Editorial Isla Desierta: nueva filosofía francesa en Argentina
Por Gito Minore
Desde la Revolución de Mayo en adelante, las ideas francesas han hecho un aporte crucial para el desarrollo intelectual de la Argentina. Su importancia e influencia en el pensamiento nacional es innegable.
En la actualidad, los nuevos autores que emergen alcanzan algún grado de visibilidad gracias al trabajo de editoriales independientes que, con dedicación y conocimiento del tema, brindan al lector libros cuidados tanto en la traducción como en su aspecto estético. Tal es el caso de Isla desierta, un sello de Buenos Aires cuyo catálogo promueve lo mejor de este pensamiento que tanto nos apasiona.
Para hablar de sus trabajos, convocamos a Diego Abadi, especialista en filosofía francesa y editor.
Agencia Paco Urondo: ¿Cómo surge la idea de hacer un lanzar un sello dedicado a la filosofía francesa?
Diego Abadi: A pesar de lo que parecen indicar los títulos publicados hasta la fecha, es preciso aclarar que Isla Desierta no es una editorial que se enfoca exclusivamente en la filosofía francesa. O al menos, no pretende serlo. Nuestra idea es publicar filosofía contemporánea, filosofía que pueda funcionar y ser legible por fuera de la academia –lo cual no significa, tampoco, que se trate de filosofía anti-académica ni mucho menos–, y si dentro del vasto mundo de la filosofía contemporánea estuvimos hasta el momento más dedicados al mundo francés es por varias razones. En primer lugar, por una razón ineludible: mi gusto por la filosofía francesa. Y también, lo cual se suma a lo anterior, el hecho de tener cierto conocimiento del medio francés y de la lengua francesa me permite tener más herramientas para reconocer, dentro de la enorme producción editorial francesa, lo que creo puede ser interesante para nuestras colecciones. Pero a eso hay que agregarle una razón material: el Estado francés tiene especial interés en la difusión de las obras del pensamiento francés y francófono, por lo que a través de diferentes instituciones (principalmente en Institut Français y el CNL) provee todo tipo de ayudas económicas a la edición. Para una editorial independiente como la nuestra, que tiene que afrontar costos muy altos y toma riesgos considerables, esa ayuda resulta fundamental.
Dicho eso, nuestra idea no es ceñirnos exclusivamente a la filosofía francesa, sino empezar a cubrir expresiones variadas de lo que creemos es la filosofía contemporánea. En realidad, nuestro objetivo de máxima es ayudar a que se desarrollen autores locales y regionales, de manera que puedan discutir en pie de igualdad con los autores europeos o de alcance internacional, e ir armando así una red de diálogo que no vaya en una sola dirección. Desde ya que es un objetivo ambicioso, y que no es algo que pueda conseguirse de un día para el otro, pero es hacia ahí que nos gustaría ir.
APU: Por el momento llevan publicados cuatro títulos, conformando un catálogo bastante heterogéneo: mientras dos de sus títulos se animan a enfrentarse a la tradición crítica, Pornografía de lo contemporáneo versa más bien sobre estética, y Tras el rastro animal se ubica en un enfoque bastante novedoso como ser la filosofía de la animalidad ¿Cuál es el criterio de selección que tienen a la hora de editar?
D.A.: Como decía en la pregunta anterior, el criterio es el de buscar expresiones contemporáneas que puedan funcionar por fuera del marco estrictamente académico. Aclaro entonces un poco más qué entiendo por eso.
En cuanto a lo contemporáneo, desde ya que no me refiero simplemente a obras que hayan sido publicadas en los últimos años, lo cual, como criterio, sería un poco absurdo, sino al hecho de que las obras en cuestión tengan cierto enraizamiento en el presente. Que no significa que necesariamente tengan que hablar de lo que pasa en la actualidad, o tomar sus temas de la actualidad. En efecto, esa es “una” de las caras posibles del enfoque contemporáneo, pero no la “única”. La otra cara, la otra manera de estar enraizado en el presente implica un modo de ubicarse con respecto a la historia de la filosofía, un modo de plantarse de cara al pasado al momento de producir una obra teórica. Y los títulos que publicamos recogen esas dos maneras de ser contemporáneos. Tras el rastro animal, de Baptiste Morizot, es un buen ejemplo de la primera: el autor toma temas de gran actualidad, como la crisis climática y la relación con los animales o los vivientes no humanos, e intenta utilizar herramientas filosóficas para dar de ellos enfoques novedosos. El Manifiesto por un comparativismo superior en filosofía, de Patrice Maniglier, es un buen ejemplo de la segunda. En ese texto, Maniglier se pregunta por el estado actual de la filosofía y se propone hacer una especie de diagnóstico general del campo. Lo hace, desde ya, con todos los matices y las sutilezas que una pregunta de ese tipo impone, porque ya sabemos que si hay una manera de garantizarse el fracaso en filosofía, es la de pretender decir cosas “absolutamente” nuevas. Pero, a decir verdad, esa especie de distinción material y formal, o esas dos maneras de ser contemporáneo, son un poco forzadas, porque en realidad siempre van juntas, en menor o mayor medida. De hecho, Poscrítica y Pornografía de lo contemporáneo dan cuenta de eso. Y el caso de Poscrítica es paradigmático al respecto, ya que lo que Laurent de Sutter intenta plantear es justamente que en la “crítica” confluyen un “tema u objeto” actual y un “modo” filosófico propio de pensar. Es decir, si vivimos en una época donde domina la crítica es sobre todo porque la crítica como herramienta de pensamiento colonizó todo el espacio teórico. Con Pornografía de lo contemporáneo la operación es parecida: en ese caso, es el “juicio” como herramienta teórica lo que se pone en cuestión.
El otro criterio, el de intentar editar textos filosóficos que sean legible por fuera de la academia, quizá no requiera tanta explicación sino más bien una simple toma de posición. No creo, en lo absoluto, que haya o que tenga que haber una distinción entre filosofía seria, académica, y filosofía popular, de divulgación. El esquema que plantea que por un lado está la producción de conocimiento y por otro la divulgación puede reflejar muy bien el modo de funcionamiento de la ciencia, pero no creo que esté muy ajustado al modo de producción de la filosofía, que no se parece para nada al de la ciencia. Desde ya que hay distintos niveles de dificultad en los textos filosóficos, y que en los extremos hay, por una parte, libros que difícilmente pueden ser leído por un lector no especializado, y por la otra, libros que difícilmente sean de interés para un lector más entrenado, pero eso no significa que hayan dos campos claramente delimitados (filosofía seria-académica/ filosofía de divulgación). En ese sentido, nuestro interés está puesto justamente en las obras que no están en ninguno de esos dos extremos (y digo extremos en un sentido meramente descriptivo, sin ningún juicio de valor), en los textos que pueden plantear sus propios problemas filosóficos con total seriedad, pero sin que eso signifique que haya que tener un background o una formación filosófica muy desarrollada para poder leerlos y disfrutarlos.
APU: Es notorio que en el conjunto de textos que llevan editados hay varios autores que dialogan entre sí, puntualmente se refleja en Poscrítica, lo cual arma una suerte de constelación. ¿Se puede asegurar que hay una nueva generación en la filosofía francesa?
D.A.: Con Poscrítica, la intención de Laurent de Sutter, que fue quien lo compiló, y la nuestra, era exactamente esa: intentar armar y reflejar una constelación de autores contemporáneos, alrededor de un tema que se plantea como contemporáneo. Respecto a tu pregunta, no podría “asegurar” que efectivamente haya una nueva generación en la filosofía francesa, aunque sí puedo asegurar que hay un recambio, y que hay una serie de autores nuevos que están intentando desarrollar sus propias obras y hacerse sus propios lugares.
APU: ¿Cuales vendrían a ser las rupturas o discontinuidades respecto de las generaciones anteriores?
D.A.: Bueno, como te imaginarás, en Francia todo esto no es un tema menor: el tema de la nueva generación versus la vieja generación, y el del brillo perdido de los grandes autores franceses es algo que los obsesiona… Por eso, para responder a tu pregunta, permitime primero hacer un breve resumen del contexto histórico. En los 60 y los 70 hubo en Francia lo que Badiou llamó “un momento filosófico”. Es decir, confluyeron un conjunto de autores muy destacados, que además fueron tremendamente populares y tuvieron una proyección internacional inédita. Me refiero a Deleuze, Derrida, Foucault, Althusser, Lyotard, etc. Después, entre los 80 y los 90 aparecieron una serie de autores que se autodenominaron los “nuevos filósofos” y que se instituyeron, básicamente, como una reacción a los autores recién mencionados. Es decir, sin mucho para aportar filosóficamente, su fuerza estuvo en presentarse como una ruptura, una oposición y un reemplazo de los autores de los años 60 y 70. Aunque, habría que aclarar que en realidad, más que oponerse a su producción filosófica, se oponían a lo que ellos representaban: izquierdismo y obras de difícil lectura. Pasada esa reacción, cuya herencia fue el nacimiento del “intelectual mediático”, y tras la muerte de la mayoría de los autores del “momento filosófico” francés, a partir de los años 2000 pareció quedar un territorio vacante. Quedaban, y quedan, Badiou y algunos autores que estaban ligados a Althusser (Rancière, Balibar, etc.), pero el momento de gloria había pasado y los nuevos nombres no habían llegado todavía. Bueno, es justamente en ese terreno vacante y bajo las sombras de los gigantes del siglo XX que los autores franceses contemporáneos intentaron desarrollar sus obras. Desde ya que podrían trazarse ciertos recorridos, dar nombres, y subrayar la tarea de “puente” de Badiou en la formación de los nuevos autores, pero todo eso nos llevaría demasiado lejos de la pregunta inicial. Por eso, voy al grano: a diferencia de lo que mencionaba con respecto a los “nuevos filósofos”, los autores que están produciendo filosofía hoy en día en Francia no se piensan a sí mismo por oposición, o en discontinuidad, con los filósofos de los 60 y los 70. También, al no ser de una generación estrictamente sucesiva a aquella, no parecen tener necesidad de hacerlo. Además, al estar todavía en pleno proceso de desarrollo, tampoco pueden pensarse a sí mismos como una nueva generación bien definida y bien delimitada. Por último, yo diría que, además de Badiou, que tuvo un rol muy importante en su formación, todos estos jóvenes autores están muy influenciados por una figura cuyo desarrollo marca una especie de anomalía dentro de los parámetros clásicos del campo francés, que es Bruno Latour. Latour, contra todos los pronósticos, logró convertirse sin lugar a dudas en el autor francés más influyente de la actualidad, con una tremenda proyección internacional que en nuestro país y en nuestra región no llegan todavía a vislumbrarse.
APU: Desde el inicio de nuestra historia nacional, la intelectualidad argentina ha sido una gran receptora de las ideas francesas ¿Creés que esto se está dando hoy por hoy? ¿Cómo podrías caracterizarlo?
D.A.: Que la intelectualidad argentina fue una gran receptora de las ideas francesas, creo que es indiscutible. Pero, a mi juicio, en los últimos años hubo una especie de delay, es decir, creo que estuvimos recibiendo el pensamiento francés con cierto retraso. Y esto se dio, me parece, por una conjunción de razones: por una parte, por la falta de grandes nombres en el campo francés, que es algo de lo que hablábamos en la pregunta anterior. Por otra, ciertos hábitos de la academia, que es un poco reticente a explorar autores actuales, y por último, por la lógica propia de la edición, ya que, en un área que no es tan masiva como la filosofía, ¿quién va a hacer la tremenda inversión de comprar derechos internacionales, pagar buenas traducciones e imprimir libros de un autor que nadie conozca? Y puede verse el funcionamiento conjunto de estos tres factores en un caso que creo que es paradigmático: el de Quentin Meillassoux. En el 2006, Meillassoux publicó en Francia Después de la finitud, que causó una especie de furor. Rápidamente lo tradujeron al inglés, y a partir de esa obra surgió un movimiento filosófico, el realismo especulativo, que agrupó varios autores y varias líneas de pensamiento y que parecía ser la gran novedad en filosofía. De repente, todos hablaban del Realismo especulativo, que estaba destinado a dominar toda la escena filosófica actual por largos años. Acá, y gracias a la tarea de la editorial Caja Negra, la versión en español del libro recién se editó en 2015 o 2016, casi 10 años después de su publicación original. Pero, cosa curiosa, con la misma velocidad con la que ascendió, el realismo especulativo se apagó. Y lo más gracioso del asunto es justamente que, al ser tan vertiginosa la velocidad del ascenso y la caída, los tiempos de la academia no le permitieron siquiera llegar a registrar su nacimiento, que el movimiento en cuanto tal ya había sido declarado muerto. En ese sentido, junto con la recién mencionada Caja Negra, y con otras editoriales similares como Cactus o La Cebra, nuestro proyecto editorial es el de editar libros con el menor delay posible. ¿Por qué estas editoriales pueden hacerlo? Bueno, habría mucho que decir al respecto, y no quiero irme demasiado lejos de tu pregunta, pero creo que es porque son editoriales medianas, que no se rigen por una visión estrictamente comercial, como puede ser el caso con editoriales más grandes.
APU: Sabemos que ya están trabajando en un nuevo libro vinculado a Spinoza. Nos contarías un poco sobre el próximo título.
D.A.: Sí, efectivamente es así. Estamos terminando un libro que nos gusta mucho, y que creemos que es muy relevante, que es el Spinoza y el problema de la expresión, de Gilles Deleuze. Es un libro clásico de Deleuze, de 1968, en el que se resume su lectura de Spinoza, quien muy probablemente fue su mayor influencia filosófica (a mi juicio, mayor que la de Nietzsche, y quizá también lo sea según el propio juicio del autor, quien habla de Spinoza como del “Cristo de los filósofos”). Es un libro que ya había sido traducido al español, pero que hace muchos años está agotado, y del cual hicimos una nueva traducción. También estamos preparado un libro de Bruno Latour que ya está casi terminado, Pasteur: Guerra y paz de los microbios, que si bien es un libro de 1984 –no traducido al español hasta la fecha–, no podría ser más pertinente para el contexto actual de la pandemia, en el cual un microbio como el virus se convirtió en el agente político más importante a nivel mundial y la vacunación en la herramienta política más importante en su combate. Pero bueno, ya habrá tiempo de conversar sobre esa especie de visión premonitoria de Latour, y de las razones por las cuales Patrice Maniglier dice que la época actual se volvió latouriana…
APU: Por último, ¿dónde se consiguen los libros?
D.A.: Los libros se consiguen en la mayoría de las librerías orientadas a ciencias humanas, y en nuestra tienda online, donde hacemos envíos a todo el país