Mike Amigorena: elogio de la transformación y la impermanencia

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ENSAYOS

Mike Amigorena: elogio de la transformación y la impermanencia

04 Agosto 2024
“A medida que alguien deviene, aquello en lo que deviene cambia tanto como él”. Deleuze.

Tras la presentación de su nuevo y tercer disco solista El increíble cool  en mayo de este año, a continuación, algunas reflexiones necesarias sobre el artista - performer Mike Amigorena y su lugar en la escena cultural argentina.

Suele sucedernos, como espectadores, que luego de ver el despliegue artístico de un actor, de un verdadero actor, como es el caso de Mike Amigorena, nos resulta algo decepcionante encontrarnos con su posterior carrera musical. Y es que habiendo participado de un acontecimiento tan descarnado como el de la actuación con nuestro actor en cuestión, conformarnos, después, con verlo interpretar canciones, por regla general, nos parece una experiencia menor. En este sentido Mike Amigorena constituye una excepción. La misma extrañeza que sentimos al verlo en escena (tanto en sus trabajos televisivos y cinematográficos, como en series o en el teatro), esa misma perturbación, digo, vuelve a aparecer en su música; no sólo al nivel de la composición sino también, y sobre todo, al nivel de la ejecución. Y si me refiero a lo que hace musicalmente como “ejecución”, es porque Mike Amigorena, no es un cantante, sino un instrumento. ¿Un instrumento de qué? De eso se trata…

Digamos por ahora que, por la misma ambigüedad de su cualidad artística, Mike Amigorena prefiere autodenominarse un “performer”, suponemos que para intentar librarse de las categorías que lo encasillan en una sola forma de arte: cantante, actor, músico, etc. Y es muy atinado ese intento porque, en rigor, no es un actor, ni un cantante, ni un músico (en todo caso, sí, es todo eso, y sin embargo lo es en un nivel en el que esas categorías ya no cuentan); pero tampoco sería justo definirlo como performer. Un performer ejecuta su obra, en cambio Mike, en tanto instrumento, es ejecutado.

Un performer ejecuta su obra, en cambio Mike, en tanto instrumento, es ejecutado.

Contra la crítica que lo califica de “versátil”, “multifacético”, capaz de hacer “cualquier cosa”, diremos aquí que Mike Amigorena, mucho más que capaz de hacer cosas distintas o de hacer cualquier cosa, es capaz de algo muy específico, de un nivel de especificidad excepcional, que en su generación (y después) poco y nada se ha visto: cuando actúa, cuando hace música, cuando compone canciones, cuando baila, cuando canta ¡incluso cuando cocina! Mike Amigorena se transforma. En este sentido es mucho más un trans-former que un performer. No al modo de un transformista, porque no se transforma en otro, sino conservando la cualidad trans de las formas en el proceso de transformación. Por eso, en tanto instrumento, Mike Amigorena más que ejecutar su obra deviene con ella: es ejecutado por su obra, instrumento de su obra, que es suya sólo en tanto él tiene la capacidad de alejarse de su centro, del centro de ella, paro mejor mani-obrarla.

Por eso también su obra impacta, su obra transforma al espectador, que más que un espectador es un partícipe de esa experiencia fascinada: porque lejos de transformarse en otro (cosa que muchos grandes artistas hacen y sin embargo no logran con eso un impacto existencial), en lugar de convertirse en otro, Mike Amigorena pone en la escena de su propio cuerpo y de su propia voz la coexistencia de un éste con un otro. Y sin embargo ¡tampoco son dos! Porque esa coexistencia es más bien una separación, una brecha, un entre-dos, una abertura. Mike Amigorena produce aberturas por las que “pispear” el otro lado. Pero ese otro lado no es uno sino la infinita posibilidad de otro: el otro lado es la misma transformación. Sólo somos otro y accedemos a lo otro cuando nos transformamos, y ser testigos de eso nos arrastra. Todos queremos ser ese que se transforma, o mejor, eso que se transforma, porque no hay otra libertad.

Cuando los mejicanos se refieren al capo de la mafia, al líder narco, al jefe de los jefes de la mafia, le dicen “aquel”. Ser “aquel” es lo más alto a lo que se puede aspirar. La lucidez de semejante expresión popular está en que justamente para ir “más allá”, para pegar el “salto metafísico” hay que estar aquí y en otra parte a la vez. La actuación de Mike Amigorena, en cualquiera de sus estados (teatral, musical, culinario y la lista es potencialmente infinita) lo convierte en “aquel” justo en la medida en que su “aquí” y “ahora” se ven permanentemente intervenidos por otros tiempos y otros espacios. Muy al contrario de lo que él mismo dice sobre sí, cuando se califica de “impermanente”, Mike Amigorena es permanente en su capacidad de ser interferido por otras frecuencias.  

Estados, cualidades, potencias otras se infiltran en su actuación, abriendo paisajes y dimensiones de existencia insólitos, escandalosos. Comunicando tiempos, haciendo patente que esto que llamamos “aquí” y “ahora” siempre es viejo, que el puro presente está allá, que para estar en el puro presente hay que convertirse en “aquel”, que el único presente posible es el ser intempestivo. Más que un performer, Mike Amigorena es un imperformer porque pone en acto esa impermanencia que, al final, no es más que la revelación de la estructura misma del tiempo, desnudada ya de sus disfraces lineales, cronológicos, lógico-causales.

Mike Amigorena es permanente en su capacidad de ser interferido por otras frecuencias.

Mike Amigorena es un actor intempestivo porque lo que su trans-formance dilucida es el carácter engañoso de nuestra (¿cobarde?) necesidad de permanencia. Si todos queremos estar ahí, donde sabemos perfectamente de qué se trata eso que no se nos parece. Y que no se nos parece porque cambia. “El todo cambia y no cesa de cambiar” dice Bergson, porque el todo es abierto. ¿Por qué conformarnos, entonces, con la experiencia de una vida y un mundo cerrados, en los que las identidades (¡y las intensidades!) se mantienen “mismas” porque permanecen? ¿Por qué querer ser uno? ¡Si nada es uno! La cualidad de lo múltiple no quiere decir “muchos”, la multiplicidad es intrínseca a lo uno. El otro propio, lo inhumano en lo humano, la falta o el exceso constitutivos, lo que no encaja, lo que siempre es deforme, la distorsión, lo dislocado, lo que está al costado: aquel, aquello, eso en nosotros. O nosotros en eso.

Cuando Mike Amigorena actúa dobla la apuesta de lo múltiple: ni siquiera es aquel, es eso, eso que actúa, eso que canta: eso nos llama. En eso nos reunimos, librados ya de un yo y un tú al que rendirles cuentas de nuestra identidad, de nuestra permanencia, incluso de nuestra naturaleza. Eso siempre está en el lugar de la trans-naturaleza de las cosas. Eso que actúa en Mike Amigorena es lo que participa de otras naturalezas, de otros reinos, que ya no son el reino humano del tiempo como un continuo, de la conciencia individual y de la identidad personal. Eso es más bien un mecanismo preciso, un operar en el nivel de la estructura, el puro artificio, más verdadero que cualquier verdad, y del que muy pocos artistas son capaces. Y en eso, que Mike Amigorena puede, es que nos encontramos, desidentificados ya de nuestras máscaras históricas, lanzados a un nuevo territorio soberano, emancipados de nuestros penosos compromisos con la realidad, ahí, en eso que siempre es otra cosa, nos reunimos.

Por eso Mike Amigorena es un actor- brujo, porque, como dice Deleuze, “los brujos saben que los hombres lobos son bandas, los vampiros también, y que esas bandas se transforman las unas en las otras”. Y si para Deleuze el escritor es brujo porque sabe que escribir es devenir, y se hace cargo del devenir otro del hombre, porque esa búsqueda le es constitutiva, porque exceder su naturaleza es lo que lo define, porque ese es nuestro llamado, y alguien tiene que hacerlo; entonces, para mí Mike Amigorena es un brujo, porque es un actor en sentido riguroso, es ese que es capaz de volverse eso con, por y para otros, poniéndose al hombro el anhelo, la necesidad, el derecho de esta humanidad a lo impermanente.

Si en los años 80 (que aún no pasaron, y que son siempre por venir) los artistas se hicieron responsables de inventar un mundo en el que fuera posible, después del desastre, empezar a vivir; Mike Amigorena, en el nuevo siglo, después del otro desastre que fueron los 90, puso su cuerpo para inventarnos un mundo en el que fuera posible buscar y gozar. Desde entonces su trabajo fue siempre un llamamiento a nuevas formas de sensibilidad. Porque en su devenir cuerpo bicho, cuerpo mecanismo, cuerpo abertura, cuerpo sideral, Mike Amigorena es hoy más que nunca, y es siempre un portal. A todo.