Novedad literaria: “Arroyo” de Susana Pampín
Por Inés Busquets | Foto: Sebastián Arpesella
Susana Pampín es actriz, docente de teatro y escritora. Publicó el libro de cuentos La nieve y el de poemas Viento de playa en una terraza ambos por el sello Belleza y Felicidad.
Arroyo es un libro pero también podría ser un cuadro. Los detalles, los colores y la sutileza para describir cada una de los paisajes que rodean a la narradora son pinceladas de una artista.
La historia de Arroyo transcurre en varios años y temporadas de veranos y un invierno en el Tigre.
Arroyo es una novela, un diario íntimo y una bitácora colmada de referencias literarias, cinematográficas y musicales.
La protagonista, Gaby, en las 238 páginas transita por distintos estados de ánimo, por diversas coyunturas, que comprende también el duelo de su madre.
Cada capítulo es una unidad narrativa donde se descubre un universo nuevo aun cuando a veces coincide en el mismo lugar, sin embargo como el río que está presente en todo el relato ella, la protagonista, nunca es la misma.
La melancolía de volver a determinados lugares donde se fue feliz, para construir una historia nueva.
A su vez ella ingresando a espacios ya habitados y entrelazar su vida a las vidas de quienes ocuparon ese mismo lugar. Cuestiones que se dan habitualmente cuando hay alquileres de por medio, las huellas que persisten, los dueños, las despedidas, los muertos. Inclusive algunas veces las habitaciones exactas de personas que ya no van a regresar.
Arroyo es un encuentro con la naturaleza, con el yo primitivo de la protagonista: “La naturaleza como infancia de la especie humana” con la convivencia de animales exóticos, de un río que crece imprevistamente, de variedades vegetales desconocidas, de la lluvia que no es la misma que en la ciudad, por lo tanto también de la construcción de nuevos hábitos para sobrevivir.
Todo ahí es a flor de piel, es la mimesis de la naturaleza y el cuerpo. Como si persona y paisaje por momentos fueran la misma cosa. Somos parte de la naturaleza pero ¿será que el razonamiento nos juega una mala pasada? Entonces también reflexiona sobre las diferencias: “No hay segunda intención en la naturaleza; todas las cosas tienen unas posibilidades limitadas. El árbol: crecer, tomar los nutrientes necesarios, florecer, fructificar quizás, quizás enfermar, morir.”
Luego el extrañamiento, el pasaje a la escritura, el pensamiento, las cosas pendientes, la pareja, la familia, la soledad, los duelos, los desencuentros.
Las vacaciones suelen ser esos vacíos atemporales que pocas veces se registran, un retiro, una distancia de la ciudad y del cúmulo de problemas que la acechan; Susana Pampín utiliza a su favor esos momentos y magistralmente despliega una belleza poética que logra transportar.
El tiempo en Arroyo también es un acierto, como bien explica Susana en los agradecimientos, es un libro que Rosario Bléfari (a quien también va dedicado) la había alentado a publicar desde el 2004. De hecho las primeras páginas del diario pertenecen a enero del 2003. Continúan en diciembre del 2005 y así (con algunos años salteados) llega al 2019, ese proceso nos permite ver los sucesos en la vida de alguien con sus cambios, sus intereses, sus inquietudes: “Este cuerpo es otro cuerpo, distinto de aquel de hace años, y sin embargo es el mismo.” Algo así como palpar o materializar el paso del tiempo. Ese poder de sublimar que tienen los diarios personales.
La mirada fotográfica de Susana, la memoria emotiva de la voz que cuenta, la fascinación por el paisaje y por el desafío de volver a elegir las peripecias de una temporada en aislamiento (sin pandemia) nos convocan a reflexionar sobre todo lo que nos perdemos sino aprendemos a mirar lo que ocurre a nuestro alrededor: “La profusión de sonidos de pájaros”, los colores de las aves, las especies de árboles, la importancia de la lluvia para el río.
En Arroyo hay un ecosistema perfecto, un río que toma las formas de los cuerpos y es el depositario de cubrir las necesidades, todo llega y termina allí, como si fuera el único lugar en el que el ser humano le hubiera dejado el dominio territorial; los perros que acompañan las siestas, los colores que abarcan y circunscriben todo el espacio.
Los personajes lugareños, los diálogos y los registros de la región.
Y por sobre todas las cosas el amor. El amor que siempre está presente, no solamente en las personas que conviven sino también en los recuerdos, en el aire y en la forma de contar: “El amor es más grande que el mundo quieto que puede verse. Hay que amar siempre y de todas formas posibles, nada más construirle formas al amor para que se vuelva visible.” Creo que una de esas formas es este libro.