El Paraguas del olvido, Semblanza a Carlón y poema
Por Juan Martín Griffo | Foto: Archivo personal de Roberto Baschetti
Carlón fue uno de aquellos jóvenes que, a sus 18 años, abandonó la comodidad de clase media universitaria platense, que pudiendo haber elegido una vida de tinte individualista, con una consolidación de un desarrollo profesional, optó por dejarlo todo, poniéndose a la altura de la responsabilidad histórica de hacer algo para cambiarlo todo, combatir las injusticias y no naturalizarlas jamás.
Siempre con una sonrisa a punto de estallar y mirada cómplice, se convirtió en el miembro de la Conducción Nacional más joven por su eficacia en el desarrollo político y organizativo que cobró su militancia en sus inicios, en los barrios populares de Merlo, al frente de una cojonuda jotapé que hizo posible el regreso del General Perón a la Patria en el “LUCHE Y VUELVE”.
Años más tarde, sería el mismo Carlón, el impulsor de la movilización de la multipartidaria que coronó el “Luche y se van” producida el 16 de diciembre de 1982 y que le dio el último empujón a la dictadura. “A PLAZA DE MAYO A ECHAR A LOS CIPAYOS” fue la consigna que esgrimió Carlón desde su creativa conciencia. Allí se llegó a tal situación, que hubo activistas rompiendo con las vallas las ventanas y las puertas de la mismísima Casa Rosada, donde dicen que pudieron verlo al frente, en medio de una represión indiscriminada donde una patota de la policía federal, asesinó, frente al Cabildo, al obrero metalúrgico Dalmiro Flores.
Carlón no solo soñaba con una Patria sin oprimidos ni opresores, sino que también se propuso hacerla realidad con el sacrificio de la lucha de toda una generación, que probablemente a medida que se siga resignificando esa lucha, aquellas voluntades anónimas, aunque no tanto, vayan escalando aún más con el pasar de los años, en la vitrina de la gloria de nuestra historia.
Y así lo afirma el mismo Carlón con una leyenda que cuenta en una de sus cartas a su tía, desde la clandestinidad:
"...Cuenta una leyenda azteca que hubo un momento en el que el mundo se quedó sin sol. Era necesario entonces ofrecer un sacrificio para que, a través de él, volviera la luz y el calor a la tierra. Los dioses se reunieron y encendieron una fogata a donde se debía arrojar uno de ellos para cumplir el sacrificio. Uno de ellos, el que mejores ropas vestía, adornado de oro y plumas preciosas, había prometido que sería él quien se arrojaría a las llamas. Pero al acercarse a las mismas, vaciló y retrocedió. Fue entonces cuando otro de los dioses, el más humilde de ellos, vestido solamente con un taparrabo y con unas espigas en las manos, sin decir nada corrió hacia las llamas y se inmoló para que el sol volviera a calentar el mundo. El que se había acobardado, avergonzado, corrió detrás y también se arrojó al fuego. Pasaron los días y dos soles alumbraban la tierra. Volvieron a reunirse los dioses y discutieron que no era justo que el valiente y el cobarde brillaran en el cielo de la misma manera. Decidieron entonces, en otra ceremonia, poner las cosas en su lugar. Fue así, que el sol que representaba al cobarde se apagó y se transformó en la luna, cuya única luz es el reflejo del sol.
Saliendo de la leyenda, creo que en la argentina está pasando algo parecido. No son los dioses los que se reúnen sino el pueblo, y el único sol que brillará es el de los que, sin adornos y frases grandilocuentes, aquellos que supieron entregar sus vidas, no en una hoguera, sino en el combate por un mundo mejor, libre y sin el frío de la miseria. Así será, cuando las hogueras se prendan en nuestro país los días serán más lindos y solo los hombres que supieron ser hombres brillaran con luz propia."
Carlón seguirá naciendo en las manos de cada joven que pinte una pared con alguna consigna que cuestione al poder imperante, en las movilizaciones que se descarrilen del “portarse bien”, en las conciencias que se propongan “sacar los pies del plato” que en realidad está roto, porque siempre comen los mismos. Carlón seguirá naciendo en las voluntades anónimas de los sin nombre que lo dan todo sin pretender ser reconocidos con nombre y apellido por llevar a la mesa el agua de los que tienen sed torrencial. En cada barrio, en cada olla popular, en cada rincón de nuestra patria donde se subleven los que esperan, allí, estará siempre Carlón.
Poema de Eduardo Daniel "Carlón" Pereira Rossi: El paraguas del olvido
La nube de gas la envolvía
con gotas de lluvia cuando agitaba la bandera
corrió,
miles corrieron
con ella,
libres,
perseguidos por el pasto,
mientras el barro se quedaba con los
zapatos
y ninguna otra cosa apreciable,
aparecieron los cascos de acero
las capas de verde pálido,
y las bayonetas caladas en hilera
cara contra cara,
voluntad contra voluntad,
llovía,
un pecho se abrió en sacrificio
y otros siguieron el ejemplo del
primero.
Siempre hay un primero
anónimo,
después, las celebridades.
Nunca existió tanto silencio,
o tal vez sí
y pudo más ese pecho abierto,
pudo más la camisa en el suelo,
mojándose,
pudieron más los ojos buenos,
y los que venían atrás se hundieron
en el río sucio
de La Matanza,
y salieron limpios a la vida,
con un paraguas olvidado en la orilla,
porque ya no servía para nada.