólicamente el sábado 18 de julio la Plaza Federal, la Bundesplatz, frente a la Casa de Gobierno, en la capitalina Berna.
Apenas horas antes, el viernes 17 a la mañana, media docena de militantes del sector juvenil de la misma organización se manifestó en el pequeño aeródromo de Blécherette, de la ciudad de Lausana, capital del Cantón de Vaud. Botaron aceite rojo sobre la pista bloqueando el tráfico durante tres horas, al tiempo que reivindicaban la necesidad de una nueva política aérea post crisis. Cinco adolescentes de entre 15 y 17 años y un joven de 19, fueron interpelados por la policía luego de la acción.
Días antes, aun durante el periodo de las restricciones de manifestaciones públicas, otro grupo de activistas de XR había bloqueado un puente de la ciudad de Zúrich. Y unos ochenta profesionales del sector médico de la misma asociación protestaron en Lausana el 30 de junio tras la consigna “el planeta está enfermo”. Exigían que las autoridades reconozcan que la “desregulación climática amenaza de muerte a los pueblos” y anticipaban la organización de asambleas ciudadanas para determinar las acciones futuras concretas a emprender en el sector salud.
Cambiar el sistema para salvar el clima
Tres jóvenes con barbijos esperando sobre una improvisada tarima el momento que sea ejecutada su condena a muerte en la horca (foto 2). Rodeados por un círculo de manifestantes sentados, amarrados entre ellos con tubos de plástico en sus brazos. Afiches con claras consignas anti sistémicas: “por nuestros niños”, “no retroceder” o “cambiar el sistema”. Y una escenografía de figuras mortuorias, vestidas en rojo y en violeta, circulando por la Plaza Federal, en Berna, en una danza tenebrosa.
Frente a la Casa de Gobierno y justo al costado de la sede del Banco Central de Suiza -ambos símbolos del poder helvético-, uno de los oradores explicaba la tarde del sábado 18 de julio por qué habían decidido irrespetar las prohibiciones oficiales, ocupando una plaza pública para exponer esa “escena macabra ante los ojos de todas y todos”.
“Ocupamos este lugar simbólico porque la situación planetaria lo exige”, señaló a este corresponsal uno de los organizadores. Millones de personas están sufriendo las consecuencias de la desregulación climática de la cual todos, en tanto especie, somos responsables, completó.
“A nivel de emisión indirecta de CO2, Suiza figura entre los malos cumplidores entre los países desarrollados, ya que exportamos esas emisiones y consumimos mercancías que hacemos producir por otros, fuera de nuestras fronteras”. En paralelo, insistió, la plaza financiera helvética, los bancos, las aseguradoras, las cajas de pensión, se encuentran entre las peores del mundo y siguen invirtiendo masivamente en energías fósiles. Mientras tanto, enfatizó, el gobierno, hace poco o nada. “Estudia la posibilidad de introducir estímulos a las inversiones favorables al clima”, dijo, citando una fuente oficial. “Realmente, es una posición tan lenta como ridícula”, subrayó.
Ante la inoperancia del poder político y la gravedad de la crisis climática, “no nos queda más que la desobediencia civil, no violenta, para hacer escuchar nuestra voz rebelde ante las autoridades y ante el conjunto de la población”, puntualizó.
Rebelarse por el clima
La Declaración de Rebelión no-violenta, “frente a la criminal negligencia de los gobiernos del mundo al no abordar con urgencia la crisis ecológica y civilizatoria”, marcó el nacimiento de Extintiction Rebellion en Gran Bretaña, en octubre de 2018.
Pero fue en 2019, cuando el movimiento ocupó parte de la escena mediática continental, al ser uno de los convocantes a las masivas movilizaciones climáticas y juveniles.
Entre los fundamentos jurídicos internacionales que invoca XR se encuentra la sentencia del Caso de Urgencia sobre el Cambio Climático del 24 de junio de 2015 contra el gobierno holandés, acusado por su contribución a dicho cambio, que constituye un peligro para las personas. Así como la resolución en litigio de People’s Climate Case contra el Consejo y Parlamento Europeo por su inacción y que fue admitido por el Tribunal de la Unión Europea en agosto del 2018. Retoma también el espíritu de la Declaración de Estocolmo sobre el Medio Ambiente Humano de la Conferencia de Naciones Unidas de 1972. Y se apropia del principio onusiano, de participación ciudadana, fundamentado en el preámbulo de la Carta de la ONU, que enfatiza: “Nosotros los pueblos de las Naciones Unidas resueltos a…”.
En cuanto al marco político que fundamenta su acción, XR afirma que los actuales poderes políticos y económicos son conscientes de que se nos acaba el tiempo. Desde hace más de treinta años las Naciones Unidas y el mundo científico vienen advirtiendo que la especie humana se dirige hacia la catástrofe si no se eliminan de forma drástica las emisiones de gases de efecto invernadero.
Por el contrario, estas emisiones se han incrementado en un 70% desde la primera revolución industrial, y siguen aumentando. “Esto supondría un inmenso fracaso en la historia de la humanidad, en la medida en que nos enfrenta al colapso de nuestra civilización, a la muerte de miles de millones de personas en todo el planeta y a la extinción de millones de especies, incluida la nuestra”, argumenta la Declaración de Principios de Extinction Rebellion.
Situación climática dramática
Los dos objetivos mínimos del movimiento se sintetizan en que los poderes políticos “digan la verdad acerca de lo fatídica que es nuestra situación actual”. Que reviertan todas las políticas que no estén en consonancia con esa posición y se esfuercen al máximo posible, junto con los medios de comunicación, “por transmitir a la población lo urgente del cambio, incluyendo aquí lo que cada persona, agente socioeconómico y comunidad tiene que hacer para poder participar en la transformación”.
El segundo objetivo es que se reduzcan a “cero las emisiones de gases de efecto invernadero para 2025, a nivel global y en cada país, y que se limite la huella ecológica por debajo de la biocapacidad del territorio mediante una movilización de emergencia masiva y una transición justa”. Lo que obliga definir nuevos desafíos en la sociedad, apoyándose en valores de solidaridad y cooperación, de tal modo que no se lleguen a alcanzar condiciones climáticas incompatibles con una vida buena para todos los seres. Y que se proporcione máxima protección a todas las personas, comunidades y especies, sobre todo a las más vulnerables.
En cuanto a la metodología, XR propone “asambleas regionales, nacionales e internacionales basadas en formas más robustas de democracia directa y participativa”, buscando adaptar los dos objetivos anteriores en sus contextos particulares, dando prioridad a las necesidades de las especies y personas más afectadas y al cumplimiento en la práctica de los Derechos Humanos.
Para los actores sociales europeos, que pregonan no volver a la “a-normalidad” previa la pandemia, es hora de recuperar la iniciativa. Con un ojo apuesta a volver a ganar la calle. Con el otro, observando la situación sanitaria, el rebrote del COVID-19 en algunas regiones del continente y el temor siempre vigente de la posible segunda ola.