Negar la pandemia: el virus del ego
Por Natalia Torrado
Estamos boludeando. Todos. Mientras cada vez se enferma y se muere más gente. La curva no pega la vuelta, y cuantos más contagios y muertes hay, más boludeamos. Cada uno con lo suyo. Con su pequeña parcela de vida, tratando de salvar allí no sé qué cosa valiosa. Sin entender que lo único que importa hoy es no morirse y que no se mueran los otros. Nada más. Nada más.
Las redes sociales son el termómetro de la boludez. Y la calle el termómetro de las vidas que valen la pena y las vidas que se arruinan y pierden. Esta semana dos personas me dijeron “se murió mi papá”, “se murió mi mamá”. La semana pasada se nos murió un compañero de cátedra. Todas las semanas alguien que uno conoce, alguien cercano, alguien que uno quiere se enferma o se muere. De COVID-19. Las muertes son por COVID-19. Mientras por allí algunas teorías lo desmienten, aseguran que la gente se muere de otras cosas, que los números están tocados, teorías conspirativas y bla bla. Para no hacernos cargo de la parte que nos toca. Esas teorías las revisaremos después. Pero ahora, ya, dejemos de negarlo: nunca se nos murió tanta gente alrededor en tan poco tiempo. Hagamos las cuentas. Miremos a los ojos a los que perdieron a un ser querido. Dejémonos de hacer caprichito por favor. Es COVID-19. Si todavía no te contagiaste es porque TODAVÍA no te contagiaste. Pero no hay caso, no la entendemos: insistimos con que la libertad de expresión, con que este sector, con que el otro sector, con que el gremio, con que el Estado, con que el Presidente. Siempre afuera, siempre otro tiene la culpa. Siempre somos víctimas. Siempre esto nos pasa sólo “a nosotros”. Siempre somos el ombligo del mundo. Del lado del enemigo, nada me sorprende. Son capaces de todo por satisfacer su capricho porque satisfacer su capricho les es tan vital como respirar. Si no hacen lo que quieren a costa del sufrimiento de otros, desaparecen. Son perversos. Y ya. Pero del lado del amigo, del compañero, ¿qué nos pasa? También nosotros boludeamos. Muy preocupados por cumplir con las exigencias laborales online, muy ocupados en que se garantice “la continuidad” de nuestras cosas. Rodeados de cadáveres, seguimos enfocados en la continuidad. Los músicos esto, los actores lo otro, los docentes lo de más allá. Cada uno con su pequeño universo en llamas y sin enterarnos. Lo importante es que no se corte la conexión. Que se pueda dictar la clase, el seminario, el taller. Que funcione, que sea fluido, que no se interrumpa. Que salga, que siga. Que no se haga el silencio. Que no quede el espacio vacío. Que los alumnos no se quejen. Y los alumnos quieren aprobar, ya. No importa a costa de qué. Y que la gente no se olvide de mi obra. Que podamos vender. Algo, lo que sea, ya no importa. Vendernos. Seguir siendo consumidores y consumidos. Comprar. Obtener resultados. Sacar provecho de la situación. Y entonces hay que se sacar provecho de la situación. Todos estamos compelidos a sacar provecho de la situación, ese es el imperativo, sacar provecho, sacar partido, hasta que nos contagiemos, claro. La lógica del máximo beneficio intacta. Entonces la pandemia se vuelve oportunidad, se vuelve romántica, se vuelve heroica, se vuelve posibilidad creativa, se vuelve comedia, ironía y desvergüenza, y ganas de salir a mostrar, y a decir, y a mostrar, a mostrar, sobre todo a mostrar. Y todo se convierte en chiste: fotos acompañadas de comentarios como “¡nuevos anteojos! Cada día veo menos con la pantallita ajjajja” Y la foto del fulano con sus anteojos nuevos. Y no se trata de gente boluda, se trata de gente boludeando. Escritores, psicólogos, psicoanalistas, actores, músicos, directores, intelectuales, poetas, docentes, artistas, el supuesto sector crítico y revolucionario de la sociedad tiene para decir “nuevos anteojos”, y afines. O, peor, que el virus no existe, que estamos todos engañados. O, peor, que la culpa de todo la tiene el gobierno. Palos, todos los días palos para el Estado. La izquierda más obtusa no reconoce el peligro. No sabe dónde está. No sabe qué significa coyuntura. No entiende lo que está en riesgo. No repara en daños. No conoce lo que significa el control de daños. Palo y palo. Y que explote todo. Estamos boludeando. Si cada quien no se ocupa de la pandemia como algo propio, si cada quien no comprende que es un tema de todos y cada uno, si cada quien no hace algo por frenar los contagios y las muertes, si cada quien no es capaz de mirar un poco alrededor, ver que el sufrimiento y la muerte se extienden cada vez más, si cada quien no es capaz de hacerse responsable de esta situación histórica, de hacerse responsable y obrar en consecuencia, si cada quien no es capaz de salirse del centro de la situación, de salir de esa posición infantil de que la vida es injusta pero yo no tengo nada que ver ni que hacer al respecto, para, en algún momento, poder llegar a ver que este es un asunto urgente y de todos, y de cada uno; si no somos capaces de hacer ese movimiento de conciencia, entonces, seguiremos boludeando hasta extinguirnos. Eso sí, dejaremos unas fotos muy cancheras y unos comentarios muy ocurrentes en las redes sociales, ahí somos todos muy capos y muy artistas y muy comprometidos políticamente. Capos muertos con likes. Así que, no es tan difícil: usemos barbijo, respetemos todos los protocolos, mantengamos la distancia, no nos juntemos, no difundamos boludeces, no llamemos al desmadre, banquemos, estemos pendientes de los otros, presentes para los otros, si no tenemos que salir a laburar, no salgamos, si no nos gusta la forma de la cuarentena, propongamos, pensemos, afirmemos posiciones que sumen, no critiquemos y nada más, no pidamos que todo venga de afuera, de arriba, de otro lado, llamémonos un poco al silencio para reflexionar y bastante a la acción colaborativa con el único objetivo colectivo de bajar los contagios y las muertes hasta que haya vacuna, ayudemos a los que la están pasando peor que nosotros, generemos conciencia en nuestro entorno, hagamos que esa conciencia se multiplique. Sí, hay muchas cosas urgentes, sí, hay muchas cosas que están mal, sí, muchas cosas son injustas, sí. Pero nada, nada de eso se va a poder solucionar cuando se nos mueran todos los médicos/as y enfermeras/os, y no tengamos quién nos atienda en la guardia. Ya sé, muchos, muchísimos jamás tuvieron acceso a la salud, ni tienen sus necesidades básicas cubiertas, y sí, el problema de la economía, sí, todo eso es cierto y muy urgente, pero vamos, que la cuarentena de hecho no es tan dura, de hecho estamos todos irresponsablemente circulando por la calle; y en todo caso, esos asuntos no se solucionan boqueando, pateando en contra y colaborando con el desastre generalizado. Y no se solucionan si lo que nos preocupa son nuestros pequeños asuntos, más o menos artísticos, más o menos interesantes, no importa. Por favor, menos ego, menos ego es la clave. Moderarnos ahora en nuestras “inquietudes” y aspiraciones personales. Moderarnos en nuestra adoración de las imágenes y el culto a la persona. Ya habrá tiempo para eso, si vivimos. Cuando esto pase, si quieren, salimos a aplaudirnos unos a otros o a matar al enemigo. Vemos. Pero ahora hay que sobrevivir.